Muchas veces me he preguntado: ¿a qué aspira un estudiante de Comunicación cuando empieza su carrera?, ¿a lo mismo que el de Arquitectura que sueña con diseñar el rascacielos más imponente?, ¿o al de Medicina que investigará para encontrar la cura contra el cáncer y ganarse el Premio Nobel?
En México un estudiante de Ciencias Políticas quizá equivocadamente entra a la universidad porque en su cabeza sólo cabe que un día será funcionario público, tendrá a su alcance millones y millones de pesos, habrá quién le enseñe a robar y su vida cambiará de la noche a la mañana.
Ese alumno de institución pública o privada, perfilado para entrar en la política con alguna palanca, tendrá como ejemplo a seguir a muchos que hasta flojera da escribir sus nombres y apellidos; de todos los colores e ideologías; del PRI, PRD, PT, Verde, Nueva Alianza… y del PAN de cada día.
En la cabeza de ese estudiante el éxito tendrá una explicación: que un candidato deberá taladrar su imagen dentro de los cerebros de los mexicanos en las campañas electorales, y una vez que eso rinda sus frutos esperará paciente para que el voto le favorezca.
Uno de los últimos presidentes del PRI, Carlos Salinas de Gortari, por cierto padrino de Enrique Peña Nieto, planeó su truculenato futuro sin titubeos. No era el más carismático de su grupo, sin duda cabe, pero desde adolescente y posteriormente adulto, no tuvo dudas de hasta dónde quería llegar.
Salinas de Gortari dejó al país en ruinas en diciembre de 1994 con la crisis, pero los mexicanos, casi en la quiebra y que debían hasta los calzoncillos, le cobraron esa factura al PRI seis años más tarde, cuando el PAN ganaría la presidencia con Vicente Fox Quesada como su candidato.
La mayoría de los políticos en México, universitarios o no, saben muy bien eso que traen en la sangre: incursionan en ese ambiente de los dineros ajenos porque es el camino más corto y fácil para brincar a otra clase social y hacerse millonarios, y no necesitan quemarse las pestañas para tener un título, porque para robar no se requiere presumir un diploma.
Lamentablemente, con el objetivo de llegar a esos niveles de corrupción, están atiborradas las facultades de Leyes, Administración Pública o Ciencias Políticas, aunque como todo en la vida hay sus sagradas excepciones.
Con el paso de las décadas, con PRI o PAN en Los Pinos, también las oficinas de Prensa y Comunicación se convirtieron en gigantescas bóvedas para guardar los millones de pesos mal habidos, ejemplo Mario Ruiz Pachuca, ex responsable de esa área en el sexenio pasado en Tamaulipas.
De ser un normal reportero, siendo funcionario Ruiz Pachuca construyó una residencia con elevador en su interior, entre otros excesos y lujos, en su natal San Luis Potosí; actualmente está en prisión en Ciudad Victoria acusado de secuestro.
Cuando en los años setenta se creó la carrera de Comunicación en la Universidad Autónoma de Nuevo León, la mayoría de los estudiantes perfilados a periodismo queríamos seguir los pasos de figuras nacionales como Guillermo Ochoa, Lourdes Guerrero, Lolita Ayala, Ricardo Rocha o Jacobo Zabludovsky.
En Nuevo León Héctor Benavides era y es seguramente la inspiración para muchos que sueñan con salir de las aulas para hacer buen periodismo en televisión como ha sido el estilo del arquitecto, aunque defiendo y estoy convencido que los más grandes periodistas comenzaron tecleando una máquina de escribir para posteriormente entrar a la pantalla chica.
Regresando al tema de las primeras líneas de este espacio, está tan contaminado el mundo de la comunicación en Monterrey con influencia en Tamaulipas a través de la “tele basura” de Multimedios, sobre todo, aunque Televisa no se salva, que Ernesto Chavana, Recta, Poncho de Nigris, Recta, Mario Bezares, Las Lavanderas y el Perro Guarumo, entre otros, son sinónimo de éxito.
También son referencias de que ¿para qué estudio una carrera como Comunicación si cualquier mal hablado o corriente puede comprar un Audi, BMW o Mercedes Benz?
Creo que las carreras de Comunicación en cualquiera de las universidades, sea públicas o privadas, deben reconsiderar en que la especialidad de periodismo debe tener el mismo nivel que tuvo en las décadas pasadas.
Y en especial la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde han egresado brillantes alumnos que han rebasado fronteras. Ejemplos hay muchos como Silvia Lidia González, actual catedrática en una universidad en Tokio, Japón; Liliana González, quien trabajó en CNN en Washington; Diego Enrique Osorno, periodista y escritor, y José Celso Garza, periodista de exquisita pluma en receso.
Cuando está por cumplir 35 años de fundación, la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL puede presumir que la especialidad de periodismo le dio el respeto que tiene, reconocida a nivel nacional e internacional.
En sus aulas y auditorios han estado catedráticos, estudiosos, investigadores y periodistas de gran relieve como Alberto Peláez y Valentina Alazraki, corresponsales de Televisa en España e Italia, respectivamente, además de los ganadores del prestigiado Premio Pulitzer, Roy Gutman y Josh Friedman, entre otros.
Por su parte la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, que alberga Comunicación, ha contado con figuras del periodismo como Alazraki, demostrando que tampoco se ha quedado en el camino para dignificar el periodismo dentro de las aulas. ¡Larga vida a este oficio, y bienvenidas las buenas y nuevas generaciones!
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