No soy futbolera, pero la agresión sexual cometida por Luis Rubiales contra la jugadora Jennifer Hermoso -durante la premiación del Mundial Femenil 2023- generó tal ruido mediático que me enteré de ella desde la mañana del 21 de agosto, en una publicación de la escritora Lucía Etxebarría.
Finalmente, veo el video de la premiación . Pero lo que observo me inquieta mucho más allá del beso. Se percibe que en este ambiente, se normaliza y alimenta el acoso sexual de manera cotidiana. El beso es tan solo la punta del iceberg y los indicios son claros.
Durante toda la ceremonia de premiación, el presidente de la Real Federación Española de Futbol no abraza, sino que estrecha y toma de la cintura a todas las jugadoras que pasan frente a él. A algunas también las carga. Todas son mujeres jóvenes, sobre quienes detenta una autoridad. El contacto físico es excesivo e innecesario.
Los comentaristas deportivos y de noticias en general se han quejado y han hablado del beso sin consentimiento -de la agresión sexual, pues- reclamando que el directivo no tiene otra salida que dimitir. Y es verdad. Pero la salida del directivo no basta.
Minutos antes, durante la misma final, el entrenador de la Selección, Jorge Vilda, había festejado el gol del minuto 29 abrazando a los miembros del cuerpo técnico y poniendo su mano presuntamente sobre el pecho de una jugadora durante un tiempo prolongado.
Que tampoco pase desapercibido esto de Jorge Vilda.
El año pasado, Vilda fue acusado por un grupo de 15 jugadoras de afectar su salud física y emocional. En diversos correos electrónicos enviados a la RFEF, las jugadoras de élite pidieron cambios que les garantizaran su bienestar y dignidad.
Entre las quejas de las jugadoras, denuncian que durante las concentraciones son obligadas a dejar abiertas las puertas de sus habitaciones.
En respuesta, Rubiales les exige que ofrezcan disculpas públicas, amenazando con inhabilitarlas entre 2 y 5 años.
Mucho antes -durante casi 30 años- la Selección Española de Futbol Femenil había sido dirigida por Ignacio Quereda, un entrenador que acosaba y agredía sexualmente a las jugadoras, como se publicó en el libro “No las llames chicas, llámalas futbolistas”, de Danae Boronat.
En el fondo, está lo más obvio: habiendo en España varias entrenadoras con experiencia y calidad probada, la Selección Femenina tiene un entrenador masculino y está bajo las órdenes de una cúpula masculina.
“¿Hasta cuándo hay que aguantar estas agresiones?”, dijo la escritora española Rosa Montero tras conocerse la agresión sexual de Rubiales durante el Mundial 2023. Es una buena pregunta.
No es un secreto que las mujeres en todo el mundo estamos expuestas a este tipo de situaciones de manera cotidiana. Por eso, esta agresión contra una figura pública como Jenni Hermoso, en un evento de tal magnitud y visibilidad global, es una ocasión que se debe aprovechar para aplicar un castigo ejemplar contra el agresor.
Que todas las niñas y jóvenes sepan que si un día un hombre las toca o besa sin su consentimiento, tienen todo el derecho de denunciar, así haya sido su jefe, un maestro o cualquier otra figura de autoridad.
Sin embargo, la batalla más complicada es la de cambiar a las instituciones, para que dejen de operar y crecer desde una cultura machista que normaliza las violencias hacia las mujeres.
La autora es profesora de Ecofeminismo y Humanidades Ambientales en el Tec de Monterrey y administradora del portal Ruta Familiar.