
Debe ser muy, muy difícil para un atleta profesional el ser honesto consigo mismo. El ambiente de complacencias, halagos y caprichos cumplidos en el que viven -especialmente si su rendimiento es sobresaliente- los puede llevar a vivir en una burbuja permanente de egoísmo, autoelogio y vanidad que a la larga sale cara.
En un país tan acostumbrado a convivir, tolerar y hasta celebrar la deshonestidad (el que no transa no avanza), el que una figura pública sea valiente en reconocer sus errores o limitaciones no es necesariamente bien visto, en especial cuando los intereses creados alrededor de esa figura pública son fuertes, particularmente cuando hay dinero de por medio como ocurre cada vez más en el deporte profesional con patrocinadores, casas de apuestas y hasta derechos de televisión.
La selección varonil mayor de México es uno de los productos mercadológicos y sentimentaloides más importantes en el deporte profesional azteca. La danza millonaria que acompaña al tricolor de la mano del sentimiento de patria es insuperable. Estimaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores considera que 80 mil mexicanos viajarán al mundial de Qatar, cifra que será mucho mayor al sumar los expatriados y con doble ciudadanía que también estarán en el mundial que ya comienza.
Para muchos mexicanos, aficionados y analistas del deporte, ha sido un pecado mortal que Carlos Vela fuera honesto consigo mismo y decidiera renunciar a su posibilidad de ser convocado a la selección. Vela lo ha dicho en muchas ocasiones, el futbol es su trabajo y nada más. Su pasión es el basquetbol y el haber firmado como jugador franquicia de LAFC fue motivado por un deseo de vivir con comodidad y cerca de la cultura mexicana. Bravo por él.
La contraparte es Raúl Jiménez, quien a momentos de que ruede la pelota contra Polonia sigue sin ser honesto consigo mismo y pedir su baja de la selección por motivos lógicos. No está recuperado, tiene mucho sin jugar y quedarse para ser la salvación del equipo jugando los últimos 15 minutos a ver si de milagro anota es una completa deshonestidad de parte del entrenador y del mismo jugador. Ojalá que la burbuja no le vaya a reventar a Jiménez antes de que sus capacidades y talento deportivo disminuyan.
Y mientras esto pasa en Qatar, en Monterrey la directiva de Tigres fue honesta consigo misma y cesó a Miguel Herrera, otro caso bien sabido de vivir en un estado de negación permanente. “Todos son culpables menos yo”, se la pasó diciendo el polémico entrenador al final de cada temporada de fracaso. Ahora le toca a los dirigentes deportivos el ser honestos y buscar -que probablemente ya tienen- a un entrenador que aproveche lo que le queda de calidad a los veteranos, potencialice a los jóvenes y por encima de todo, consolide la identidad tigre, tal y como los grandes equipos en el mundo la han construido, mucho basados en honestidad institucional.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y cuenta con maestrías en las Universidades de Toronto y York. 30 años de experiencia en periodismo, premiado en Estados Unidos y Canadá, y coautor de dos libros.
@Najera13