Los verdaderos reporteros vivimos de y para la información de actualidad. Pero ésta proviene de la investigación o de la filtración, siempre y cuando la segunda esté avalada por una fuente fidedigna. Porque no basta con una buena documentación o con salir a la calle y parar las antenas para que la curiosidad rastree los datos de interés general. Ni tampoco es suficiente el apunte que nos dan con toda confianza los representantes de las distintas instituciones que prestan un servicio público a la comunidad. Siempre hay algo más que, sobre todo el poder político trata de ocultar y que ni un buen sabueso periodista puede descubrir sin ayuda de los mismos implicados o de testigos de honor, especialmente en el mundo de la “grilla” partidista.
Es una costumbre inveterada del periodismo dar golpes informativos de alto impacto a través de las filtraciones. Pero también es común que la secuela a que dan lugar sea una sarta de negaciones o descalificaciones de parte de los involucrados en estos “trascendidos”, tipificados como chismes o rumores. Y es una realidad muy conocida también que, después de deslindarse de estas referencias en los medios masivos, se dediquen de inmediato a indagar quién y cómo dio a conocer los hechos o declaraciones que los hacen objeto de la atención pública.
De por sí los políticos, especialmente los más “picudos”, son hábiles para resistirse a una verdad periodística investigada por los mismos reporteros. Con mayor razón cuando surge de una filtración. No es sino hasta mucho tiempo después que resulta palpable lo expuesto en los medios masivos sea por la confirmación de los mismos protagonistas o testigos, o por el cruce de sucesos en una época lejana. Casos históricos abundan, especialmente en los años del partido hegemónico o casi único en que las autoridades negaban que había fraudes electorales o que el “dedazo” del presidente en turno había elegido a su sucesor o que la desviación de recursos era parte de las libertades que tenían entonces los jerarcas gubernamentales, a través de la disposición de una partida secreta o la construcción de bienes muebles o los viajes y regalos a las amantes. En una palabra, de la corrupción y raterías que son su sello indeleble.
Los priístas de ahora simplemente dicen que eso no volverá a suceder, lo que explícitamente quiere decir que sí sucedía y que las versiones de la prensa eran ciertas de toda certeza en esas narraciones y muchas más. Para mejores señas, también se adornan prometiendo un “nuevo PRI”, en clara alusión a la vergüenza que les causa el “viejo PRI”. ¿O no?
Tal como hoy algunas filtraciones siguen haciendo circular noticias que son negadas rotundamente pero que en un lapso breve o extenso pasarán a la historia como una verdad irrefutable. No importa si esa verdad vino de una investigación propia de los medios informativos o de una filtración interesada. Como esa reunión secreta ocurrida en el 2006 en un hotel de la ciudad de México de la que el periodista de Proceso, Álvaro Delgado, da cuenta en un libro titulado El Amasiato para hacer ver cómo Enrique Peña Nieto, siendo gobernador del Estado de México, se comprometió con Felipe Calderón Hinojosa para conseguirle los votos que necesitaba el panista a fin de ganarle la presidencia de la república a Andrés Manuel López Obrador, cuando la maestra Elba Esther Gordillo gozaba de enorme influencia y buscó también reforzar dicho plan sexenal, junto con otros gobernadores del PRI. De ahí que el bautizo del PRIAN no haya sido nada más un juego de palabras o una ocurrencia.
Álvaro Delgado concluye en su trabajo periodístico que el acuerdo implicaba que Felipe Calderón regresaría a Peña Nieto el favor, y por eso el panista traicionó inclusive a la candidata albiazul Josefina Vázquez Mota para que el representante del grupo Atlacomulco se ciñera la banda presidencial en el 2012. Y no faltan las investigaciones y filtraciones de las que se ha servido Jenaro Villamil en su denuncia contra Televisa al implicarla en el triunfo del hombre del copete más famoso.
Es obvio que se acusa de mentiras todo este juego de versiones. Sin embargo, poco a poco el panorama se ha ido esclareciendo al resquebrajarse a nivel nacional la unidad del PAN desde la administración de Gustavo Madero y más en estos momentos con la renuncia de Margarita Zavala para inscribirse como candidata sin partido, y además con la sarta de declaraciones y evidencias presentadas por el presidente del mismo, Ricardo Anaya, y de Ernesto Ruffo Appel u otros de sus seguidores, así como las de sus rivales dentro del mismo instituto político, los calificados como traidores Javier Lozano, Ernesto Cordero y Roberto Gil Zuarth.
A río revuelto ganancia de pescadores. No hay de otra. Pero la que hoy sale perdiendo es la opinión pública, porque no hay una confirmación plena de los hechos y los dichos ni de tantas filtraciones de aquí y de allá. Lo único cierto es la conclusión que nos deja un axioma muy viejo: “Cuando las comadres se pelean, salen muchos trapitos al sol”. Qué le vamos a hacer…