
El gobierno es poderoso. Y al que se mete con él a veces no le va tan bien. Menos si ese gobierno es poco tolerante con la crítica y muy rencoroso con el que lo critica. O si tiene a su alrededor lambiscones que le hacen la tarea de vengarse de los que se le oponen y lo exhiben en los medios masivos de información.
Por eso nos inclinamos a creen lo que se ha filtrado como una denuncia en contra de quien orquestó o de quienes orquestaron la caída del polémico periodista Pedro Ferriz de Con por haber sostenido su crítica a Enrique Peña Nieto desde que era gobernador del Estado de México, luego candidato del PRI a la presidencia de la República y finalmente primera mandatario de la nación. Sin pelos en la lengua, el comunicador siempre dijo su verdad.
Y esa verdad no le gustó a su destinatario. Y por eso llegó como rayo la venganza, que le resultó muy dulce al que la promovió con su feroz poder, si es que creemos lo que algunos entes cercanos al poder político conocen y difunden en su entorno, y no son otros que los mismos que le dieron el garrotazo a Ferriz de Con.
Empezaron por quitarle su noticiario nocturno por televisión, después le quitaron su espacio en el periódico Excélsior y ahora recientemente, le quitan su último espacio público en su programa radiofónico matutino, al mismo tiempo que difunden un video que le tomaron subrepticiamente, bajo procedimientos ilegales, en el que se exhibe su relación amorosa extramarital con su asistente en el trabajo.
Y nadie protesta porque así callaron a una de las voces más independientes y críticas hacia el actual gobierno. No. Nadie descubre el lado oscuro y oculto de tal hecho noticioso. Por el contrario, la jauría de perros comenzó a ladrar estentóreamente contra la “inmoralidad” de este controversial personaje público.
Había que tenderle una trampa. Había que hacerlo caer en su fragilidad humana. Había que darle un golpazo donde más le doliera para hacer escarnio de su “inmoralidad” y borrarlo, así, del espectro electrónico de los medios considerados nacionales. No importó que se hurgara en su intimidad y que se invadiera su vida privada. El poder es el poder.
Por eso protestamos a nuestro modo y en nuestro alcance, si es que habremos de creer a las personas cercanas a otras personas más cercanas de las que son más cercanas a quienes les consta esta historia de desagravio de un político que no está dispuesto a tolerar más la disidencia informativa y la crítica a su actuación.
Como dice un mensaje que circula por internet, independientemente de que nos haya agradado o no el trabajo público de Ferriz de Con, lo que debe sacudir la conciencia de los hombres libres de este país, es la amenaza que se levanta contra las voces críticas. Contra las que no se someten y no aceptan el soborno, como lo hacen los rapaces que ansiosamente se aferran al presupuesto público.
Ojalá quienes puedan llegar al fondo de las circunstancias que propiciaron este escándalo en las revistas llamadas “del corazón” y en youtube, no dejen a la opinión pública en ascuas y se atrevan valientemente a desenmascarar a quienes urdieron este plan maquiavélico con el que se quitaron de encima a un crítico implacable, pero privaron a las masas de una alternativa para normar su criterio sin tanta uniformidad.
Es un deber de los reporteros e investigadores sociales dar con la verdad de los hechos para no incriminar injustamente al gobierno en lo que algunos tipifican como su dulce venganza contra Ferriz de Con, pero si se confirma la sospecha y se sostiene el contenido de lo que hoy circula a escondidas en internet, entonces habrá que gritar a los cuatro vientos el peligro que se cierne sobre la libertad de prensa y de expresión con un Peña Nieto rencoroso y que saber llevar su odio al extremo.
Por lo pronto nos quedamos con la duda, la cual esperamos desaparezca cuando haya un profesional de los medios inteligente y decidido a no irse por el lado frívolo de la noticia que se clavó en la inmoralidad de Pedro Ferriz de Con, quien a la única que le debe respeto en este sentido y pedirle perdón es a su esposa.
Es muy reprobable su conducta personal, pero sólo él y su conciencia deben de obrar como jueces para salir del atolladero, sin que la opinión pública se sienta agraviada porque su proceder no impactó el ámbito profesional de su trabajo en los medios. Se hizo público su error y engaño a la esposa y a la familia. Se magnificó su doble vida. Pero no faltó a la verdad y a la ética a la hora de hacer su crítica al poder político y de difundir las noticias que forman parte del derecho a la información de las masas.
Lo demás es lo de menos. Aunque la lección inobjetable, a la vista de los trascendidos del caso Ferriz de Con, es que el gobierno es poderoso. Y bien poderoso.