
En la película La Tormenta Perfecta (The Perfect Storm, 2000), drama de la vida real, un barco pesquero capitaneado por George Clooney se pierde en altamar y queda atrapado entre huracanes. En medio de la tempestad, con la nave a punto del naufragio, por unos segundos el cielo se abre y aparece el Sol. Los marinos, maravillados, gritan de júbilo, pues creen que se han salvado. Aunque su alegría es absurda, sienten que deben aferrarse a algo, tener esperanza en lo que sea, aunque sea un rayito de luz, que no les sirve de nada. Instantes después las nubes se oscurecen, el mar furioso los envuelve y ocurre la conocida tragedia.
Pensé en esta historia el sábado pasado, 20 de mayo, en el juego de semifinales Tigres – Rayados, en el Estadio BBVA. Al minuto 75, corner a favor de los regios. Viene el centro y tras el remate, queda muerto el balón que empuja Moreno para marcar. En la celebración, los jugadores van y abrazan al héroe y los suplentes que calientan, le saltan encima. Ha caído el gol que le dará a La Pandilla el pase a la Final. Y contra Tigres, el rival de la ciudad. Mientras festejan imaginan la carrilla que echarán al terminar el juego. Pero en la revisión el VAR anula la acción. El árbitro Santander determina que hay fuera de juego del anotador.
Así como los pescadores de la película, que vieron en un destello entre las nubes, un momento de salvación, los rayados vieron en ese gol la culminación de todos sus sacrificios. Descargaron, con alivio, toda la adrenalina acumulada. Pero la revisión fue como si los despertaran a patadas del sueño más dulce. La invalidación del tanto dejó a los chicos del Monterrey emocionalmente vacíos, espiritualmente exhaustos. No lo sabían, pero cuando el silbante determinó que hubo una infracción, la frustración se apoderó terriblemente de sus corazones que, estrujados, ya no tuvieron ánimo para superar la ofuscación que les ocasionó esa dolorosa, aunque justa, revisión. No tenían forma de desahogar el coraje que les provocó la alegría interrumpida.
Y ya no pudieron recuperarse, porque el gol borrado provocó en el rival el efecto de un disparo de endorfinas directamente en el torrente sanguíneo.
Al 79, Tigres hilvanó un ataque por derecha. Quiñones escupió un centro a Córdova quien picó la pelota con el parietal, en la línea del área chica, y anotó el gol que sentenció la eliminatoria.
Rayados ya no tuvo tiempo para reaccionar. Espiritualmente agotado intentó hilvanar ataques por los lados, metiendo balones desinflados al área que eran capturados por Nahuel, como quien atrapa globitos en una fiesta. Los felinos echaron a los regios con marcador global de 2-1.
Cuando terminó el partido, los análisis instantáneos hallaron como culpable de la derrota albiazul al director técnico, Víctor Manuel Vucetich. Se derrumbó con estruendo el mito del Rey Midas. Ahora se ha desnudado su naturaleza. Es buen estratega, claro, pero no tiene dedos de alquimista, como se consideró en un pasado muy remoto. Desde el 2010 no gana una Liga. Su última campanada con los regios fue una Concachampions en el 2013. El más reciente éxito es una Copa de mole que levantó con Querétaro, en 2016.
En este juego de Vuelta regaló, entero, un primer tiempo. Su equipo fue el mejor de la temporada, rompió su récord de puntos, segunda mejor ofensiva, líder en defensiva. Tigres estaba jugando con tanque de oxígeno, con sus últimas fuerzas, porque su entrenador, Siboldi, apenas comenzaba a armar un parado sistemático. El local tenía todo para asaetearlo, pero lo dejó vivo.
Parecía la estrategia a modo para los de rayas. Por posición en la tabla avanzaban a la final con empate global. La igualada a un gol que negociaron en el primer juego les favorecía. Tenían la posibilidad de manejar dos marcadores, empate y victoria. La derrota era la bala de plata que los fulminaría. Y el DT puso el pecho para ser acribillado.
Porque no se entiende cómo es que, con una temporada echa para las goleadas, pidió a sus muchachos que se agazaparan frente a su marco. Dejó amarrados a los mastines que toda la temporada despedazaron a los enemigos. Erróneamente, esperó pacientemente a contragolpear. En lugar de buscar otro tanto que afianzara la ventaja, decidió quedarse, esperando que las oleadas de los felinos se desvanecieran. Pero eso no ocurrió.
Se le vino a Rayados el vendaval, con una ofensiva de seis o siete atacantes de la U y, para contenerlos, no pudieron hacer nada más que ver el lindo gol de Córdova, que rescató una temporada perdida.
Vuce se paralizó luego del tanto. En realidad, ya no tuvo tiempo para reaccionar.
Ahora el superlíder está en su casa esperando para ver la Final por TV mientras que los tigres, que llegaron asmáticos a la liguilla, se fortalecieron con el paso de las series hasta llegar al duelo final con garras afiladas.
En el momento decisivo los de la UANL recuperaron la cordura, e hicieron ver como un guiñapo al musculoso Monterrey, que tuvo que salir del estadio vomitando sangre que le brotaba de los intestinos.