Desde 1997, cuando por primera vez tuve conocimiento pleno del significado de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas de Williamsport, jamás imaginé que en Estados Unidos fuera un evento esperado cada año, capaz de movilizar no solamente a medios de comunicación sino a personalidades de la política.
Joe Biden, vicepresidente del país más poderoso del mundo, estuvo en este pequeño poblado de Pennsylvania el domingo 30 de agosto, para ver la gran final del torneo entre los equipos de Chula Vista, California, contra China Taipei.
Dos días antes la avanzada de seguridad compuesta por agentes del FBI, revisaron cada uno de los rincones del parque principal Howard J. Lamade, con capacidad de entre 10 mil y 35 mil espectadores, sentados en butacas y ocupando el talud detrás de los jardines.
Williamsport es el sueño para los amantes del llamado “rey de los deportes”, una especie de Disney del beisbol, donde se combinan los aromas de las comidas típicas de los estadunidenses, los cientos de voluntarios siempre con una sonrisa, los souvenirs y las impecables instalaciones.
En los últimos cuatro años Tamaulipas ha sido el “amo y señor” del beisbol infantil de México, con la exitosa asistencia de tres equipos representando a nuestro país: en las ediciones de 2006 y 2008, con la Liga Matamoros, A.C., y en 2009 con la Treviño Kelly, de Reynosa.
En 2006 los verdes matamorenses llegaron a disputar por primera vez la final del grupo internacional y terminaron entre los primeros cuatro lugares del mundo. El partido de consolación se suspendió por lluvia y las dos escuadras compartieron el tercer lugar.
Dos años después (2008) la Matamoros, A.C. llevó a Williamsport un “dream team” que dejó tendidos a sus rivales, pero los nervios traicionaron a los jugadores –cometiendo error tras error en el juego decisivo de la final– permitiendo a Hawai coronarse.
Con una fama más de enciclopedia que de títulos, la Liga Treviño Kelly fue sede del torneo nacional y, en medio de reclamos de supuesto favoritismo y organizar a modo el calendario, 13 peloteritos en el campo conquistaron el banderín y su derecho a concretar el sueño de viajar al Disney del beisbol.
Por vez primera en 43 años de existencia de la Treviño Kelly, el equipo de Reynosa, Tamaulipas, vestiría los colores nacionales para desafiar a lo más selecto del beisbol infantil de Estados Unidos y de Asia.
Y se logró la meta que parecía un imposible: terminar en tercer lugar mundial, con cinco partidos ganados y un perdido, el mismo récord del campeón Chula Vista; con la satisfacción de derrotar a China Taipei (el subcampeón) en el juego de la primera fase, aunque en el decisivo los asiáticos aprovecharon los nervios de punta de los aztecas.
Me quedó la satisfacción de haber tenido la primera experiencia en Williamsport como periodista, y de escuchar y leer el nombre de Reynosa en noticieros de televisión, en partidos en vivo y en titulares de periódicos como siempre nos gustaría.
Por otro lado, los padres de familia deben de estar agradecidos con los medios de comunicación que en el último mes metieron en las mentes y en los corazones de la gente a los sus hijos, ahora héroes de Reynosa.
Porque no es un secreto que aún en México la prensa tiene relegado al beisbol a un segundo lugar en los espacios de las secciones deportivas porque sencillamente “no vende, no es negocio”.
Sin la prensa escrita, difícilmente existiría el llamado “rey de los deportes”. Y si el profesional se queja, peor la mayoría de las ligas pequeñas en el país que batallan para tener espacios, reclutar jugadores y tener patrocinadores.
A su regreso de Pennsylvania, algunos familiares de los niños deberán tener humildad y agradecer a todos los que apoyaron esta misión.
Y recuerden: la fama en las tribunas llegará a su fin. Mañana será otro día y los reflectores estarán en otro lado; seguirán siendo simples mortales.
Mejor disfruten a sus pequeños campeones. Y que los recuerdos y los días vividos en Williamsport, sobre todo los buenos, les duren para siempre.
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