
En la actual Sociedad de la Información, en la que a los ciudadanos parece importarles más el mensajero que el mensaje, llama poderosamente la atención el hecho de que como si fuera una coincidencia macabra, los nuevos líderes sociales, políticos, económicos y religiosos tienen un común denominador: carecen de las más elementales normas de convivencia y respeto entre ellos mismos y obviamente hacia la sociedad en general.
Aunque muchos puedan criticar a los políticos “viejos” lo cierto es que de una manera u otra, dificilmente reunían la arrogancia y cultura limitada, muy común en las nuevas generaciones. Lo mismo lo vemos en la caída de los grandes imperios empresariales, otrora orgullo de regiomontanos y mexicanos en general, en la ausencia de figuras nuevas reconocidas por sus grandes aportaciones a las artes o las ciencias, o en la falta de líderes políticos natos que antepongan el bienestar común al propio.
Así vemos que lo que debería ser una evolución generacional natural en los liderazgos mencionados, no necesariamente está sucediendo, e independientemente de que nuestra comunidad deja a un lado su pasado de forteleza industrial para convertirse en uno más de los centros de servicios educativos o de medicina, resulta que aunque todos tenemos claro nuestro honroso pasado, muy pocos comparten esa visión del presente y futuro.
Lo que es lo mismo ¿quiénes pueden asegurar el rumbo de Nuevo León?, o más aún, ¿quiénes se están preparando para garantizar el futuro de Nuevo León?
Alcaldes que creen que gobernar es garantizar su futuro personal inmediato, repitiendo los esquemas financieros tradicionales para su beneficio, diputados que piensan que “darse con todo” en el Congreso es lo que les garantizará precisamente catapultarse hacia el siguiente y ventajoso escaño en el “servicio público”.
Policías que no vigilan, maestros que no enseñan, empresarios que no emprenden, jueces que no imparten justicia, medios de comunicación que no comunican, gobiernos que no gobiernan…
Lo anterior parece ser un sello particular de los liderazgos del siglo XXI, y mientras que los protagonistas parecen ignorar, ventajosamente, la responsabilidad global que enfrentan, los ciudadanos permanecemos menos participativos que antes, como si esa extraña enfermedad de apatía crítica envolviera a todos por igual.
Por ello, vale la pena analizar una parte del libro del ahora Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cuando se detiene a reflexionar el porqué a las pasadas generaciones se les facilitaba enormemente encontrar soluciones a los problemas.
En la “Audacia de la Esperanza”, Obama cita en la página 28: “Una de las primeras cosas que me sorprendieron al llegar a Washington fue la relativa cordialidad que existía entre los miembros mayores del Senado… es lugar común decir que esos hombres son una especie en extinción, hombres que no sólo aman al Senado, sino que encarnan una forma de hacer política menos radical y partidista.
De hecho es una de las cosas en la que coinciden los comentaristas. Hubo una época dorada en la gobernara el partido que gobernara, reinaba la cortesía y el gobierno funcionaba.
Según Obama, en una conversación con uno de los miembros del Senado, al preguntarles sobre la fórmula que debía existir para garantizar el respeto y la armonía política para el bienestar de la Nación, recibió una simple pero profunda, muy profunda respuesta:
“Es generacional, en aquellos tiempos casi todo el que tuviera algún tipo de poder en Washington había luchado en la Segunda Guerra Mundial, puede que nos peleáramos como perros y gatos por casi todo, veníamos de lugares distintos y teníamos filosofías políticas distintas, pero la guerra hizo que todos tuviéramos algo en común, esa experiencia compartida hizo que pudiéramos desarrollar respeto y confianza, nos ayudó a solucionar nuestras diferencias y a hacer que las cosas avanzaran”.
Para nuestros políticos actuales ¿cuál pudiera resultar el común denominador que los uniera para fortalecer talentos y sacar a Nuevo León y México adelante?
El obtener el control político de sus respectivos partidos, sea PAN, PRI, PRD, PVEM borrando de una manera poco inteligente y muy arrogante a los que consideraron “enemigos”, ¿pelear las comisiones por compras u obra pública para garantizar sus futuras generaciones?, o ¿verdaderamente gobernar aplicando políticas públicas de vanguardia? Todos sabemos la respuesta…
En pocas palabras, muchos sostienen que en las generaciones pasadas resultaba más común encontrarse “hombres serios que trabajaran en serio”, que en las actuales, y ahora es mucho más simple toparse con tipos “poco serios que trabajan poco serio”.
Ahora resulta que ¡estábamos mejor cuando estábamos peor!