
Cuando México se empezó a podrir a causa de la creciente inseguridad, parece que nada ni nadie frenará tal descomposición pese a la captura de capos de distintos bandos delictivos que se disputan territorios con una violencia que seguramente nunca imaginamos que algún día llegaría.
A comienzos de la década de los noventa se desató en la exYugoslavia el primer conflicto armado después de la Segunda Guerra Mundial, donde los tres bandos: serbios ortodoxos, croatos católicos y musulmanes islámicos, protagonizaron una carnicería que puso en práctica estrategias de exterminio demenciales.
En el México actual, 15 años después del fin de la guerra de los Balcanes, diversos grupos del crimen organizado protagonizan desde hace varios meses su propia guerra, usando métodos de aniquilación que igualan o superan aquellos utilizados en territorio europeo.
Cuando Croacia, Bosnia Herzegovina y Kosovo luchaban por su independencia, los estrategas militares serbios ordenaron a sus milicias decapitar y exhibir a los soldados enemigos en público para desmoralizar a la tropas que se resistían en entregar ciudades emblema bajo asedio como Sarajevo y Vukovar.
En el México actual, de la noche a la mañana, vimos cómo en Acapulco, Torreón, Morelia y en otras localidades, los cuerpos de personas amanecían colgados y sin cabezas bajo pasos a desnivel o puentes peatonales, como una demostración de fuerza y para inyectar temor y respeto al contrincante.
El lunes 31 de agosto pasado, en uno (más) de los mediáticos golpes en contra de los cárteles de la droga en México, fue arrestado precisamente quien se conoce es el pionero en poner esa práctica del terror de decapitar a enemigos al estilo guerra de los Balcanes: Edgar Valdés Villarreal, alias “la Barbie”.
Durante cuatro años del conflicto en la ex Yugoslavia, casi tres millones de civiles abandonaron sus casas por el riesgo que corrían familias inocentes ante la feroz ofensiva de los ejércitos regulares y los paramilitares.
El fenómeno de “los desplazados” se volvió a repetir como pasó en la Primera y Segunda Guerra Mundial; como en Nicaragua, El Salvador y Nicaragua, en los conflictos centroamericanos.
Como sucedió también en Somalia, Eritrea, Congo y Rwanda, en África; como en Irak, Irán, Afganistán y en los territorios palestinos ocupados, en las revueltas armadas de Asia y Medio Oriente.
En el México actual, el sonar de la metralla obligó a residentes de ranchos y poblados a dejar sus propiedades, muchas de ellas con las cicatrices de los proyectiles.
Se habla de “pueblos fantasma” y de familias desplazadas a la fuerza y por instinto de supervivencia.
El prolongado y deshumano asedio a Sarajevo, la martirizada capital de Bosnia Herzegovina, tuvo como uno de los blancos a la prensa.
Cerca de 50 periodistas del diario Oslobodenje y de la televisión local murieron, y la cifra rebasó los 200 muertos (reporteros, camarógrafos, fotógrafos, asistentes y técnicos) cuando se sumaron al final los corresponsales extranjeros caídos.
Entre 1991 y 1995 varios periodistas desaparecieron cuando fueron a cubrir los diferentes frentes de la guerra entre serbios, croatas y musulmanes; o quisieron ser testigos y captar las fosas comunes con civiles o militares enterrados, antes fusilados y con el tiro de gracia… y nunca más fueron vistos.
En el México actual, la mayoría de los medios nacionales (prensa y televisión) no han entendido que los grupos armados no toleran las aparatosas coberturas que dedican a esta guerra que parece no tener fin.
Televisa y Milenio, por citar las dos empresas más castigadas con detonaciones de granadas y detención de reporteros en los primeros ocho meses del 2010, no se cansan e insisten en acercarse a la lumbre poniendo en riesgo la vida de sus empleados con el afán de tener de rehenes a los televidentes.
Los cárteles ofendidos por el periodismo -si quisieran- ya hubieran actuado con violencia al detonar coches bomba en horas de oficina, pues hasta ahorita sólo han mandado mensajes, “para ver si entienden” que es mejor la autocensura en vez del alto rating.
Para “desviolentizar” a México, los medios tenemos mucha tela dónde cortar: con el pleito entre Marcelo Ebrard y el cardenal Juan Cardenal Íñiguez; con la historia deportiva de Javier “el Chicharito” Hernández, y con los culebrones telenoveleros que protagonizan los partidos políticos hacia las presidenciales del 2012.
No bastan los mensajes triunfalistas del presidente Felipe Calderón Hinojosa; ya no convencen las detenciones rimbombantes como la de “la Barbie”, porque cayó uno y ya hay un suplente igual o peor.
Hay quienes aún no están conscientes de la gravedad de la situación, sobre todo dentro del gobierno Federal (el principal culpable de lo que pasa) y de los medios de comunicación, los aliados históricos de que México esté de rodillas.