Hace 10 años leí una frase que decía que el amor era como una mariposa, que había que quedarse quieta para que la mariposa se posara en ti.
A casi 10 años de convivir con mujeres de todos los estratos sociales y a través del trabajo de la psicología positiva y la autoestima hacia las mujeres en la organización Voces Femeninas de México, llegamos a la conclusión de que ninguna mujer debe quedarse quieta, por el contrario, señalamos finalmente que una mujer que se ama a sí misma, sabe que el amor la alcanzará caminando o a la velocidad que vaya. Nada de quedarse quieta, sentenciaron algunas, el amor va contigo donde tú vayas, y sólo se queda quieta quien ya no tiene aspiraciones en lograr todas sus metas.
De hecho hay hombres que me han informado que efectivamente, disfrutan la vida con una mujer inteligente, inquieta, perseverante y realizada. Pero…. también me lo dijeron: no todos somos así.
En mayo de 1971 apareció en la ciudad de México un grupo denominado “Mujeres en Acción Solidaria” que manifestaba principalmente, el derecho a la igualdad de género en el ámbito laboral, social y personal.
Fue de hecho, en 1976, cuando vi por primera vez a mi madre salir a buscar un trabajo, y fui de alguna manera testigo de cómo la entonces llamada “liberación femenina” se daba en nuestro país.
Desde luego, mi madre era una joven de 29 años, con seis hijos, divorciada y sin estudios. Aun así mi madre consiguió trabajo y laboró por 30 años en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Se preparó en la UNAM con todos los cursos y estudios relacionados con la computación, que llegaba a México en los albores de los 80. Ella misma lo dijo alguna vez: “Primero fui esposa, luego madre, y luego divorciada. Y después fui estudiante, joven, con novio y realizada”.
Sin embargo, la discriminación que sufrió mi madre posterior a esta decisión fue un precedente para mí sobre el precio que debieron pagar las mujeres que nos antecedieron, al ir en busca de una vida, sin un hombre a su lado, y hacer una carrera, recuperando la dignidad y el amor hacia sí mismas.
Es fácil imaginar que mi madre no me permitía casarme, pero simplemente le dije: “déjame intentarlo, haré lo posible porque las cosas sean diferentes”. Tuve la fortuna de casarme con un hombre inteligente que no sólo se sentía a gusto con una mujer empeñosa y decidida, sino que a 25 años de distancia, sigue procurando enamorar a una mujer que jamás se queda quieta.
Los movimientos feministas en México se han dado en algunos casos de manera radical, pero al conocer a mujeres del talante como María Elena Chapa o Judith Díaz, las primeras senadoras por Nuevo León, me queda claro que cada quien con sus formas y poder de toma de decisiones, nos dirigimos hacia la misma dirección: exigiendo la igualdad en sueldos laborales, la no discriminación por embarazo ni por género, la paridad sustantiva en puestos de elección y la lucha contra la violencia de género.
Los logros legislativos han sido importantes y los sociales y educativos más. Sin embargo, sigue habiendo un tercio de la sociedad que ha decidido no involucrarse desde ninguna perspectiva en la lucha de género.
Hay mujeres felices como amas de casa y que abandonaron sus sueños. Alabamos a las mujeres que renunciaron a su vida por darle todo a su familia. Pero hay algunas –las que más nos preocupan- que viven maltratos e infidelidades, sintiendo que no hay otro camino por seguir.
Cuando comenzamos en este proceso de ayudar nos dijeron que si nos basábamos en el “Manual de la perfecta cabrona” o en el libro “Las mujeres que aman demasiado”. Lo cual no es así.
El feminismo ha sido mal entendido. Ya que desde nuestra perspectiva, está basado en la injusticia y la violencia hacia la mujer.
“Yo no discuto con feministas”, me dijo un hombre acostumbrado a ser infiel. Sumado a la frase honesta de otro infiel “Yo siempre he sido ‘honesto’, a todas les digo que soy casado”…
En México 7 de cada 10 mujeres sufren violencia de género. El camino por delante es largo. Pero también existen hombres feministas que les gusta ver a la mujer realizada y con un buen sueldo, como ellos.
“Si te hubieras casado conmigo habrías dejado de estudiar, de trabajar y estarías de tiempo completo en casa”.
Alguien que te ama no te roba tu vida y tus sueños. Alguien que te ama te hace feliz y (ojo) jamás te hará llorar.