
Erick Rodríguez dejó como legado una forma de encontrar notas exclusivas donde nadie las veía, y de otorgar a las palabras cotidianas un significado memorable.
“Canguro”, lo bautizaron en el periódico Metro cuando en 1991 ó 1992 junto a Raymundo Guerra encontró enterrado en el Río Santa Catarina, al Canguro Boxeador, un animal que apenas días antes era la principal atracción de un circo enclavado en el lecho.
“Bonita” le llamaba a su esposa Alma Garza, un homenaje al amor fiel de más de tres décadas. Quienes los conocemos de hace tiempo sabemos la historia sublime con la que comenzó su relación.
“Señor, yo a usted lo respeto…”, se escuchó durante la narración de Óscar Sánchez, en los goles del Tigres-Pumas, y también previo al minuto de aplausos que le brindaron en el Congreso del Estado, para honrar su memoria.
Esa es la frase que durante tres décadas acompañó el saludo fraterno de Erick hacia sus amigos.
La palabra “Infeliz” la transformó en un sinónimo de amigos, cuando la decía así con una sonrisa en los labios.
Sin querer, “el Canguro” también le otorgó otro significado al hecho de viajar a Laredo, porque una declaración que le dio Manuel Lapuente provocó la ira de Ricardo LaVolpe, previo a un Clásico.“Espero que el resultado no le vaya a costar el puesto a Ricardo (LaVolpe)…”, le dijo Lapuente a Erick.
Un día después, LaVolpe ante los reporteros que estaban en El Barrial, perdió el control con una frase memorable: “Prefiero irme a Laredo de compras antes que ver a Tigres”, declaró.
Nadie conocía mejor que Erick las entrañas de las barras y nadie documentó mejor que él los hechos violentos que empañaron nuestro futbol, y los intentos desde el Congreso del Estado por frenarlos.
En el 2010, junto a otros reporteros descubrió para El Norte la fiesta en un hotel de Monterrey, que sostuvieron jugadores de la Selección Mexicana y que marcó un antes y un después en la relación de jugadores-directivos.
En los 90, reveló que en el Parque Fundidora se construiría una pista de autos, que finalmente sería la sede para la Serie Cart.
En pleno festejo en el vestidor del Estadio Morelos, por el título del Clausura 2003, Flavio Rogerio le regaló una gorra conmemorativa: “Tú también eres campeón”, le soltó emocionado.
Cuando recuerdo la cheves que nos tomamos en su casa una noche antes de embarcarse rumbo a Alemania para la gran aventura de cubrir el Mundial del 2006, se me viene a la mente el Erick que llegó a la redacción de Metro en 1992.
Tenía un aire de timidez detrás de esos lentes de cristal grueso de aumento, pero desde ese momento reveló la pasión que le acompañaría hasta siempre.
Llegaba con los zapatos empolvados y el rostro anaranjado por el calor, después de reportear un partido amateur en el Río Santa Catarina o hacer “La Raza Opina” en las tribunas de los estadios, la misma estampa con la que lo recuerdo cubriendo una Copa del Mundo, una Final de Libertadores entre Tigres y River, en el mismísimo Estadio Monumental, o un entrenamiento cualquiera de Tigres o Rayados. Cubrió con la misma pasión eventos chicos y grandes.
Las guardias para esperar a los directivos o jugadores de los equipos, con Erick también tomaron otra dimensión, porque los demás reporteros no podían irse hasta que “El Canguro” se marchara. Podían pasar horas o un día completo afuera de las oficinas.
Un día, en una cancha de futbol siete, apenas entró a jugar unos minutos, con el equipo de la Real Sociedad, que integrábamos. Tuvo el récord de anotar un gol y hacerse expulsar en apenas un suspiro.
“Si he sabido que eras tú no te doy el pase”, le dijo riéndose Fernando Vanegas, sobre el servicio con el que Erick anotó el gol. “Desde la Secundaria que no jugaba”, respondió Erick, una frase que no supimos si era en broma o en serio.
Tanto el gol, como la expulsión, parecieron haberse originado porque Erick no pudo frenarse en la carrera, por lo que chocó con el balón para mandarlo a las redes y después, en la siguiente jugada, atropelló a un contrario.
Más de una vez, “El Canguro” me comentó que no solía hacer actividad física por un antiguo padecimiento cardiaco de la infancia. Y más de una vez también, como cuando lo acompañaba a comprar una Coca Cola en una tiendita afuera de las oficinas del periódico ABC, me confesó que se alimentaba muy mal, por lo que no sabía que le deparaba el futuro.
Alma, su esposa, recordó que al terminó del día Erik solía contarle los consejos que había dado a distintas personas.
“Después conocía a las personas y decía a esta persona le dio tal consejo, y a esta otra este consejo”, recordó Alma.
Y sí, Erick sabía escuchar y animar. Solía tener el consejo adecuado para cada quien. Innumerables veces me animó a mí cuando tuve la moral baja, y también creyó en mis ideas y proyectos. Él también solía consultarme alguna idea o columna que había escrito, ahora en esta etapa como colaboradores de Hora Cero.
Cuando hace días realicé una entrevista tuve la tentación de mandarle a un mensaje a mi “Canguro”, para rebotar la información, como lo hice muchas veces. La triste realidad me recordó que eso ya no va a ser posible.
Experto en frases memorables, queda en mi memoria el apodo que me decía y con el que más me he identificado: “¿Cómo estás mi “Chícharo” Vargas…?”.
Queda su recuerdo en la memoria de sus amigos, el ejemplo para sus colegas y el amor inmenso que brindó siempre a Alma y a sus hijos Natalia y Eduardo.
Experto en convertir palabras cotidianas en memorables, mi “Canguro” transformó para siempre en todos quienes lo conocimos, la palabra amigo como sinónimo de Erick Rodríguez, un reportero irrepetible.