P
udiera ser que siento entre nostalgia y poco de envidia (de la buena) al ver a mis colegas Eduardo Salazar, a su camarógrafo y a un asistente (Televisa México); a Pascal Beltrán del Río (Imagen y El Heraldo), a Carlos Loret de Mola (Latinus) y los que se acumulen, viajando a la guerra de Ucrania.
Pero también siendo molestia porque mientras ellos cruzaron el Atlántico, la verdad es que nunca pisaron las ciudades de Tamaulipas en los peores años de nuestra guerra por el crimen organizado, entre 2009 y 2017.
Por eso mismo es mi reconocimiento a los reporteros de Hora Cero y de otros medios tamaulipecos que sufrieron amenazas, autocensura, tortura física o psicológica y bajas, y nunca abandonaron ni abandonamos nuestras trincheras.
Y además recuerdo que los corresponsales en México de televisoras, periódicos y agencias internacionales tenían prohibido pisar Tamaulipas, y los medios texanos jamás cruzaron la frontera, y nos pedían a lo lejos nuestros testimonios.
No una, sino varias veces, fuimos guías de periodistas de medios como Los Angeles Times, The Dallas Morning, Reuters, AP o The New York Times, que llegaban a Reynosa discretos a petición nuestra para evitar ser “levantados” (que era lo menos que nos podía pasar) por uno de los grupos criminales en disputa de territorios.
También no una, sino varias veces, trabajamos bajo total estrés al ver en acción, o escuchar testimonios, de los helicópteros artillados de la Marina accionar sus poderosas armas contra convoys de los Zetas o del CDG en carreteras o barrios habitados por civiles.
Así, nosotros los periodistas de Tamaulipas, despertamos y dormíamos durante ocho años, mientras Lalo Salazar, Pascal, Loret de Mola y los corresponsales internacionales presentaban las noticias de nuestra guerra a lo lejos. Y al salir de sus estudios de televisión se iban al Starbucks a tomar un humeante café.
Así tal cual, sin una coma de más, ni un punto de menos.
DESDE LA GUERRA EN UCRANIA
Emmanuel Ortiz, el experimentado fotoperiodista de guerra, viajaba en tren rumbo a Odesa, al sur de Ucrania y muy cerca de Mikolaiv, que está a punto de ser tomada por el ejército ruso.
El corresponsal de medios franceses, que también publica en Hora Cero a partir del octavo día de la invasión, dejó atrás Lviv (Leópolis), donde periodistas internacionales se quedaron varados y limitados para trabajar por órdenes del gobierno.
Conozco a Emmanuel desde 1993 cuando tuve el privilegio de convivir con él en el prolongado asedio a Sarajevo, durante la brutal guerra de la ex Yugoslavia.
De origen argentino y nacionalizado francés, Emmanuel cruzó la frontera con Polonia para llegar a Lviv, a 70 kilómetros de la frontera dentro de territorio ucraniano.
Ayer pude hablar con él y me dijo que el Ministerio del Interior y el Ejército de Ucrania tomaron medidas para limitar el trabajo de los corresponsales, como prohibir tomar fotos y video en instalaciones militares, aeropuertos y a civiles en las estaciones del tren donde miles de personas huyen del conflicto.
“¡Esto es una mierda!”, exclamó molesto por las medidas. Tenía el plan de viajar por tren a la capital Kiev, pero por alguna razón decidió por Odesa, al sur del país, para estar más cerca de los bombardeos y de la migración de miles de civiles inocentes que intentan huir de la ofensiva rusa.
Suerte amigo. Estás donde quisiste estar al dejar la pasividad de Normandía, Francia, donde has vivido los últimos años, pero los tambores de guerra te llamaron de nuevo.
Según el diario español El País, las tropas rusas se estarían preparando para atacar Odesa, un puerto clave en el Mar Negro.
En ese frente sur los invasores consolidaron sus avances el día anterior. No han entrado todavía a Mikolaiv, pero podrían estar concentrados ahí, preparando una operación sobre Odsesa, según agregó El País en base a la inteligencia del Reino Unido.
Por error, el lunes 7 de marzo Emmanuel arribó a la estación ferroviaria de Kiev donde durmió. Su plan seguía en alcanzar Odesa.
¡Suerte amigo!
twitter: @hhjimenez