Ya he platicado en este mismo espacio que, ingenuo como era en mis años mozos (porque no nací así, y alguna vez fui joven), creía a pie juntillas que cuando la mujer llegara a puestos públicos no se iba a corromper y que las damas tenían más arraigados los valores de la honestidad y de la rectitud para dignificar la política.
Asimismo, tenía bien “clavada” en el cerebro la idea de que el PAN, tan aporreado y humillado en cada elección, cuando ascendiera al poder iba a ser un modelo de comportamiento que acabara con la mala fama del PRI corrupto y corruptor, además de llevar la civilidad a los comicios para acabar con el “dedazo” presidencial, la nula división de poderes, la completa falta de transparencia en el uso de los recursos públicos, la censura y la autocensura y el clientelismo electoral por medio acarreo y del control de las masas o coacción del voto a través de dádivas.
Jamás he formado parte de ninguna sigla o color partidista ni he firmado alguna afiliación a grupo político en busca del poder. Sin embargo, en esos años yo veía a mis jefes, tradicionalistas formados en los rígidos esquemas del partido azul, y advertía una sinceridad a toda prueba en su conducta personal y pública de modo que no me quedaba duda alguna del ejemplo que nos daban Luis J. Prieto y Roberto González Acosta, entre otros, e inclusive el primero se ganó un enorme respeto cuando fue alcalde de San Nicolás de los Garza.
Por eso, cuando apenas asomó su nariz la democracia en el sistema cerrado que nos rigió durante muchos años, me sentí feliz -ya como periodista en medios masivos- de ser testigo de la alternancia y de hacer viva la esperanza de un México más libre y justo. Pero, ¡oh, chasco!, en ese nuevo despertar muchos oportunistas se avivaron y de inmediato se lanzaron en pos de todos los beneficios que dejan los cargos públicos, y de repente el PAN se nutrió de corruptos que llegaron inclusive del mismo PRI en todo México.
¿Y qué ganó la naciente democracia? Poco, muy poco. Porque el poder es dinero y el dinero es una enorme tentación para quienes hacen del servicio comunitario un botín y van a servirse en lugar de servir.
El PAN se hundió en el cieno y aprendió las peores mañas del PRI que ya no puede ganar más desprestigio del que goza, aunque se mueve bajo la consigna “de los males el menor” o da lo mismo que te robe uno u otro siempre y cuando el Tricolor siga siendo el que más “salpique” con su corrupción.
Total, desde el mismo seno del partido azul ahora se clama por devolver al partido su honestidad, la misma que yo advertía sincera en mis viejos jefes en la oficina. Sólo que ya no me fío de que en verdad sea ese el propósito de los que están enfrentados a aquellos que no quieren soltar los hilos del poder para seguir medrando a sus anchas.
Y ya ni en las mujeres en la política creo. Han sido tan corruptas y venenosas en su gran mayoría, que ya mejor me he curado en salud de todo aquel espécimen que milita en algún partido, del color que sea, y mejor pongo mis esperanzas en las candidaturas ciudadanas. ¡A ver si no salgo defraudado nuevamente, antes de colgar el pico!
Bueno, pues si así llegara a ocurrir, ¿qué le vamos a hacer? La esperanza muere al último.