
Quizá Eduardo Campos y Héctor Bencomo ya no recuerden, pero en 1987 sentados en el restaurante El Paso Autel de Zaragoza pronuncié una frase que encaja perfectamente casi 28 años después: “El Norte puede ser ejemplo de diseño en periódicos y de tener las mayores ventas en la calle, pero no son dueños del mejor periodismo”.
Ambos, entonces editor y coeditor de la sección deportiva, me invitaron a renunciar a El Porvenir para pertenecer al equipo de reporteros de ese diario creyendo que mi respuesta inmediata sería “sí”. Pero rechacé la oferta en mis cinco sentidos.
Jamás olvidaré que esa llamada telefónica que me hizo Bencomo a El Porvenir, donde me invitaba a platicar con Campos, se convirtió -según supe posteriormente- en uno de los primeros desaires de un joven reportero para trabajar en El Norte.
Eran los tiempos cuando casi de rodillas los reporteros de otros periódicos iban al edificio de Washington y Zaragoza a escuchar una oferta tras recibir el esperado llamado de un editor o de Silvia Marroquín, la entonces poderosa jefa de personal.
“¿Pero por qué no quieres trabajar con nosotros? ¿O sea que no te interesa trabajar en El Norte?”, me cuestionaba Campos, mientras veía de reojo la cara de asombro de Bencomo, compañero de generación y del equipo de basquetbol de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL.
Con Bencomo, además de compartir las aulas, teníamos similitudes increíbles: el mismo primer nombre (Héctor); el día y año de nacimiento (27 de diciembre de 1963); la misma generación, carrera y Universidad, y la pasión por el periodismo y por los deportes.
Sentados en el restaurante de El Paso Autel, cerca de las cinco de la tarde, argumenté mi postura con frases que guardo en mi memoria casi intactas, palabra por palabra.
“El Norte puede ser ejemplo y dueño de muchas cosas: del diseño, de la circulación, de las ventas y de tener los mejores salarios, pero no son dueños de hacer el mejor periodismo en Nuevo León y en México”, dije tajante para respaldar mi postura.
A mis apenas 23 años de edad, el director gerente de El Porvenir, Jesús Cantú Escalante, me incluyó en el equipo de reportajes especiales junto con Juana María López, David Carrizales, Javier Nava y Luis Ángel Garza.
Entre 1984 y 1988 los reportajes y crónicas publicadas en El Porvenir en coberturas especiales y en encomiendas de reportajes de investigación, dentro y fuera de México, superaban a los contenidos de El Norte.
Y eso precisamente llamó la atención de Ramón Alberto Garza, el director de El Norte, pidiendo a Campos y Bencomo sacarme de El Porvenir para pertenecer a la redacción de su periódico.
Cuando Bencomo me dijo al teléfono que cuándo podía ir a platicar con su jefe dentro del edificio como era la mala costumbre, seguramente mi respuesta lo dejó mudo unos segundos:
“Nunca podría entrar a El Norte. Soy leal y fiel a mi empresa y eso me lo impide. Dile a Campos de mi parte que con gusto platicamos en un terreno neutral”, reiteré sin dejar otra opción.
Meses y años -antes y después- empleados de El Porvenir como Juan José Cerón, Hernando Garza, Felipe Ruiz, Manuel Yarto, Federico Arreola, Edgar Rivera, Luis Antonio Rivera, Alfredo González, entre otros, habían acudido al llamado de El Norte.
Era la segunda mitad de la década de los ochenta cuando El Norte deslumbraba a reporteros y fotógrafos de su principal competencia para debilitarlo. Y su táctica, basada en mejores salarios, sobre todo, funcionó hasta llevar a El Porvenir al precipicio.
En 2015 El Norte no está haciendo el mejor periodismo, como no lo hace desde los años ochenta, porque se convirtió en la bandeja de información privilegiada del gobierno estatal sobre excesos cometidos por Rodrigo Medina de la Cruz.
Eso no es competir en periodismo en igualdad de circunstancias, porque la cancha no está nivelada. Un día sí, y el otro también, los reporteros de El Norte sólo estiran la mano para recibir cifras y documentos, los redactan, salen publicados y al día siguiente “El Bronco” levanta la voz.
Esos llamados “tiros a gol” confirman que El Norte, en estos casi dos meses del gobierno de Jaime Rodríguez Calderón, denigran el periodismo en Nuevo León tal como ha sucedido por décadas.
El Porvenir fue un ejemplo cuando sus reporteros salían a las calles a investigar, no a recibir en información fácil de un funcionario o jefe de prensa. Y cuando el servidor público preguntaba con desplantes de ser intocable e inmune: “¿De qué periódico vienes?”, respondíamos:
“De El Porvenir, no de El Norte… y ya lo leerá”.
El Porvenir tuvo sus mejores años y los mejores periodistas de Nuevo León… como Hora Cero los tiene en estos tiempos.