México no debería asistir al Mundial de Brasil 2014 porque la selección de futbol fue una verdadera vergüenza en el hexagonal de Concacaf, igual o peor que las eliminaciones rumbo a los campeonatos de Alemania 1974 y España 1982.
Y si todavía el tricolor agoniza aspirando acudir al próximo Mundial, es gracias a la nueva potencia de la zona desde hace muchos años: Estados Unidos, guste o no a aficionados, jugadores, directivos de equipos y de la Federación Mexicana de Futbol.
Quién se iba a imaginar que el país potencia en otros deportes como basquetbol, beisbol, atletismo y natación, también iba a desbancar a México del futbol. Pero peor todavía, que jugando con su selección B eliminaría a Panamá en favor de nosotros, los pobres vecinos del sur.
Atrás quedaron los viejos tiempos cuando en Estados Unidos no existía una liga digna con equipos profesionales; cuando su selección era conformada por jugadores colegiales, en su mayoría de origen hispano o con apellidos europeos, y que acudían a las eliminatorias sólo por compromiso, no buscando sumar puntos, sino recibir los menos goles posibles.
En la década de los 70, con todo el poder económico de la principal potencia del mundo, el orgullo estadounidense atrajo al Rey Pelé y a otras estrellas del mundo en decadencia para integrarse al naciente campeonato local profesional, siendo el club Cosmos de Nueva York el de mayor presupuesto.
Se trataba de que la población del vecino del norte, actualmente un gran mercado de cerca 320 millones de personas, anexara a su repertorio deportivo al considerado número uno del mundo: el soccer. Y si bien esa liga no fue el negocio esperado para los patrocinadores y se apagó rápidamente, sembró la semilla en las escuelas, colegios y universidades.
Mientras eso pasaba en Estados Unidos, en México los directivos acumulaban una serie de fracasos, eliminaciones y expulsiones, que derivaron en las ausencias de la selección en los Mundiales de Alemania 1974, España 1982 e Italia 1990.
Fue a partir de la justa realizada, por mera coincidencia en Estados Unidos 1994, cuando se sumaron al hilo las asistencias aztecas hasta la más reciente en Sudáfrica 2010 con regulares actuaciones, aunque la televisión nos hacía creer que pudimos ser campeones mundiales.
Porque el gran negocio, primero de Televisa y luego de TV Azteca, los dos consorcios que tienen la exclusividad de las transmisiones de los partidos del tricolor, hacen y deshacen en el interior de la Femexfut, con tal cinismo que ponen y quitan a directores técnicos cuando están en riesgo cientos de millones de dólares de ganancias.
A menos de un mes de que México se juegue todo en dos partidos frente a Nueva Zelanda, y con el partido de vuelta en ese país, Emilio Azcárraga hizo todo por quitar a Víctor Manuel Vucetich como entrenador, tras la casi eliminación al perder 2-1 con Costa Rica, pero que se evitó con la victoria estadounidense 3-2 ante Panamá.
Se calcula que si México no acude a Brasil 2014 las pérdidas serían de casi 900 millones de dólares, principalmente para las dos empresas televisivas a manera de patrocinadores de la selección nacional, y otra gran parte para el país organizador, ya que viajarían alrededor de 50 mil mexicanos como turistas.
Por eso Televisa puso a disposición de la Femexfut al campeón técnico del América, Miguel “El Piojo” Herrera, como el salvador del orgullo de toda un país futbolero, pero más como el salvador de los bolsillos de Azcárraga.
¿Las televisión a quién quieren engañar cuando se rasgan las vestiduras, a través de sus conductores, del nivel tan bajo del tricolor y de la muy probable eliminación?
¿A poco les duele más que el equipo no vaya a Brasil que los contratos que estaban por ser firmados con las marcas patrocinadoras?
Obviamente el gran negocio que se escapa como arena entre los dedos de las manos, es el que más está causando afecciones cardiacas entre los amos del futbol mexicano.
Y no solamente los propietarios de los clubes son los culpables de este gran desastre, sino también los periodistas de futbol.
Porque el mundo del periodismo no quedó al margen y quiso su rebanadota de ese pastel, pues algunos famosos del micrófono firman contratos con marcas comerciales. Y si México es eliminado, adiós ese ingreso.
¿Quién se cree el cuento del “Perro” Bermúdez o de Martinolli, quienes de repente sacaron de su ronco pecho todo lo patriotas que llevan dentro?
Esos dos hijos de Emilio Azcárraga y de Ricardo Salinas Pliego también ya están metidos hasta el tuétano en un negocio que sobrevive de los aficionados, el último eslabón de esa vergüenza llamada futbol.
Porque mientras más abonos vendan los equipos, más playeras se agoten, más pagos por eventos se contraten y más cerveza embrutezca a los aficionados, más hinchados en cientos de millones de dólares tendrán los clubes y los federativos.
Por eso, a tres semanas de la fatídica fecha del partido de vuelta el 20 de noviembre en Nueva Zelanda, dará pena ver cómo los hinchas mexicanos se olvidarán del pobre nivel de nuestro balompié, y se embriagarán, en todos los sentidos, de la Liga MX.
Ni qué pensar en castigar tanta mediocridad, con ausencias de los estadios a manera de repudio. Eso se merecen los amos del futbol de sus esclavos… y mucho más.