En Europa, dejo de ser tema la condición de extranjeros en las ligas profesionales de futbol. Desde hace muchos años, los cambios políticos, geográficos y hasta económicos han condicionado al balón de una forma insospechada y, en muchos aspectos, favorable.
Los pasaportes comunitarios, para no ocupar plaza de extranjero, han permitido intercambios infinitos de jugadores, de todas las cataduras y calidades, entre los países que tienen clubes ferozmente competitivos.
En México la falta de roce internacional, a nivel social y deportivo, ha provocado lo que parece ser un rechazo hacia los extranjeros, pero en forma de tirria apestosa, insalubre, injustificada. Llama la atención que las protestas no solo sean de los aficionados, sino también de los mismos profesionales, en activo y retirados.
Al hacer un ajuste de cuentas de sus errores, la Federación Mexicana de Futbol reconoce, en voz de sus directivos que rindieron cuentas, el fracaso del Mundial de Qatar 2022 desde su planeación. Como paliativo accesorio anuncia la reducción en la cancha del número de jugadores no nacionales. Antes podían estar ocho en el terreno y ahora solo siete. La diferencia entre antes y después no parece significativa y luce más como una croqueta que le tiran, con desprecio, a los aficionados para que encuentren culpables del atraso que existe en el país en materia futbolera.
La gente que no ha viajado al extranjero o que no ha visitado otros territorios más allá de McAllen, considera una amenaza lo que no es Made in Mexico. Los que llegan de otras latitudes, por extrañas, son indeseables.
No se da cuenta el aficionado que la globalización es un fenómeno imparable, que se ha extendido como luz que baña al planeta, como una forma natural y constructiva de igualar a los seres humanos. Los activistas del orbe, pensémoslo, visualizan un mundo ideal sin fronteras, donde las personas puedan transitar entre países sin documentación, libremente y donde el fenómeno migratorio no sea considerado tema de persecución policiaca. Ven que la gente se desplaza a consecuencia del encadenamiento de las relaciones afectivas, académicas o comerciales, cada vez más cercanas, por la conectividad instantánea de teléfonos y computadoras. Hay factores políticos, económicos y de inseguridad también pero lo cierto es que la gente simplemente quiere vivir mejor estar bien en un planeta que debiera ser de todos y que parece secuestrado por los ricos y poderosos, los que tienen el dinero y los que gobiernan.
Europa está compactada por un ente denominado Unión Europea, integrada por más de 20 países que usan una moneda y que se auxilian mutuamente para sus problemas comunes. Como parte de estos acuerdos, los futbolistas nacidos en países miembros se consideran jugadores comunitarios y pueden militar en clubes de los países socios sin ocupar plaza de extranjeros o, como se les denomina, extracomunitarios. Italia, Alemania España e Inglaterra permiten en la cancha, por partido, tres no nacidos. A veces los partidos tienen en sus equipos únicamente jugadores que no son originarios del país. Y no hay queja. Quién puede protestar si en su país juega con pasaporte europeo Mbappé, Cristiano Ronaldo, Van Dijk, Kane. Que lleguen los goles, de donde sea.
En realidad lo que debe importar, en México y en cualquier sitio, es la calidad del futbolista, no su nacionalidad, edad, preferencia, origen. Es una gran pamplina suponer que la culpa del arribo masivo de extranjeros al balompié azteca se deba a que hay escasa producción de talentos nacionales. Eso no depende exclusivamente de la cantera de los equipos. Hay una condición natural que hace que los futbolistas tengan un ambiente de mayor desarrollo hacia el profesionalismo en países de Sudamérica, donde los factores culturales hacen que se enrolen en los equipos, desde más jóvenes, buscando obtener en la pelota una forma de vida. En Brasil se les anima a ser competitivos desde los siete años. Contribuye que hay un gran trabajo de visoría llanera en todo su inmenso territorio de 200 millones de habitantes.
En México sí existe esa intención del individuo por ser profesional, pero es mucha menor. El jugador que quiere llegar, puede acceder al futbol de paga muchas veces más por fuerza mental que por aptitudes físicas. Es más fácil que debute un chico con medianas cualidades, pero inteligente y voluntarioso, que un crack amateur perezoso y de cerebro obtuso.
El país apenas exporta actualmente un poco más de 80 jugadores, de los cuáles ni uno solo es estelar indiscutible, como lo fueron en su momento Hugo Sánchez o Rafa Márquez. Nos preguntamos, permanentemente donde quedaron los cadetes mexicanos que fueron campeones del mundo en el 2005 y en el 2011. No hubo seguimiento y se perdieron. El caso más doloroso es el de Gio Dos Santos, con cualidades de oro, que despilfarró el talento en quién sabe qué.
Brasil, en cambio, y por citar el ejemplo relevante y exitoso, tiene como mil 600, de los cuáles el 75% están en circuitos de primera división. En el 81% de las Ligas del planeta hay, por lo menos, un elemento carioca.
No debe ser motivo de escándalo la llegada de extranjeros al país. Si se quiere algo espectacular, hay que mirará más allá de la frontera. O pensemos una historia de nuestro balompié de fin de semana sin Carlos Reinoso, Claudio Lostanau, José Cardoso, Cabinho, Milton Carlos, Walter Gaitán, André Pierre Gignac, Humberto Suazo, Carlos Eloir Perucci, Fabián Estay, Alex Aguinaga. Miguel Marín.
Sin estas grandes figuras, el futbol azteca no tendría sentido.
No tiene caso cerrar las puertas a los visitantes de gala. Hay que dejarlos entrar y, al interior, apresurar los procesos de búsqueda de talento para que surjan los jugadores que comandarán la nueva generación, que va muy retrasada en tiempos.