En “Oración del 9 de Febrero”, del regiomontano Alfonso Reyes Ochoa (1899-1959), escrito en 1930, pero que nunca publicó en vida hasta que en 1963 sus descendientes lo difundieron en Editorial Era y luego en el tomo XIV de sus Obras Completas, relata cómo vio por última vez a su padre Bernardo Reyes (antes de ser asesinado en la Decena Trágica de febrero de 1913, en el zócalo de la ciudad de México), el 25 de diciembre de 1912. Lo visitó en la prisión de Tlatelolco, y el ex Gobernador de Nuevo León le pidió que le recitara “Lamentación de Navidad”.
El poema acababa de ser publicado en el número 20, año II, de Mundial Magazine, la revista que desde París dirigía el creador del Modernismo, Rubén Darío. El general escuchó con atención, en silencio, la primera parte del poema de su hijo, pero reaccionó airado en la segunda:
Al llegar a la frase: Que a golpes de dolor te has hecho malo, me tapó la boca con sus manos y me gritó:
–¡Calla, blasfemo! ¡Eso nunca! ¡Los que no han vivido las palabras, no saben lo que las palabras traen adentro!
En efecto, los que escribimos o hablamos para un público debemos tener mucho cuidado con las palabras, porque su validez y su fuerza les viene de la interpretación que de ellas hace el receptor o los receptores, de suerte que pueden llevar a malos entendidos, aunque el emisor no tenga ninguna intención de confundir o provocar escándalo.
Eso tiene que saberlo “El Bronco” que a veces quiere ser muy popular con su lenguaje ranchero y sus malas palabras, y últimamente con sus expresiones que para algunos son ofensivas, sin caer en la cuenta que como gobernador siempre está bajo el escrutinio de sus críticos y aunque quiera parecer muy sencillo, campirano y dicharachero, la educación ha de primar en su comportamiento público.
Se vio muy mal, por ejemplo, que a principios de junio conversara con un invidente que, al ser despedido hace meses de la administración municipal, no le quedó más alternativa que instalarse en la Plaza Zaragoza para ofrecer masajes antiestrés, como muchos otros sobadores que ocupan grandes espacios en dicha área. “¿Quieres trabajar conmigo?”, se adornó Jaime Rodríguez Calderón al ofrecerle chamba al buen hombre. Y al obtener el consabido “sí” de su interlocutor, le dijo: “Ya chingaste… Te voy a recomendar para que…, etc.” Pero, haciéndose el chistoso ante los representantes de la prensa que lo siguen a todas partes, le pidió a su nuevo amigo: “Antes dame un buen masaje antiestrés, porque estos cabrones periodistas me traen bien estresado”.
Sin embargo, lo que provocó con sus dichos el lunes 13 de junio tuvo mayores alcances porque el martes fue denunciado en la tribuna del Congreso de la Unión, como había sido denunciado ante la Comisión de Derechos Humanos ese mismo día por priístas y panistas del Congreso local, debido a que declaró que “a las niñas gordas nadie las quiere”, y posteriormente aclaró que se refería a las niñas embarazadas.
Al interpretar las palabras de “El Bronco” como discriminatorias, retrógradas y ofensivas, los legisladores se le fueron a la yugular, y luego dijeron que no bastaba con que se disculpara y pidiera perdón públicamente, porque esa forma de hablar no va con la máxima autoridad ejecutiva del Estado. Sin embargo, más tarde le dio un golpe bajo el priísta Héctor García al considerar que su expresión podría deberse a que andaba bajo los efectos del alcohol. “Quiero creer honestamente que andaba entequilado, porque alguien en su sano juicio no se atreve a decir eso”, manifestó el diputado.
Total, de un lado y otro el morbo que provocan las palabras deja mucho que desear y uno y otro son poco edificantes en su ejemplo ante los ciudadanos. Y ni siquiera vale la defensa que algunas personas hacen de “El Bronco” al sostener que los medios sacaron de contexto lo que dijo, e inclusive esos medios lo presentaron como enemigo de la obesidad, y lo han aprovechado como una forma de venganza contra él las televisoras, por no darles ni un cinco de publicidad.
Según los seguidores de Jaime Rodríguez, la verdad en sus labios es una: “Tras el embarazo no deseado, hay patanes que dejan a sus novias cuando se dan cuenta que están embarazadas”. Y terminan alertando a la opinión pública para que ya no se deje engañar por los resentidos que han dejado de embolsarse mucho dinero como lo hicieron en el gobierno de Rodrigo Medina.
Total, lo recomendable en todo caso es ser prudente en el uso de cada expresión que se dice para consumo en los medios masivos. Y hay que seguir estudiando mucho los procesos de comunicación política y traer a la mano los manuales y lecciones de todo orden cuando se ocupa un cargo público de constante interacción con los ciudadanos. Porque como le dijera el General Bernardo Reyes a su hijo Alfonso: “Los que no han vivido las palabras, no saben lo que las palabras traen adentro”.