Recientemente me tocó cubrir la conferencia de prensa que el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, ofreció desde Glasgow, Escocia, con motivo de la declaración de emergencia climática para la capital de Nuevo León.
Debo decir que al arranque del evento mis expectativas sobre los anuncios que el edil iba a hacer desde el otro lado del mundo eran bastante bajas, después de todo temas como el cuidado del medio ambiente y el calentamiento global solo sirven para que los gobernantes en turno se hagan los preocupados por el daño que se le está haciendo al planeta.
Sin embargo, hubo un momento en que el alcalde me sorprendió de sobremanera, y eso fue cuando arremetió duramente contra una costumbre regiomontana tan arraigada como la carne asada y seguir a malos equipos de fútbol.
De pronto y para mi sorpresa, el alcalde se tiró a matar contra esta cultura de idolatrar el automóvil, de rendirle una veneración similar a la de una religión.
“La ciudad, malamente, fue diseñada alrededor del automóvil, lo que ha sido un modelo ineficiente pues estamos sufriendo las consecuencias de estas acciones”, dijo palabras más, palabras menos, Colosio Riojas.
Cuando escuché lo anterior no podía creer lo que llegaba a mis oídos; ¿en serio un alcalde regiomontano estaba renegando a esta costumbre local de usar el carro hasta para ir a pasear al perro?
Nadie que vive en esta ciudad puede negar que la dependencia que tenemos al automóvil no solo es enfermiza, forma parte de nuestro ADN.
La cosa va más allá de la comodidad, después de todo en la zona metropolitana existe un sistema de transporte público con cientos de rutas y hasta tres líneas del Metro que ya la quisieran cualquier ciudad en el país.
La realidad es que para el regiomontano, el automóvil es una muestra de status pues, así lo creen firmemente, el camión y el Metro son para los jodidos.
Es por eso que apenas llega a la ciudad, lo primero que hace cualquier nuevo regiomontano es comprarse un carro, qué importa que no sepa manejar y se esté rompiendo la madre cada medio kilómetro, lo importante es que todos sepan que no es un jodido.
Y es irónico, pues estos mismos regiomontanos que ven con cara de fuchi a los que tienen que usar el transporte público, son los primeros en declararse fanáticos de este sistema cuando tienen oportunidad de viajar a otros puntos del planeta.
¿O acaso no han escuchado al compadre, el vecino o el cuñado farolón decir que el Metro de la Ciudad de México (o de Nueva York, depende del nivel económico) “es lo máximo” y que, si pudieran, “lo usarían todos los días”. La hipocresía, pues.
Esta idea de que el auto nos vuelve superiores se comprueba también con la relación que los automovilistas tienen con aquellos quienes -como un servidor- decidieron utilizar otros medios para llegar del punto A al punto B.
Motociclistas, ciclistas y peatones, tienen que jugarse la vida diariamente sorteando los criminales embates de los automovilistas que no pueden soportar que haya alguien más usando “sus” calles y avenidas.
Y lo peor del caso es que luego encuentran merolicos en los medios de comunicación que encuentran la forma de hacer ver a los ciclistas y los que usamos motos como irresponsables, violadores de la ley.
Por eso me sorprendió la crítica de Colosio, porque está iniciando una pelea contra un sistema de vida arraigado en Nuevo León, porque para nadie es un secreto que hay muchísimas personas que prefieren que les mientes la madre a que los bajes del carro.
Y si todo lo anterior fuera poco, el alcalde se atrevió a mostrarse a favor de la verificación vehicular ¡Cristo crucificado, ampáranos!
Quiero creer que Colosio estaba hablando en serio, que va a buscar formas de ofrecer a los residentes de esta zona metropolitana otras vías de transporte diferentes al automóvil.
Si lo hiciere, entonces los farolones no tendrían más excusas para decirle adiós a su “amado carrillo” (perdón por el chiste sangrón) y poner su granito de arena para hacer la convivencia vial en esta caótica metrópoli un poquito más llevadera.
Después de todo, nadie puede decir que está contento con perder dos horas de su vida en el tráfico de Gonzalitos, Leones o la Carretera Nacional.