Quienes me conocen saben que uno de mis autores favoritos es Paco Ignacio Taibo II. Desde hace muchos años he seguido su trayectoria no sólo como historiador, con la multicelebrada biografía Pancho Villa y, más recientemente, con la enorme trilogía de Patria; sino en su papel de creador de la novela negra en México, donde sobresale la figura del detective Héctor Belascoarán Shayne, uno de los mejores personajes en la literatura azteca.
Para no ir tan lejos, en un exceso de homenaje, este espacio de opinión tiene el nombre de la primer novela donde aparece el ingeniero civil metido a investigador privado.
A PIT II también le reconozco su labor dentro de la llamada Brigada para Leer en Libertad, un grupo civil que encabeza junto con su esposa Paloma con el que no solo ha instalado medio centenar de bibliotecas populares en todos los puntos del país, sino que además ha regalado cientos de miles de libros en las ferias que organizaba en todo México.
Estos atributos me hicieron pensar, como muchos en su momento, que no existía mejor perfil para encabezar el Fondo de Cultura Económica (FCE), un grupo editorial parcialmente sostenido por el Estado Mexicano que busca proveer de libros económicos a la sociedad.
Seguir por tantos años al escritor me ayudaron a entender que es una persona de firmes convicciones e implacable cuando sale en su defensa. Sus detractores dicen que es intolerante y grosero, pero en lo personal creo que le sobra entereza y pasión para defender sus ideales, a los que no cambia por nada. Ya quisieran muchos tener esa fortaleza interna.
Entendí que este carácter convirtió al escritor en uno de los poquísimos flancos que permiten a sus detractores golpear a Andrés Manuel López Obrador..
Recuerdo hace meses cuando Taibo II propuso la expropiación de empresas privadas, muchos pusieron el grito en el cielo sin pensar que la idea no sólo no era tan descabellada, sino de hasta beneficio a la comunidad.
Sin embargo llegó al Feria Internacional del Libro en Guadalajara y PIT II lanzó la frase que lo ha colocado en una pira de leña verde: “se las metimos doblada, camarada”.
Sobra recordar el entorno en que dijo la frase, todos lo conocen o creen que lo conocen.
Cuando escuche estas fatídicas palabras y seguí todo el escándalo que se ha generado en redes, me puse a pensar y he llegado a la triste conclusión (que gacho es cuando tus héroes se equivocan), que el maestro Taibo II la cagó.
Y la cagó no por lo “grosero” de la frase o las tontas interpretaciones que le han querido dar, con eso de que si es una agresión contra las mujeres o los gays ¡por favor!
Cuando dice que “se las metimos doblada” el escritor no miente.
Es verdad, “se la metimos doblada” a la derecha, a los barones del capital, a los “PeñaBots”, a lambiscones del pasado, a todos aquellos que se la han pasado robando este país a manos llenas y hoy sienten un enorme ardor allá donde la espalda pierde su nombre porque perdieron las elecciones.
Sin embargo presumirlo como lo hizo Taibo II no se hace, se ve feo, naco, especialmente soberbio, aunque se entienda como una catarsis de un enorme sector de la sociedad mexicana acostumbrado a perderlas todas.
Todos nos sabemos esa máxima de que hay que ser orgulloso en la derrota pero humilde en la victoria, y este breve lapsus de sinceridad le ha costado al tiempo FCE quien seguramente y pasado el escándalo tendrá uno de sus mejores directores, alguien que puede un trabajo enorme en pro de la promoción de la lectura en este país.
El escritor ya se disculpó, pero el daño está hecho y su error lo tiene que pagar pues estamos viviendo unos tiempos de encono donde los que hoy están victoriosos, deben de extender su mano hacia los perdedores. Un país no se puede reconstruir con dos bandos enfrentados.
Un muy buen amigo me pregunto: ¿qué hubieran pensado José Daniel Fierro, Olga Lavanderos y Héctor Belascoarán Shayne al escuchar a su creador caer en ese triste exceso de soberbia?
Seguramente el detective hubiera encendido un cigarro, mascullado un “chingao” y, cabizbajo, empezaría a retirarse de la habitación sabiendo que, otra vez y como tantas veces ha sucedido, hasta cuando los buenos ganan, pierden.