En VI Encuentro Mundial de las Familias 2009, auspiciado por El Vaticano, y organizado por la jerarquía católica del país efectuada en enero, Felipe Calderón olvidó que México es un Estado laico, no confesional y que el cargo que ostenta le impide hacer declaraciones a título personal sobre sus creencias religiosas, y lo obliga a hablar en representación de todos los mexicanos. Sus afirmaciones de “extrañamos al Papa Benedicto XVI” y su bienvenida a religiosos y laicos “A la tierra de Maria Guadalupe y Juan San Diego” y al primer santo mexicano “que es además mi patrono, San Felipe de Jesús” están fuera de lugar pues dejan entrever que como jefe del Ejecutivo, favorecerá políticas públicas acordes a la Iglesia Católica.
La ostentación pública de su religión propició que fuera recibido como “Presidente católico”, calificativo al que hizo honor en su mensaje. Si Calderón acudiera a encuentros similares de otras iglesias, su participación pudo pasar desapercibida.
Pero su presencia ignoró que en México conviven muchos credos y religiones. Algunos culpan al PAN de la injerencia de la Iglesia Católica en los asuntos del Estado. Aunque lo están haciendo, hay que recordar que los priistas los precedieron en el error.
La diferencia es que los priistas eran menos obvios. Inicialmente Calderón pretendió diferenciarse de Vicente Fox en la ostentación pública de su fe. (Se recordará cuando Fox llevó un crucifijo a su toma de posesión como Presidente). Pero hoy, Calderón se le parece mucho.
Siendo México un Estado laico se rige por leyes elaboradas y aprobadas por el Poder Legislativo. Estas se crean dentro de instancias democráticas bajo el marco de la Constitución Mexicana y son ajenas a posturas religiosas.
Pero Calderón confundió el ámbito público con el religioso, al participar activamente en el encuentro y criticar el divorcio contemplado en nuestras leyes, pero que difieren de las normas católicas que permiten la anulación pero no contemplan el divorcio. Así, envió el mensaje que la doctrina católica está por encima de la ley.
Calderón manifestó preocupación por el aumento de divorcios en México, y al subrayar que se rigen por la legislación civil, los ubicó como la causa que propicia la desintegración familiar, e individuos que recurren a la violencia. “Presenciamos, que de acuerdo con la legislación civil, la práctica del divorcio propicia que muchas familias vivan un proceso de desintegración y de reintegración en ocasiones hacia nuevos núcleos familiares.” “La proliferación de individuos que hacen de la violencia, del crimen, del odio su forma de vida coincide, en gran medida con la fragmentación y disfuncionalidad que afectaron a su entorno familiar”.
Decir que la delincuencia ocurre por falta de valores familiares es un despropósito. Hay correlación directa entre pobreza y delincuencia. No entre divorcios y delincuencia. Según él, muchas víctimas que mueren en enfrentamientos de grupos criminales son “desarraigados de un núcleo familiar, adolescentes y jóvenes que se formaron en la carencia absoluta no sólo de valores familiares sino de familia misma”.
Esta postura confesional se contrapone con su investidura presidencial. Luego reivindicó la tutela del Estado sobre la familia. Se entiende que muchos sacerdotes critiquen las leyes mexicanas.
Añoran el pasado en que la Iglesia Católica tuvo fuerte injerencia sobre el Estado. Pero es un pasado superado. Cuando lo mismo lo hace el Presidente de la República, es una transgresión.
No fue fácil que México delimitara los ámbitos de Estado e Iglesia. Fue preciso que Benito Juárez promoviera su separación a través de las Leyes de Reforma, donde a la Iglesia se le ubica en terrenos espirituales y sus mensajes se pronuncian desde los púlpitos, y al Estado se le deja en los asuntos públicos. Desde la llegada del PAN al poder en el 2000, la Iglesia Católica quiso influir en las decisiones del Estado. En el polémico caso del aborto cuya legislación se aprobó en el Distrito Federal, pretendió que lo que considera pecado para sus fieles, quedara estipulado en la legislación como delito, una especie de “pecado legal” no para sus fieles sino imponiéndolo para toda la población católica o no católica. La alusión de Calderón a que los divorcios provocan la violencia en México, no sólo es ignorante, sino que implica una condena del Presidente de la república a la Constitución que contempla y permite el divorcio.
En todos los países los divorcios van en aumento. Más allá de las razones de las parejas para romper el vínculo matrimonial, corresponden al ámbito privado.
No es el lugar del Presidente criticar a las parejas que deciden divorciarse. Pero al margen del error político y atropello a nuestro Estado laico, las afirmaciones de Calderón no concuerdan con la realidad de las naciones con alto índice de divorcios.
Por el contrario, estos países tienen índices bajos de violencia. Además omitió un dato relevante: gran número de divorcios ocurren para poner un alto a la violencia intrafamiliar. Aunque reconoció que más de cinco millones de familias, son encabezadas por la madre, nunca explicó por qué.
Una razón es que los gobiernos y las leyes mexicanas no protegen ni a las mujeres ni a los niños, y en caso de conflicto entre la pareja, las madres están en total indefensión al igual que sus hijos.
La intervención presidencial fue un éxito según cardenales, obispos y sacerdotes, pero fue un desfiguro ante el resto de la población, pues tergiversó su papel. No es raro que al dirigirse a su feligresía los religiosos aludan a los valores familiares o que invoquen a los santos.
Pero si lo hace el Presidente de la república que además evocó al Papa Paulo VI y al apóstol San Pablo, es una deformación. El debe ser Presidente de todos los mexicanos sean creyentes, ateos o agnósticos. Calderón por cierto, nunca aludió a los problemas que provocan a las familias, la pederastia de muchos religiosos y sacerdotes y el daño permanente causado mientras la Iglesia Católica en lugar de denunciarlos, los protege.
Grupos parlamentarios del PRD, PT, Convergencia y PANAL objetaron la presencia y el discurso de Calderón por tratarse de una “violación flagrante al Estado laico, un exceso en contra del respeto a la Constitución.”
No fueron los únicos que se inconformaron. El ministro de la Suprema Corte de Justicia, Genaro Góngora Pimentel, precisó que identificar como familia sólo a la integrada por un hombre y una mujer es contrario al Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, que reconoce otras formas de familia.
Otras organizaciones pagaron planas en periódicos nacionales para lamentar que Felipe Calderón “haya resaltado en el espacio público su fe, los santos de su devoción y los religiosos que lo educaron”. Felipe Calderón como cualquier ciudadano tiene derecho a elegir y profesar sus creencias religiosas, pero no a manifestarlas en público.
Como en Guanajuato, que tuvieron que dar marcha atrás a la perversión de haber prohibido besar en público, alguien debería decirle que las distorsiones de la Derecha en el gobierno, van en contra del Estado laico y de nuestra Constitución, que protege pluralidad de creencias y libertad de conciencia.v