
La sobrepoblación en las cárceles de México no es algo nuevo. Lo nuevo sería que las autoridades mexicanas tengan el control de territorios conquistados por las bandas del crimen organizado que, se supone y en base a anuncios rimbombantes, han sido desarticuladas y puestas fuera de combate. Lo que en la realidad es una gran mentira.
La masacre en el Penal del Topo Chico de Monterrey, con saldo preliminar de 49 muertos y decenas de heridos, es la confirmación de que los cárteles de la droga están por encima del Estado, porque sus cabecillas hacen y deshacen desde el encierro.
Dentro de esas paredes se ordenan secuestros, se ordenan ejecuciones y se mantiene vivo el negocio de los estupefacientes. ¿Cómo? Tan sencillo: corrompiendo a los servidores públicos de todos los niveles que caen en la tentación del dinero.
Por eso Joaquín “El Chapo” Guzmán se ha evadido dos veces poniendo en ridículo a los sistemas penitenciarios, primero del PAN con Vicente Fox Quesada, y luego del PRI con Enrique Peña Nieto.
Superados los cuatro meses como gobernador de Nuevo León, se suponía que Jaime Rodríguez Calderón iba a sacudir el árbol y tumbar las manzanas podridas del pasado gobierno, el cual permitió que la corrupción penetrara como humedad en las crujías del Topo Chico.
Pero la matanza demuestra que el sistema penitenciario del Estado todavía no está sacudido. Seguramente porque había otros temas más urgentes que empezar a erradicar ese difícil y delicado problema como es la complicidad entre reos y funcionarios.
Si “El Chapo” se escapó del Penal de Máxima Seguridad del Altiplano, por qué se podían matar entre ellos 49 integrantes del Cártel del Golfo y de los Zetas que seguramente se habían convertido en el verdadero gobierno de esa vieja penitenciaría con más de 3 mil 800 internos, muchos de ellos peligrosos, venidos del negocio de las drogas.
Al ver la preocupación en el rostro de “El Bronco” en la rueda de prensa de este jueves 11, seguramente replanteará su estrategia de gobierno y dedicará tiempo para podar, con mano dura, las ramas del árbol para que caigan frutos podridos.
Porque si su prioridad es la candidatura independiente para la presidencia de 2018, entonces casos como el Topo Chico volverán a repetirse como en los peores años de Natividad González y de Rodrigo Medina. Pues muy pronto los Zetas y los Golfos querrán tomar venganza… pero en las calles de la metrópoli.
No pasa nada
En serio que no logro entender por qué el gobernador Jaime Rodríguez Calderón y los alcaldes entrantes que ya cumplieron sus primeros 100 días, no interponen denuncias penales en contra de los funcionarios culpables que se llevaron hasta los cestos de la basura de Palacio de Gobierno y de las presidencias municipales.
En verdad que no me cabe en la cabeza cuál es el motivo de que la justicia lleve un paso de tortuga cuando en otros delitos menores son veloces. Por eso no me extraña que la evaluación de la ciudadanía, recabada por Hora Cero en sondeos ciudadanos y en encuestas privadas, ronde en los 6 puntos de aprobación.
En Monterrey, con anuncios de que la deuda dejada por Margarita Arellanes a Adrián de la Garza supera los 2 mil 500 millones de pesos, no pasa absolutamente nada. Ninguno de los responsables de la pasada administración ha pisado ni siquiera la barandilla, menos el Penal del Topo Chico.
La señora que alguna vez pensó sería la primera gobernadora de Nuevo León se pasea impunemente dentro y fuera del país, cuando debería responder por delitos equiparables a la malversación de fondos públicos y fraude, mínimo.
Nadie de los culpables, cómplices de la ex alcaldesa regia, tiene abierto un expediente en la Procuraduría de Justicia y, algunos brincaron de ese municipio que fue mal administrado por el PAN a otro con las mismas siglas.
Arellanes no desentonó con sus antecesores de Acción Nacional: que la alcaldía de Monterrey se convertiría en su tumba política por voraces como sucedió con Adalberto Madero Quiroga y Fernando Larrazábal Bretón.
Pero que De la Garza siga con los brazos cruzados, convocando a ruedas de prensa para anunciar nuevos montos de la deuda, es como asustar con el petate del muerto, desilusionando a los regiomontanos que votaron por él.
Porque los excesos administrativos que en Monterrey se cometieron podrían llenar cajas de expedientes. Sin embargo, han pasado 100 o más días… y no pasa nada. Hasta llegué a creer que el PAN había ganado las elecciones y eran tapadera unos de otros.
Pero a los ciudadanos no les debe extrañar. Quién recuerda cuántos altos funcionarios de las últimas fraudulentas administraciones panistas y priistas, desde Felipe de Jesús Cantú, pasado por Ricardo Canavati, Madero, Larrazábal y Arellanes, han enfrentado la acción de la justicia. Apuesto mi sueldo que ninguno.
Se vale soñar un operativo de la Policía Ministerial ejecutando una orden de aprehensión contra un ex alcalde, un ex tesorero, un ex secretario de Obras Públicas y Desarrollo Social, por citar dependencias donde se despachan no con la cuchara grande, sino con “la mano de chango” de maquinaria pesada.
Y las televisoras, copartícipes de ese saqueo a las arcas, interrumpiendo sus noticieros para dar pie a enlaces en vivo captando las imágenes de los detenidos con las manos esposadas.
Salvo la denuncia pública en contra de Jonás Larrazábal por recibir supuestos sobornos de dueños de casinos en Monterrey, que significó cavar el primer hoyo político de Larrazábal en 2012 y que le frustró su carrera rumbo a la gubernatura al entonces alcalde Fernando, no ha pasado absolutamente nada.
Denuncias periodísticas sobre presuntos delitos se han publicado, pero no prosperan. Como sucedió en Guadalupe en el trienio de César Garza Villarreal, donde empresas fantasmas recibieron contratos públicos que superan los 100 millones de pesos.
Esa cifra fue solamente lo que pudo documentar Hora Cero, porque los números son mayores. Aun con esas evidencias, Garza Villarreal se burla de los guadalupenses que no perdonan la burla y quien paga los platos rotos es su predecesor Francisco Cienfuegos, el menos culpable de la corrupción que imperó en ese municipio.
Y eso no es todo, el ex alcalde que se mofa de los ciudadanos paseando en bicicleta por carreteras de Estados Unidos, pretende apoderarse del PRI estatal con el apoyo de Héctor Gutiérrez de la Garza.
Y sobre Rodrigo Medina de la Cruz y su papá, según dijo Fernando Elizondo Barragán en entrevista con Hora Cero: “Es complejo (el tema), hay que juntar las evidencias e investigar”.
Mientras las semanas y los meses transcurran sin ninguna noticia, “El Bronco” deberá a sus gobernados la cereza de ese pastel que se sacó del horno en junio pasado cuando ganó las históricas elecciones.
De ese pastel que sólo tiene el betún.