Salvo dos o tres amigos cercanos argentinos que muchos mexicanos tenemos, para el resto son personas arrogantes y de sangre bastante pesada; se creen los europeos de América y superiores al resto de los latinoamericanos, y porque su selección en un Mundial de Futbol siempre es favorita para ser campeón.
Chistes de argentinos sobran, como de mexicanos que se escuchan en los bares de San Telmo, o en los pintorescos restaurantes del barrio Caminito de Buenos Aires.
En México, así como en el resto del mundo, cuando se vio por la televisión que el nuevo Papa era un argentino, seguramente la noticia fue agridulce.
Sinceramente hubiéramos preferido a un cardenal de Brasil, como en el futbol cada vez que el llamado Scratch Du Oro sigue con vida en un Mundial, después de la eliminación del Tricolor.
En México los apasionados del balompié dicen que abajo de la playera del equipo nacional traen la camiseta de Brasil, no la de Argentina, los dos súper rivales en la zona de Sudamérica.
Pero una vez que el cardenal Jorge Mario Bergoglio salió al balcón central de la Basílica de San Pedro y se dirigió a una multitud de 100 mil personas, empezó a ganarse el cariño de los católicos. Aventurado es decir que ya lo respetan los que profesan otra religión.
El nuevo Sumo Pontífice que eligió llamarse Francisco, en honor del santo italiano San Francisco de Asís, se echó a la bolsa a quienes creyeron que por ser argentino no iba a desentonar con la fama que tienen sus compatriotas; fama bien o mal ganada.
Tengo amigos argentinos que rompen con esa etiqueta que se cargan: un portero profesional retirado, Gustavo Moriconi; su esposa Mónica Donelli, y un periodista prestado a la presidenta Cristina Fernández como funcionario, Ignacio Candia.
En este mundo tan global y avanzado tecnológicamente ahora es más sencillo dar con la verdad, y si por algunas razones no puedes viajar tan lejos para darte cuenta que en Argentina vive gente sencilla, bastará con iniciar y estrechar amistades en las redes sociales.
“Los argentinos pedantes son los que se fueron, los que viven en el extranjero y son por sus actitudes que nos consideran así: arrogantes”, me dijo un taxista en un viaje que realicé en octubre de 2012 a Buenos Aires.
Y tenía razón. Durante tres días comía en restaurantes, caminaba por las avenidas y compraba alguna pieza antigua en las tiendas de San Telmo, con la sorpresa de que me hacían sentir como en casa.
Además de que el Santo Padre Francisco romperá con algunos paradigmas dentro y fuera de El Vaticano, como acercar más la Iglesia católica a los pobres, seguramente ayudará para que los argentinos se desprendan de esa etiqueta de ser “sencillitos”.
PARA DESPUÉS UN PAPA MEXICANO
Hace ocho años el nombre del cardenal Jorge Mario Bergoglio sonó fuerte para suceder a Juan Pablo II a la cabeza de la Iglesia católica universal, pero la línea dura dentro del colegio cardenalicio favoreció a Benedicto XVI.
Esta vez, horas antes de que se conociera el nombre del primer Papa de América Latina en la historia, el mexicano Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara y que antes estuvo en la diócesis de Monterrey, estuvo entre los favoritos de la prensa italiana.
Con esa etiqueta, Robles Ortega protestará lealtad al nuevo Sumo Pontífice y, con sus actuales 64 años, esperará paciente el próximo cónclave para poder aspirar a estar entre los “papables” cuando Francisco deje el trono.
Las apuestas de que el sucesor de Joseph Ratzinger hablaría el idioma de Miguel de Cervantes Saavedra y que sería de un país del Río Bravo hacia el Cono Sur, se cumplieron, aunque el apellido Bergoglio no era de los más mencionados en el deporte favorito de los cónclaves: la especulación.
Argentina no es el país más devoto de América Latina ni con el mayor número de católicos, porque por encima están México y Brasil, pero es quizá donde mayor encono hay entre la presidenta Cristina Fernández y un amplio segmento de la población.
A su edad, 76 años, el nuevo Papa podría jugar un rol como lo tuvo Juan Pablo II, de poner orden en un país que ya sufrió la crueldad de las dictaduras militares, de combinar su papel pastoral con el político.
En el Vaticano fueron públicas las pugnas del difunto esposo de la actual mandataria argentina con el entonces cardenal Bergoglio, acusado de alentar a la oposición en su papel de principal figura del catolicismo de Argentina.
Por lo pronto los legisladores de Cristina Fernández ya fijaron su postura ante el nuevo Papa, al no interrumpir una sesión del Congreso cuando Francisco salió al balcón de la Basílica de San Pedro.
En plena asamblea los diputados oficialistas optaron por concluir con un homenaje a Hugo Chávez en vez de ver a su Santo Padre. Aunque días después la mandataria viajó a Roma para estar presente en el inicio del nuevo pontificado.
La política, así es la política para bien o para mal.