
El andar de las mujeres pareciera que ha sido por tierras extrañas, y pensar que ellas mismas nos han construido los caminos.
H.G.G.
“En las últimas horas han sido asesinadas en México varias mujeres y al menos una niña desapareció…Sí a las megas protestas del domingo 8 y a #UnDíaSinNosotras el 9”. Así reseñaba su sentir un amigo periodista en redes sociales, Héctor Hugo Jiménez director de Hora Cero, como sentencia fulminante expresaba su malestar al gobierno y las condiciones en las que rodea esta situación.
El “9 M” tiene mucho matices: criminal, familiar, laboral, gubernamental, una larga serie de protestas o de manifestaciones que encarnan el concepto de dolor; pero también de aquel espectador de redes sociales que deslizando la noticia con su pulgar en el móvil que sostiene deja en el pasado atroces acontecimientos. La certidumbre de la mujer no se concentra en un acto, una fecha, es la lucha contra la simulación que mantiene anestesiada la capacidad de asombro y pareciera no tener prisa en que concluya esta travesía.
La gradación del 9 de marzo puede ser una catapulta, no debemos de dudar, de retroceder, no hay atajos. Miguel Carbonell nos apunta: “han pasado más de 10 años de las sentencias de los casos Radilla Pacheco y Campo Algodonero. No solamente no las hemos podido cumplir, sino que estamos peor que nunca. Seguimos inmersos en una realidad decepcionantes y las respuestas institucionales brillan por su ausencia”. Ante la falta de resultados históricos una ruta de éxito se abre en la empresa y en el derecho, en el sector productivo, en donde la destrucción de estereotipos se pueda cimentar desde los centros de trabajo, haciendo nuestros este cambio de paradigma jurídico e implementándolo.
El sector empresarial tiene un rol protagónico en el “9M”, este nuevo prototipo cultural y jurídico debe permear en todos los niveles jerárquicos de los centros de trabajo. No podemos buscar el fundamento del 9 de marzo en la Ley Federal del Trabajo porque nunca lo vamos a encontrar, es en la propia reflexión, en la adopción e implementación de los derechos humanos en donde la empresa construirá el verdadero aliado de la mujer. Una trabajadora segura, respetada, escuchada, atendida, respaldada en su empresa es una mujer fuerte que consolida una sociedad alejada de la vulnerabilidad.
Apoyar el “9M” desde la empresa esta bien, no apoyarlo, también, esta bien, lo que no esta bien es no contar un protocolo de prevención de discriminación por razón de género y atención de casos de violencia y acoso u hostigamiento sexual, así como erradicar el trabajo forzoso e infantil, aprobado en la reforma laboral del 1º de del año pasado.
El jurista Roberto Gutiérrez Arranz , nos dice: ¨El caso sexual se ha movido en los últimos años en un espacio de relativa penumbra, donde siendo conscientes de su existencia, sin embargo se tenía la impresión de que no era un tema protagonista por el que preocuparse…¨. Sin duda, el movimiento tiene mucho de mediático y truculento si se le despoja de los elementos morbosos y se ciñe estrictamente al jurídico, nos sigue diciendo el experto en compliance, de donde hace énfasis en el tsunami Weinstein y en España el movimiento 8M se debe aquellos sucesos, y por ende en general, al acoso sexual.
El mayor reconocimiento a la mujer en el “9M” es que desde el trabajo pueda contar con mecanismos de denuncia eficaz; que la discriminación se prevenga, se investigue, se sancione; que el capital humano sea la línea directa de comunicación. Fortalecer a la trabajadora es evitar una mutilación social, si así se lo propone la empresa; o bien, también puede abonar a la simulación.