El poder de atracción del futbol soccer profesional no se discute. Inclusive los sociólogos y otros especialistas sostienen que es la nueva religión del mundo. Por eso las grandes inversiones financieras están detrás de los modernos estadios en todo el planeta, construidos a precios exorbitantes. Y se levantan como verdaderas obras de arte para albergar a multitudes de personas atacadas por el virus de este deporte tan popular en todos los continentes.
Para mejores señas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cuenta con 193 países miembros. Y muchos de ellos no pagan sus cuotas o lo hacen a destiempo, mientras que la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) tiene inscritos a 211 y éstos no dejan pasar la fecha de inscripción, para no ser desafiliados. De ahí que los educadores escolares a lo largo y ancho del orbe se quejen de que los alumnos desde su infancia saben más de todo lo que sucede en el futbol soccer y sus protagonistas antes que conocer a los héroes nacionales e instruirse en las materias base de su formación.
En estas circunstancias, el marketing deportivo no podría pasar por alto la explotación de marcas, artículos comerciales, fetiches, clubes y futbolistas como producto de venta. Y los medios de comunicación de masas cierran el círculo exitoso, en muchos casos, para proyectar figuras emblemáticas y sitios espectaculares que obran como un imán en el cerebro humano de los más vulnerables, que de inmediato son atrapados como aficionados o como fanáticos de unos colores y otros símbolos de riguroso significado emocional.
Sin embargo, en los famosos mundiales o copas del mundo, promovidos por la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), y que captan la atención de los habitantes de la mitad del planeta, es cuando más se pone de manifiesto ese desbordamiento y pasión, en algunos casos irracionales, escudándose en un falso nacionalismo. Y no descartamos a los gobernantes y políticos que buscan sacar raja para sus intereses, como en este caso lo ha buscado Vladimir Putin con el torneo en Rusia, pues, para empezar, ha hecho una erogación total de 21 mil millones de euros, convirtiéndose en el más caro de la historia.
Brasil, en el 2014, fue objeto de severas críticas por invertir 8 millones 100 mil euros en su organización, pues superó los 3 millones 280 mil de Sudáfrica en el 2010, que a su vez dejó atrás los 430 millones que le costó a Alemania la realización de la Copa del Mundo en 2006. El futbol luce todo su esplendor en este tipo de eventos en que los medios informativos, con la televisión a la cabeza, y los grupos empresariales patrocinadores, no se miden para arrancar a los espectadores emociones a raudales.
Por eso, en este torneo tan promovido en Rusia, es muy recomendable difundir por todos los medios la sensatez y lucidez para disfrutar las jugadas, las repeticiones, los comentarios e imágenes abundantes del país anfitrión, pero sin caer en la degradación de los valores auténticos de toda sociedad civilizada.
Ya lo dijo el gran exfutbolista argentino Jorge Valdano: “El futbol es lo más importante, entre las cosas menos importantes”. Ojalá no lo olvidemos ahora que ha empezado a rodar el balón en Rusia. Porque antes que consumidores de cualquier espectáculo de masas, somos seres humanos.