Los Estados Unidos oficializaron el pasado mes de junio el término del famoso muro que los separa de México y la duplicación del número de guardias fronterizos. Además, se utilizarán detectores de movimientos, videocámaras infrarrojas, aviones no tripulados… Un verdadero regalo para Halliburton, el gigante estadounidense de la defensa. Esta decisión tomada por el Senado responde supuestamente a objetivos de seguridad nacional, quienes desean así alejar a los clandestinos y los grupos criminales de su territorio nacional.
Visto desde Europa, continente que desapareció sus fronteras y permite la libre circulación de sus ciudadanos, el procedimiento llama fuertemente la atención. Si bien nadie niega el derecho que todo estado tiene de mantener un estricto control sobre sus fronteras – y con mayor razón cuando se trata de la primera potencia mundial que enfrenta la mayor ola de migración de la historia –, el método es el que muchos comentaristas no entienden. De hecho, la prensa compara con frecuencia este muro con el funeste Muro de Berlín que separó durante 38 años de Guerra Fría los dos hemisferios de la capital alemana.
En este momento, algunos argumentarán que esto se pudo en Europa debido a que el Viejo Continente está constituido de puros países desarrollados, pero las cosas no fueron tan sencillas. Al contrario, las desigualdades de ingreso per cápita y sus consiguientes problemáticas sociales estaban y siguen siendo muy profundas entre los más ricos y los más pobres (Bulgaria y Rumania, para sólo mencionar los últimos dos países en entrar en la UE).
Después de la desaparición de la Unión Soviética, Europa también enfrentó la cuestión de la inseguridad, del tráfico de blancas, de drogas y de armas a sus puertas, ya que los delincuentes usaron las instalaciones soviéticas abandonadas para producir sus productos y pasar sus mercancías ilícitas, aprovechándose del vacío de poder y de la corrupción que operaba en los países de Europa central y oriental. Pero la respuesta fue de apoyo, de cooperación y de codesarrollo, aparte de colaboración policiaca, en vez de separarse artificialmente de sus vecinos naturales. Claro, todo no fue fácil y en su tiempo las poblaciones temieron también ser sumergidas de clandestinos y de criminales por la porosidad de sus fronteras, sin embargo a nadie se le hubiera ocurrido construir una muralla para solucionar este problema.
Por eso la misma Unión Europea criticó este proyecto que confunde migrantes con delincuentes y el doble discurso que induce cuando dice en sustancia “queremos su mano de obra competitiva que nos permite bajar todos los salarios, sus recursos naturales y sus mercados, pero no nos interesan sus problemas internos”. Y esto aunque los EEUU sean parte de estos problemas y que la construcción de esta valla fronteriza sólo agudiza a largo plazo el problema que pretende solucionar a corto plazo. Poco reluciente para un país que presume su larga trayectoria democrática en todo el planeta.
Más allá de lo simbólico, la eficiencia misma de esta decisión es dudosa, ya que los verdaderos criminales siempre encontrarán una manera de pasar por debajo, a un lado o incluido por arriba como ya se ha visto… Aparte, su eficacia es muy limitada si se toma en cuenta que casi la mitad de los clandestinos entraron en el territorio estadounidense de manera legal y simplemente nunca salieron.
Este triste episodio del muro no es más que un reflejo de los resultados del TLCAN que une México a su vecino del norte: un éxito macroeconómico para el crecimiento del país, las inversiones y el comercio bilateral; pero un desastre para los campesinos y la población rural en general, que no tuvo más remedio que migrar del campo hacia las ciudades en busca de un mañana mejor. A casi veinte años de la entrada en vigor de este acuerdo, vemos los resultados de esta inmigración interna al país: millones de poblaciones desraizadas y alimentadas por el sueño americano que se les vende pero a la vez se les prohíbe. Parte de esta población es la que sirve de carne de cañón humana para la delincuencia organizada a nivel internacional contra la cual pretende luchar el famoso muro… Un círculo vicioso perpetuo, pues. Definitivamente, un muro no detendrá la raíz principal del problema de la migración ilegal: el hambre provocada por las desigualdades más fuertes hoy que nunca.