Podría caer en el lugar común y asegurar que no entiendo las decisiones de las autoridades gubernamentales pero, en este caso estaría mintiendo pues estoy seguro que les vale completamente madre.
Nuevo León vive el peor momento de la pandemia de Covid-19 con más de 4 mil 500 contagios diarios reportados por la Secretaría de Salud.
Qué efecto tendrán estas cifras en el número de personas hospitalizadas y quienes lleguen a perder la vida debido a las complicaciones generadas por la enfermedad, es algo que aún no se sabe con exactitud.
Las previsiones más optimistas es que las consecuencias no serán tan devastadoras, pues se ha encontrado que la variante Ómicron, responsable de la mayor parte de los nuevos contagios, afecta únicamente las vías respiratorias y no los pulmones, como lo hacen otras variaciones más letales del Coronavirus.
Sin embargo, los estudios que aseguran que esta variante es menos mortal y que las posibilidades de ir a parar a un hospital son mucho menores no me tranquilizan en nada, porque el riesgo existe, en menor probabilidad, pero existe.
Es como tirarse un albur, jugar a la ruleta rusa con una sola bala: existen cinco posibilidades de que no te vueles los sesos, pero siempre estará ahí el cartucho solitario que decretará el “game over”.
Me lo repiten una y otra vez: “Ómicron no te va a llevar al hospital”, sin embargo, para serles sinceros, no tengo ganas de averiguarlo. Y por favor no me vengan con la jalada de que no se puede ir por la vida con miedo, hemos perdido a demasiadas y muy queridas personas en los últimos años para darnos cuenta que lo que estamos viviendo es digno de una novela de terror.
Estamos en el peor momento de la pandemia y el gobierno del Estado decretó que la economía es mucho más importante que la salud pública, es por ello que ha descartado cualquier posibilidad de regresar a los cierres de los negocios “no esenciales”.
Estamos en el peor momento de la pandemia y el gobierno del Estado se enquistó en la posición más facilona de todas: echarle la responsabilidad a los ciudadanos de cortar la cadena de contagios alegando que “si todos somos parte del problema, todos somos parte de la solución”.
Que sean los papás los que decidan si mandan a sus hijos a la escuela, que sean los empresarios quienes decidan cuáles de sus empleados pueden hacer home office.
Si un equipo de futbol decide meter en su estadio a 21 mil personas ¡que así sea!, total, es responsabilidad de cada ciudadano si quiere ir a exponerse a un virus que, puede ser que si o puede ser que no, lo mande al nosocomio.
“La escuela es un lugar mucho más seguro que la misma casa”, sentenció la secretaria de Educación y yo sentí ganas de aventarle algo a la pantalla desde donde la estaba escuchando.
Desde antes del arranque de la administración lo había empezado a notar y ahora, con las medidas que están implementando en el peor momento de la pandemia lo confirmo: esta administración gobierna desde el privilegio.
Creen que todas las escuelas de Nuevo León son como los colegios privados de San Pedro Garza García a donde mandan a sus hijos y sobrinos y donde pueden darse el lujo de sana distancia, asistencia reducida, gel antibacterial hasta para bañarse y cubrebocas suficientes para usar dos o tres al día.
Creen que todas las escuelas de la entidad están en la posición de, llegado el momento, irse a clases a distancia por medio de sesiones en Zoom gracias a que cada huerco tiene a su disposición un iPad y una conexión estable a internet.
Como gobiernan desde el privilegio y no conocen otra cosa, piensan que todos los trabajadores del Estado pueden darse el lujo de trabajar desde casa al momento en que lo deseen.
Para esta administración, pedir los víveres desde una aplicación y que te los lleven a la puerta de tu casa totalmente sanitizados no es una extravagancia, es algo completamente normal que todos podemos hacer.
Para ellos, palabras como el autocuidado, teletrabajo y educación a distancia son algo natural porque no conocen otra cosa, porque nunca han sabido lo que es ir a trabajar en camión, recorrer una y otra tienda buscando los precios más baratos para el mandado, soportar las deficiencias y el valemadrismo de un maestro de escuela pública que simplemente no tiene ganas de esforzarse con grupos de más de 40 chamacos.
Estos funcionarios estatales viven la realidad del 1 por ciento de la población, de aquellos que no se preocupan por llegar a la quincena, por saber si van a tener para pagar la luz, el agua o para costear tres comidas al día.
Dicen que entienden las necesidades del pueblo pero están mintiendo.
Si las entendieran, si supieran lo que significa para muchos padres mandar a sus hijos a una escuela donde ni siquiera hay agua potable, sin más alimento en el estómago que un pan con un vaso de leche y sin más protección que un viejo cubrebocas todo raído pues lo han estado usando desde los últimos cuatro días, enfrentarían de otra manera este, el peor momento de la pandemia.
Gobiernan desde el privilegio y por ello les vale madre lo que nos suceda al resto de nosotros, los que los llevamos a sus puestos.
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