
Por años hemos atestiguado la decadencia del fútbol mexicano, tanto liga como selección, generalmente una afecta la otra ante la escasez de futbolistas mexicanos en las mejores ligas del mundo generando dependencia de los futbolistas que juegan en la Liga no tan MX. Si bien los resultados actuales eran profetizados desde hace años, los aficionados en Estados Unidos se habían mantenido interesados en recordar un poco de su tierra por medio de la selección nacional, pero en este último partido en Las Vegas en que los connacionales prefirieron ir a ver las fuentes del Bellagio que un espectáculo decadente en el estadio Allegiant, se tomó como una señal apocalíptica de algo catastrófico para la Federación Mexicana de Fútbol.
En años recientes se han tomado decisiones que han impactado en la calidad de futbolistas y por ende del fútbol, pero como en todo, no se pensaba en la necesidad de cambio porque no había consecuencias, y no me refiero a la falta de interés del aficionado “Mexa”, a la falta de triunfos o a los ridículos ante los “gringos” en el básicamente único deporte que podíamos vencerlos con contundencia y nos daba un sentido de orgullo ante el poderío como país de los vecinos del Norte, es el fútbol; me refiero a la consecuencia en el aficionado que realmente le interesa a la afición, a los “Pochos” del otro lado del río, los que traen dólares, los de las remesas, los que te dan una medición del status de tu deporte por medio del termómetro de la nostalgia.
Este termómetro que te indica el calor del gusto de las carteras de los aficionados, de aquellos que mantienen vivo el deporte, los que gastan; desde hace años el sentido del deporte es perseguir la experiencia que haga gastar, no disfrutar, por lo que el ver un estadio semivacío en la ciudad del “Pecado” fue infernal para nuestros dirigentes recién elegidos que les hizo hacer estallar una “bomba” anunciado el despido del recién llegado técnico cuyo nombre no pudo refrescar esta selección.
La afición local, la mexicana al 100 por ciento ya no es la que incide en las elecciones dirigenciales, el presente y futuro es Estados Unidos, su afición y sus dólares, competir con ellos, buscar las migajas de sus ganancias y expandir las marcas en dicho territorio que no solo absorbe nuestra mano de obra sino ahora también nuestro deporte predilecto. Los nuevos “gurús” son los compatriotas que nacieron en México y viven allá o los que sin hijos y nietos de raíces mexicanas.
La imagen en cadena nacional del niño con camiseta de USA pero con una banda en la cabeza de colores mexicanos es la nueva realidad, la pelea por el gusto, jugadores y patrocinios hacia ese público entre las federaciones de CONCACAF será importante ganarla y por ella los nuevos dirigentes mas que golpes en la mesa, buscan a esa afición, porque si la pierden, la “gallina de los huevos de oro” sepultaría a nuestro futbol local y nos desplazaría al gusto secundario del público que realmente tiene dinero, el cual no somos nosotros los que vivimos en México.
La niñez es la más voluble, ellos van a los estadios americanos e irán formando afición por los equipos locales, la influencia de sus familiares con el tiempo será menos y en lugar de encontrar Rayados y Tigres, cada vez más veremos aficionados al Houston, Atlanta y ahora Miami. Los nuevos aficionados serán más agradecidos con el país que les da lo que su país de origen no puede o no supo dar, por lo que el orgullo de ganarle a la potencia mundial ya no es más y los nuevos aficionados pueden o irse del lado blanco y azul o simplemente perderle interés a los “ratones” verdes y dejarlos sin los poderosos dólares que mueven el mundo.
El orgullo, reitero, mueve a las personas y perder constantemente no da precisamente ese sentido de pertenencia por un equipo plagado de jugadores que no pueden ni pararse a dar un autógrafo. Las fuerzas básicas, el estilo de juego, los trofeos y cualquier otro componente, no es lo que ocupa la mente de los nuevos dirigentes, ver un estadio vacío y lo que conlleva para le negocio, perder a los aficionados que realmente importan, los “pochos”, es lo que llevará a las siguientes decisiones del futbol azteca.
Competir en los mejores torneos, atraer dinero, mejores estadios y experiencias, jugadores de mas nivel, pueden ser ingredientes que se nombrarán en todos los programas, pero vayan los de raíces aztecas en suelo americano, pregúnteles que quieren, ellos mantienen este negocio y lo seguirán manteniendo, si los pierdes, nos quedaremos relegados a ser una liga bananera ante el poderío e inteligencia de USA.
Tiempo al tiempo…
¡Saludos desde el Sillón!