A propósito de los 100 años de Editora El Sol (El Norte), seré breve y directo en contar mi experiencia de cuatro meses como reportero de Locales hasta que me harté y renuncié sin opción a negociar (mayo-septiembre de 1996).
Entré porque el profesor José Luis Esquivel supo que en junio de 1995 vine a México desde Italia para atender un asunto en la agencia Notimex donde trabajaba, y de la cual me iba a desligar como corresponsal en Roma para volver a Monterrey.
Me propuso una cita con Ramón Alberto Garza, entonces director de El Norte, quien me recibió y me invitó a entrar a Locales para reforzar, con mi experiencia (tenía 33 años de edad y 11 de periodista), el equipo de reporteros que combinaba juventud con veteranía. Ese mismo día hablé con Pedro Cámara, el subdirector encargado de la sección que, al primer contacto, confirmé su desconocimiento en muchos temas del periodismo. Pero esa es otra desagradable experiencia que viví. Nadie me la contó.
Mi ingreso fue pospuesto mes con mes desde junio de 1995 al año siguiente y sin una explicación convincente, hasta que después supe que Cámara así lo había decidido.
En Locales fueron cuatro meses inolvidables, para bien y para mal. Ramón Alberto Garza me confió encabezar la investigación sobre la corrupción en la UANL durante la rectoría de Manuel Silos que mantuvo mi firma, dejando de ser anónimo como eran las reglas para un reportero recién ingresado, en las primeras planas de la portada de El Norte y de Locales, con los intentos de Cámara de quitarme el nombre y devolverme a ser en las notas: “Por Especial”, no Por Héctor Hugo Jiménez.
Pero un día Eduardo Campos, también subdirector editorial, se impuso al extraño e insiste propósito de Cámara. Acepto que fui muy incómodo, sobre todo para los jóvenes reporteros que integraban esa plantilla de Locales como un tal Chávez, un López y Hugo Gutiérrez, pero fue Zenón Escamilla quien hizo todo lo que pudo para ensuciar y cuestionar mi limpia trayectoria. Hubo otros como Juan Manuel Alvarado, Bernardo Latorre (QEPD), José Luis Undiano y Fernando “El Negro” Martínez, con quienes conviví con respeto y admiración mutua.
De los jefes editores mi experiencia en El Norte fue buena en general: con Reynaldo Márquez y Humberto Castro. Ellos se dedicaban a publicar la investigación sobre la UANL que era jerarquizada en las juntas editoriales, aprobada por Ramón Alberto Garza y Martha Treviño, donde Cámara no tenía opción de vetarla o minimizarla. Vaya, era relegado a no tener ni voz ni voto. Quizá Cámara pensó que le iba a quitar el puesto. Eso le pasó por su cabeza, no lo dudo. También recuerdo una plática de pasillo y las palabras de Roldán Trujillo, entonces editor del Metro: “Nunca un tema como la UANL había estado en portada de El Norte más de tres meses. Te felicito”.
Al primer mes de reportero ganaba el doble del sueldo, me invitaron a juntas editoriales, y por órdenes de Ramón Alberto mis descansos fueron sábado y domingo, lo que ningún editor o reportero. Él no quería que me despegara de la investigación sobre la UANL.
Un día Humberto Castro llegó a mi cubículo y me pidió pruebas audibles de una entrevista a una persona que había hecho negocios oscuros con Rectoría y me había confiado papeles y su testimonio. ¿Qué pasó?, le pregunté. Y me señaló la oficina de Martha Treviño donde estaba Zenón Escamilla contándole una falsa historia en su afán de perjudicarme. Le entregué el casete y ese día de septiembre de 1996 tomé la decisión de renunciar irrevocablemente a El Norte. Dejé cinco sobres con mi renuncia en la caseta de los guardias en Washington y Zaragoza y me fui sin despedirme de nadie. Creo que solamente de Humberto Castro, con quien tuve la mejor relación como mi co-editor.
Contrario a otros que han salido de El Norte, jamás caí en depresión y mi carrera se mantuvo ascendente como hasta la fecha. De esa amarga y, a la vez, excelente experiencia como periodista de investigación han pasado 26 años. Y siempre agradecí al maestro José Luis Esquivel esa cita con Ramón Alberto Garza a quien, estoy completamente seguro, no defraudé por la confianza hacia mí. También siempre he agradecido a Dios la oportunidad que me dio trabajar, aunque fueran cuatro meses, en ese periódico emblema del liderazgo empresarial de Nuevo León, pero sobre todo de confirmar, con mi experiencia personal, cuánto los seres humanos pueden intentar enlodar una trayectoria, pero yo no se los iba a permitir.
No sé si me considero un ex Norte por mis efímeros 120 días como reportero, aunque la investigación sobre la corrupción en la UANL seguramente ocupará un lugar especial cuando se haga el recuento de los más importantes trabajos reporteriles en su primer siglo de vida.
Felicidades.
twitter: @hhjimenez