Se ha dicho de todo y nada en los medios masivos y en las vías alternas de información sobre la llamada « Reforma educativa » del gobierno federal y los cambios que prevé para las condiciones de trabajo de los docentes. Más que agregar otro comentario sobre la oportunidad de usar o no el chantaje como medio de negociación; o de usar cierta violencia para desalojar los manifestantes, me propongo hoy aportar mi humilde contribución al debate sobre uno de los puntos más controvertidos de la propuesta de “reforma”: la evaluación de los maestros. Aportaré elementos de reflexión sobre cómo son evaluados en Europa; pues muchos colegas profesores y estudiantes en México me preguntaron cómo estaba la situación allá.
Europa conoció también evoluciones recientes respecto a la evaluación de sus docentes, orientándola hacia un mayor control de los profesores, y esto de varias maneras: evaluaciones internas por los alumnos, controles externos por expertos pedagógicos o por los responsables de las escuelas, autoevaluaciones, co-evaluaciones de los colegas… En Suecia por ejemplo, el jefe del establecimiento contribuye a definir el nivel de salario de los docentes según sus resultados: una parte del sueldo de cada maestro se calcula según “el mérito” que tiene, pero considerando sus condiciones de trabajo (factor que pelean los maestros mexicanos para que se tome en cuenta). Si en México la enseñanza en zona metropolitana de Monterrey no tiene mucho que ver con la realidad laboral de los docentes de las zonas rurales de Oaxaca; en Europa también existen disparidades fuertes entre las escuelas rurales y las periurbanas, con grupos sobrecargados que enfrentan múltiples problemáticas de violencia, discriminación, racismo y/o desigualdades socioeconómicas. La problemática es la misma que aquí: ¿cómo integrar estas diferentes realidades en las evaluaciones de la labor docente?
Un inicio de respuesta se podría encontrar en los países escandinavos que llaman particularmente la atención por sus excelentes resultados educativos. Finlandia, regularmente estampillado como “el mejor sistema educativo del mundo”, no tiene sistema nacional de evaluación de sus profesores. Al contrario, las escuelas son las responsables de las evaluaciones, tomando en cuenta las condiciones específicas de cada escuela. Es interesante notar que todo esto se efectúa bajo la responsabilidad de la autoridad municipal. En Bélgica también existe un sistema similar. Obviamente, esto implica una formación de los directivos para que sepan aplicar evaluaciones objetivas y sustentadas.
El caso británico es muy sugestivo, ya que propone un modelo único que va mucho más allá de un simple examen de evaluación o de una observación en clase. En efecto, los agentes del ministerio observan las escuelas durante varias semanas y revisan todos los procesos administrativos y académicos para verificar que las escuelas funcionen según lo deseado. En caso de encontrar anomalías o puntos a mejorar, los funcionarios proponen soluciones y plan de acción a largo plazo. A los profesores que no obtienen buenos resultados se les ofrecen planes de capacitación, y si después de varias oportunidades no demuestran tener las habilidades requeridas para ser docentes, se les propone una formación para que encuentren empleo en otro sector de actividad.
En Francia, existen inspectores del Ministerio de Educación que entran a las clases de los profesores. Sin embargo, este sistema es parcialmente ineficiente, ya que un maestro sólo es evaluado cada cinco años – a lo mucho – y durante un lapso de tiempo insuficiente para juzgar las competencias docentes de un maestro.
Lo seguro es que lo que no se evalúa difícilmente se mejora y que es necesario establecer un sistema de retroalimentación y de evaluación docente. Obviamente, evaluar los maestros implica proponerles anteriormente una formación sólida para que tengan la oportunidad de desarrollar las herramientas, los conocimientos y las habilidades necesarias para ser buenos educadores. Toda evaluación, para docentes como para alumnos, debe ser fuente de aprendizaje, porque estudiar únicamente para aprobar un examen no sirve de nada. De igual manera, así como un buen maestro explica claramente cuáles son los objetivos y criterios de evaluación de su clase al inicio del ciclo escolar, un sistema de evaluación docente eficaz debe tener objetivos muy claros y una visión a largo plazo. Sólo así los profesores contribuirán a mejorar la calidad educativa del país. Lo seguro es que implementar una reforma educativa a la fuerza y sin la adhesión de los maestros nunca resultó en una mejora efectiva. Evaluar debe incitar a mejorar y no servir para castigar. Y en el estado actual de la “reforma” en México, es poco probable que los cambios en la situación laboral de los maestros mejoren la educación.
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