Un cuento infantil narraba la estampida de los animales de la selva, cuando un chacalito interpretó que un estruendo, significaba que la tierra se hundía. Despavoridos gritaban que el planeta se caía. Los detuvo un león diciéndoles que aunque corrieran no podrían escapar. La caída de un coco provocó la confusión. Los animales comprobaron que nada pasaba y regresaron a sus madrigueras. Esa imagen de los animales huyendo hace evocar que si pudieran, los mexicanos correrían hacia otro lugar porque esta tierra sí se está hundiendo. La realidad de la violencia no es imaginaria, está enraizada en nuestro territorio.
El empresario regiomontano Alejandro Junco, propietario de los periódicos El Norte y Reforma, entre otros, huyó a Austin,Texas, con su familia. Junco envió una carta al gobernador González Paras para decirle que se va porque “perdió la fe”.
Según el gobierno esta violencia es porque faltan recursos para seguridad y pidió aumentar el presupuesto para ese rubro, afectando salud, educación y seguridad social.
Esto revela que no hurga en las raíces que hicieron crecer la criminalidad. Así no era México. Aunque hubo sucesión de malos gobiernos, nunca se alcanzaron estos niveles de pobreza.
Desde Echeverría, a México le ha ido de mal en peor. Los gobiernos neoliberales cierran con broche de oro: el país es más miserable. El desempeño de un gobierno se mide por la riqueza que produce y cómo la distribuye. Con cuántos pobres un Presidente recibe al país y con cuántos lo regresa. Todos reprueban por su incapacidad de reducir la pobreza. Lograron agudizarla.
Los gobiernos pactan con el capital para gobernar porque crearán empleos y reciben apoyo de estas fortunas. Pero en los últimos años, la ecuación resultó más desfavorable y la voracidad, ilimitada. La riqueza nacional, esa cobija con bordes que la hacen finita, descobijó a todos, al entregarla a un pequeño grupo.
Irresponsables han sido el gobierno y este grupo empresarial. Son coautores de la desestabilización que sufre México. No se puede causar tal inequidad y salir impunes. Aunque muchos empresarios pagan sus impuestos, otros tantos se abrogan el derecho otorgado por malos gobernantes, para pisotear a una mayoría que se vuelve tan pobre, en sentido inverso y proporcional al crecimiento de sus fortunas.
El gobierno hace caravanas al capital sin medir que el enriquecimiento sin control, deja a un pueblo sin nada que llevar a su mesa.
No es Alejandro Junco el único empresario que migró con su familia. El miedo por el aumento de secuestros, provocó discretas salidas. El lamentable caso de Alejandro Martí, es trágica referencia. No hubo blindaje capaz de salvaguardar la vida de su hijo. También se fue a Estados Unidos. Ante la descomposición del país, sus fortunas los convierten en primeros blancos del crimen organizado.
Los gobiernos intentan minimizar la violencia, pero ni modo de ocultar el caso de Morelia, tierra de Felipe Calderón.
Los empresarios tienen razón en exigirle al Estado que los proteja. No la tienen en mantenerse ajenos a una situación que contribuyeron a crear. ¿Qué debe pasar para hacerse concientes de su coparticipación en este estado de cosas?
Alentados por el gobierno, se quedaron con casi toda la riqueza nacional. De ahí parte todo. De La Madrid desincorpora 500 empresas estatales y vendío petróleo crudo en vez de construir refinerías. Salinas vendió las 191 empresas más importantes y productivas como Telmex, el sistema bancario y parte de la industria eléctrica.
Zedillo vendió 61 plantas petroquímicas, Ferrocarriles, aerolíneas, aeropuertos y “dona” el Fobaproa. Fox vende sector eléctrico, del Gas, parte de Pemex, aduanas, permite que Wal Mart y Sams quiebren a empresas mexicanas. Calderón quiere vender Pemex.
Completaron los peores 26 años de pobreza. Ni empresarios ni gobierno comprenden que condujeron al país al abismo de la violencia donde se despeña todo, por su complicidad para compartir privilegios.
Al dejar de pagar impuestos correspondientes a sus ganancias, los consorcios desestabilizaron la economía.
Mario di Constanzo explica que les dieron tratamientos fiscales especiales. Grupo Saba pagó menos impuestos. Banamex, BBVA y HSBC concentran más del 50 por ciento del mercado mexicano y transfieren sus utilidades mexicanas al exterior, para apoyar a sus matrices afectadas por la crisis en E.U.
A Wal Mart, de impunidad laboral conocida, un juez mexicano le revirtió pagar con vales de raya a trabajadores mexicanos. El gobierno de Quebec protegió a empleados canadienses mediante un contrato laboral de tres años. Wal Mart cerró esa sucursal, antes que respetar condiciones laborales justas.
Felipe Calderón dijo a sus dueños: “Ustedes son el verdadero México”. ¿Cuál verdadero México? ¿También el de trasnacionales que explotan a nuestros trabajadores?
Exentarles impuestos a estas fortunas, deja un hueco fiscal que paraliza la economía; esto causa desigualdad, que desata criminalidad que se revierte a los empresarios, pero particularmente al Estado. No hay argumentos para que el gobierno les cobre impuestos de 2, 3 y 4 por ciento de sus ganancias netas, mientras el resto paga 34 de su magro salario.
Como los animales del cuento imposibilitados de huir de la tierra, los mexicanos ven hundirse el país, sin tener adonde ir. Malos gobiernos y empresarios voraces dejan al país convulsionado. Están obligados a asumir su participación y corregirla. Aunque los empresarios son corresponsables, la conducción del país compete al gobierno. Ambos ignoraron que no puede mantenerse indefinidamente a un país muerto de hambre, sin consecuencias. Si empresarios mexicanos huyen a Estados Unidos están diciendo que no hay dinero que alcance para garantizarles protección ni blindaje. Es alarmante señal que a diferencia de otras épocas, no se vaya sólo el capital, sino sus dueños. Su salida retrata un gobierno rebasado, porque ellos se mueven por certezas.
La desigualdad es compañera de viaje durante muchos gobiernos. En 2000, hubo el mayor nivel de desigualdad según el coeficiente de Gini.
En 1984, 10 por ciento de familias concentraba 32.7 por ciento del ingreso; en 2006, una décima parte de las familias concentra 38 por ciento del ingreso nacional. Según la CEPAL México – en los últimos lugares de la región -, crecerá este año 2.5 por ciento. Contrasta con Perú, 8.3, Panamá, 8, Uruguay, 7.5, Argentina, 7, y Venezuela 6. Nuestro PIB indica que el gobierno no hace su tarea, a pesar de los recursos petroleros (la mezcla mexicana se redujo 8.35 por ciento y hasta antes de la crisis en EU, las remesas (que disminuirán en 20 por ciento). Analistas aseguran que el crecimiento este año se reducirá a 2 y el próximo, a 1.3 por ciento.
Según Rogelio Ramírez de la O, en 2008 se perderán un millón de empleos. En 2009, un millón 500 mil. Cuando el gobierno trabaje, no necesitará inundar de spots que intentan tapar en vano, no al sol, sino a la sombra cernida sobre la nación.
No se trata de ir contra individuos, sino contra acciones que provocaron la desigualdad que desmoronó los cimientos del país. Los empresarios tienen derecho a ser protegidos por el Estado. Pero Hacienda debe exigirles los impuestos que deben. Si Calderón pide unidad pero solicita dinero no para salud o educación, sino para armas, tiene una lectura equivocada del país. No son armas, sino empleos.
El gobierno debe salir a las calles y escuchar lo que la gente dice: acatar un mandato de gobernar para todos. Entender su obligación de disolver clases privilegiadas. No dimensionan que si ciertos empresarios se llevan la riqueza nacional que irresponsables gobernantes les donaron, nos dejan sin país.
Las empresas que no forman parte del círculo del privilegio, deberían deslindarse con sus declaraciones fiscales. Si Alejandro Junco dice a González Parás que se va de México porque se le “acabó la fe” ¿Qué clase de fe en su país puede quedarle al ciudadano de a pie? ¿Qué le queda entonces al resto de los mexicanos?