
Nunca antes, un megaestrella del balón había caído del pedestal con tanto ruido como ocurre ahora con Cristiano Ronaldo, enfundado en la camisa del Manchester United.
Es sorprendente atestiguar su declive en el transcurso de un año, pues apenas hace un par de torneos brillaba con intensidad y figuraba en las candidaturas para el Balón de Oro, como mejor futbolista del orbe.
Ahora, sale a la banca y ni siquiera entra de revelo. Incluso, en lo que él siente como una humillación para su estatura de supernova, el entrenador Erik Ten Hag le da minutos finales, como si fuera un chamaco al que meten para foguearlo, preparándolo para futuras batallas.
A sus 37 años, CR7 parece un viejo amargado que mira pasar sus mejores años en la mecedora del pórtico, consumido por los recuerdos de un pasado glorioso en el que era el mejor jugador del planeta.
Y no se trataba de una percepción de la opinión pública, que permanentemente lo comparaba con el argentino Lio Messi.
El palmarés de goles y participaciones en Champions, apariciones con la selección lusitana, su carretada de balones dorados, confirmaban con estadísticas su preminencia.
De acuerdo al técnico neerlandés, que le ha tocado lidiar con esta tormenta mediática que cae antes y después de cada partido, decidió darle banca a su estrella más reconocida porque reportó tarde a la pretemporada y, después, porque evidenció una pésima actitud al retirarse al vestidor, luego de ser sustituido en el descanso, en un juego de preparación.
La prensa local lo esperaba expectante para entrevistarlo sobre las causas que ocasionaron esta supuesta baja de juego y su destino con los suplentes.
Pero, se fue, atropellando los códigos de disciplina del club. Hasta ahora ha resultado un mal negocio el portugués al regresar al club que lo vio romperla en el escenario internacional, antes de consagrarse con el Real Madrid, hace ya más de una década.
La industria que representa como jugador franquicia es como una inversión estacionada, al pagarle 30 millones de euros en una temporada por entrenar entre semana y aburrirse en el banquillo en cada partido.
Parece extraño que la directiva de los Red Devils no presionen al DT para que ponga en acción al más valioso de sus activos, que se devalúa en el olvido.
En las últimas décadas el mundo ha atestiguado el ascenso de jugadores de enorme talento que, llegado el momento, dicen adiós y se retiran apaciblemente, ya sea difuminándose en el horizonte apaciblemente, en ligas como la de Estados Unidos, donde reciben una millonada por trotar sobre la cancha para vender miles de camisetas, o retirándose con honores con su respectivo partido de despedida.
Se han ido felices Ronaldinho, Ronaldo Nazario, Andrea Pirlo, Fabio Cannavaro, Rafa Márquez, Xavi, Wayne Rooney, Raúl, Figo, Todos se han alejado del horizonte, convertidos en leyenda.
Messi, que está cerca del retiro, también empaca sin prisa sus maletas, aunque todavía entrega buenas tardes como gran figura del PSG.
Y se mantiene como uno de los más grandes figuras que ha dado el juego en la historia. En cambio CR está viviendo una pesadilla.
Ya salió de esa nómina de honor, entre los mejores. En un tiempo se le mencionó junto a Pelé, Maradona, DiStefano, Lio. No más.
Se ha encontrado con un técnico que es invulnerable a su atractivo mediático y que lo ha colocado en el rincón más apartado de la congeladora.
Hay que recordar que, a diferencia de todos los estelares que recientemente se han ido, en sus épocas de mayor protagonismo Cristiano asumía actitudes de divo, de dios del balompié, prócer.
Con su figura escultural y sus rasgos refinados parece que llegó a sentirse hijo de Zeus, como lo mostraba en sus publicaciones en redes sociales, llenas de vanidad, en las que posaba bello, millonario y exitoso.
Dura es la caída del ídolo. Espero, de corazón, que salga de ese callejón al que se ha metido por su arrogancia, y retome de nuevo su nivel.
No batallará porque es, para mí, uno de los mejores de todos los tiempos.
Con un buen regreso tendrá oportunidad para preparar su despedida, en forma de festejo, que bien la merece.