
Al “Bronco” le sobran huevos, pero le faltan proyectos, programas y colaboradores leales y eficientes para que su gobierno se gane el respaldo de la gente. Un gobierno se construye con hechos, con resultados, pero para cuando no hay ideas tampoco puede haber programas gubernamentales.
La gran mayoría de sus colaboradores se han quedado cortos, se han empequeñecido ante lo inmenso que resulta ser el gobierno. Les ha quedado grande el caballo.
El gobernador Jaime Rodríguez Calderón no puede solo con el paquete. Está claro que necesita especialistas en ciertas áreas para crear políticas públicas orientadas a generar confianza.
Nadie espera milagros.
El PRI y el PAN ya han sido gobierno en Nuevo León y no todos sus gobernantes dejaron huella imborrable. Pocas acciones se recuerdan como la Macroplaza de Martínez Domínguez.
Un buen gobierno comienza con una idea, un sueño, un anhelo. Se plasma en un programa y se ejecuta. El problema para “El Bronco” es que da la impresión de que no hay ideas ni programas, sólo ocurrencias.
La Semana Santa debe servir de reflexión para Jaime.
Exigir resultados a su equipo a casi seis meses de Gobierno es ya una máxima que el propio “Bronco” debe plantearse en el confesionario.
Los que no dieron el kilo deberán ir pensando en dejar sus cargos antes de que Rodríguez Calderón les aplique el adagio aquel pronunciado por un viejo lobo de la política como Alfonso Martínez Domínguez: me equivocaré al ponerlos, pero no al quitarlos.
Haciendo un breve resumen de lo ocurrido en el gobierno del “Bronco”, sus colaboradores le han traído más escándalos que resultados. Pocos se salvan de haber sido sacudidos por los tsunamis de la opinión pública.
Otros navegan sin pena ni gloria dentro de sus oficinas.
La sociedad ya exige acciones. Jaime Rodríguez Calderón deberá ir ensayando la frase decembrina aquella del adiós, pero aplicada en Cuaresma, que diría: “Semana Santa me gustó pa’ que te vayas”.