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Que en paz descanse mi escolta Eustorgio

12 de junio de 2017 por Agustín Lozano

El reconocimiento póstumo para los policías caídos en la balacera en el penal de Ciudad Victoria no tendrá razón de ser si los familiares no reciben el seguro vida completo y una indemnización por parte del gobierno del Estado, porque los elementos de Fuerza Tamaulipas fueron enviados al matadero, ya que los reos revoltosos estaban más y mejor armados que los uniformados.
Pero además la familia exige que los hijos de esos policías reciban becas que les permitan cursar carreras universitarias, para que no sigan la carrera de sus padres y los expongan a una muerte segura como ocurrió con sus progenitores.
Para ser policía en Tamaulipas se necesita algo más que vocación y José Eustorgio Olmedo Santiago, José Aarón Martínez Guerrero y Moisés Ulises Pérez Martínez tenían madera y de sobra.
José Eustorgio era muy entrón y no le importaba morir con tal de salvar la vida de otros. Lo conocí allá por el año 2009 y junto con Juan, Alejandro, Felipe, Eliodoro, Leocadio y Esteban conformaban mi escolta.
Fue una balacera de las tantas que había en Matamoros en aquellos años que se ganaron mi confianza; fueron por mi hijo al colegio y en pleno ‘traca traca’ lo sacaron escoltado. El propio Eustorgio se quitó su chaleco antibalas y se lo puso al junior.
El comandante Genaro hizo lo propio. Se quitó su chaleco y mientras agarraba su rifle de asalto R-15 me dijo: “Lic. póngaselo porque los pelotazos están a peso y esto apenas comienza. Se andan dando con todo a unas cuantas cuadras de donde estudia su hijo”.
En la otra patrulla esperaban pacientes Eliodoro y Juanito todos empuñando sus armas de cargo, el comandante Genaro les ordenó sacar las metralletas y de inmediato trazó una línea de escape, sólo dijo “síganme”, mientras Leocadio manejaba mi carro y yo abrazaba a mi hijo ante la mirada de Eustorgio.
Muy seguro de sí mismo Eustorgio nos dijo “No se preocupe Lic. no les va a pasar nada aquí traemos con que quererlos”, mientras a lo lejos se escuchaba el estruendo del intercambio de metralla.
Conforme fueron pasando los días fui agarrando más confianza con Eustorgio quien me platicó que vivía en el Fraccionamiento Las Brisas aquí en Matamoros y que antes de ser elemento de la desaparecida Policía Estatal Preventiva (PEP) fue soldado del Ejército Mexicano, en sus días libres de inmediato corría para ver a su esposa y a sus cuatro hijos, era lo que más disfrutaba.
Eustorgio tenía un carrito Metro en color azul de esos chiquitos de tres cilindros, muy apenas cabía toda la familia pero cuando me los topaba en la calle, sus hijos iban brincando de alegría por estar con su papá.
Siempre que lo veía accionaba el claxón y Eustorgio sólo respondía con una franca sonrisa, imagen que nunca olvidaré y denotaba lo feliz que era estar con su familia.
Sus hijos tenían fiesta privaba en la parte trasera del pequeño auto e iban bailoteando y gritando al ritmo de la música que sonaba en el radio, sin lugar a dudas era un síntoma de que todos iban felices y disfrutaban enormidades que su padre Eustorgio los sacara a pasear.
Cada tercer día en punto de las 7:00 horas frente a mi domicilio estaban dos patrullas escoltando mi carrito y cuando salía, ahí estaba Eustorgio comunicando por el radio: “Aquí va saliendo Punto Bravo lo llevamos a su otra jaula”. Y es que para ellos yo tenía dos casas, una era donde dormía y otra era donde trabajaba y me pasaba más tiempo.
Pasaron las semanas y hubo empatía con Eustorgio porque aparte de que era el más serio y el de más hu…s, cuando algo no le gustaba de inmediato le hablaba al comandante para que pusiera orden, sin lugar a dudas era el más disciplinado.
Nunca se me va a olvidar el día que se presentó conmigo estaban Juanito, Esteban, Alex, Leocadio y Eliodoro y me dice: “Soy el policía que lo va a escoltar a su casa y a su trabajo y mi nombre es Eustorgio” y yo despistado como siempre conteste “salud” y todos los demás policías soltaron las carcajadas.
Con esa pequeña broma rompimos el hielo y cada vez que alguno de mis otros escoltas decía su nombre (Eustorgio) otro decía “salud” y así fue durante muchos meses.
Mandamos a hacer tamales de venado, carne asada, y Eustorgio nunca nos quiso acompañarnos, ni siquiera con una cerveza, era muy dedicado el cabrón.
Siempre estaba alerta. En aquel entonces tenía 35 años y era el de mayor experiencia, creo que Eustorgio nació para ser policía, lo que no me gusto fue la forma en la que murió.
Recién entrado el gobierno de Egidio Torre Cantú, mi guardia me fue retirada sin explicación alguna. Eustorgio, Juanito, Alejandro, Leocadio y hasta el propio comandante Genaro acudieron a despedirse de mí.
“Nos reconcentraron a todos Lic. el lunes nos tenemos que presentar en Ciudad Victoria nosotros ya cumplimos con cuidarlo, pero no podemos hacer nada son órdenes superiores y tenemos que acatarlas” me dijo el comandante Genaro.
De inmediato se me acercó Eustorgio me tendió la mano y me dijo “fue un gusto trabajar para usted que Dios lo cuide” yo le respondí gracias el gusto fue mío y ojalá no los manden a La Ribereña en aquellos años allá estaba la cosa muy difícil.
Juanito, Leocadio y Alex se ofrecieron a ser mis escoltas personales, pero para ello tendría que mandar un escrito al gobernador entrante y otro al secretario de Seguridad Pública, pero la orden de Egidio Torre Cantú ya estaba dada y mis escoltas se fueron retirando uno a uno con la cabeza agachada.
Por eso ahora pregunto: ¿quién dio la orden de que entraran al penal a sabiendas que los reos estaban en superioridad numérica y con mejores armas que los uniformados? los reclusos tenían más municiones que un pelotón del Ejército.
La balacera en la que murió Eustorgio duró cuatro horas y a los reos no se les acababan las balas, siguieron disparando por espacio de otras 4 horas más de manera esporádica hasta que llegó la Marina y el Ejército a sofocar el amotinamiento.
¿Quién permitió que pasaran miles de cartuchos y cientos cuernos de chivo (AK-47) al llamado cedes de Victoria?
Las autoridades estatales sólo le hicieron un homenaje póstumo pero ¿ya indagaron quiénes accionaron las armas que mataron a Eustorgio a sus otros compañeros?
La familia de Eustorgio espera todos los beneficios por haber caído en cumplimiento de su deber, quieren pensión, seguro de vida, seguridad social y la garantía de que sus hijos tendrán garantizado sus estudios profesionales.
Descanse en paz mi escolta, José Eustorgio Olmedo Santiago y que Dios te tenga en su santo reino, sólo te puede asegurar una cosa, te veré allá en la mismísima eternidad, sin armas, sin chalecos antibalas y gracias por todo lo que hiciste por mí y por Agustincillo (como tú le decías a mi hijo)
Atentamente clave Punto Bravo.

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