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Dos eternos

10 de septiembre de 2012 por Philippe Stoesslé

En apenas tres meses, México y el mundo lloraron la pérdida de dos de sus máximos íconos culturales del último medio siglo: Carlos Fuentes primero, y más recientemente Chavela Vargas.
Aunque su relación con México fue diferente y terminó de manera geográficamente inversa – él pidió ser sepultado en el cementerio de Montparnasse, en París (“En París me siento en casa, rodeado de belleza”, decía) mientras ella deseaba reposar eternamente en tierra mexicana – no cabe duda que ambos amaron profundamente a su país. La reciprocidad no siempre fue verdad en el caso de Chavela Vargas, quien fue dejada en el olvido durante muchos años. Aún así, ella quiso emprender el viaje de regreso de Madrid a México cuando sintió que se le desvanecía la vida, después de un recital en homenaje a Lorca en la capital española. A pesar de todo y que no fuera necesariamente mutuo, la cantante que no nació en México quiso regresar a tiempo para terminar su existencia en el país que tanto amaba.
De hecho, Fuentes tampoco nació en México, pero hoy con esta doble partida, nuestro país pierde indudablemente a dos personajes que fueron de sus mayores representantes culturales en Europa. Con Chavela, se apagó una fuerza que supo conquistar ambas orillas del Atlántico hasta sus últimos momentos. Ella había sido celebrada en muchos países como el símbolo de la bohemia versión mexicana. Su voz ronca forjada entre tragos, tabaco y golpes de la vida, sin mucha producción o efectos artificiales, cautivaba a su público. Se impuso en algunos de los más grandes escenarios del Viejo Continente, como en la prestigiosa Olympia parisina que llenó en los años 1990. Quince años después, su presentación como mayor estrella del Festival de músicas latinas “Río Loco” en Francia, inolvidable para los presentes, fue transmitida hasta en televisión nacional. Admirada por los más grandes artistas contemporáneos, como el cineasta Almodóvar que le dio varios papeles en sus películas y la comparaba a la legendaria cantante francesa Edith Piaf; Chavela encontró en Europa un segundo auge, cuando en México seguía su relación de altibajos con el público. Ahora que se fue, “la chamana” se hará presente en las pantallas grandes de Londres con su última película en la que habla del alma, Hecho en México. Se estrenará allá antes de presentarse en México en este septiembre.
Londres, punto en común del final de la trayectoria terrestre de los dos genios, ya que también fue la ciudad de residencia elegida por Fuentes en sus últimos años. Allá, en Ginebra donde vivió su juventud, y en toda Europa, se escucharon conmovedores homenajes, ya que aparte de ser portador de la “identidad mexicana” contemporánea, Fuentes fue también representante oficial de México en los años 1970, asumiendo el cargo de embajador en París. El escritor viajero hablaba de hecho un maravilloso francés, elegante y pulido como el que pocos habitantes del país galo poseen. Cosmopolita, Fuentes era sin embargo profundamente mexicano, y no perdía una oportunidad de recordar a su auditorio – como lo hizo en la Feria del Libro de París el año pasado como invitado de honor – que América Latina y Europa son y seguirán siendo culturalmente y políticamente hermanas. Residente en Europa numerosos años, se visualizaba a sí mismo como el heredero de este sincretismo viejo de 500 años entre la hispanidad conquistadora y las culturas indígenas de México. En este sentido, Fuentes y su obra ilustran perfectamente el mundo barroco latinoamericano de hoy, sus injusticias y sus revueltas.
Seguramente fue la autonomía de los pensamientos de Carlos Fuentes y Chavela Vargas que tanto gustaba en Europa, especialmente cuando no dudaban en criticar las sociedades ultra conservadoras o corruptas y autoritarias que tuvieron que enfrentar. Ambos nacidos fuera de México, se erigieron como símbolos de la libertad y del abandono de sí a la única vida que tenemos; portando siempre con orgullo su profundo cariño por México en cada uno de sus viajes.
Llegado el momento del adiós a estos dos grandes que supieron hacer de la muerte un momento hermoso, recordé la frase de otro genio de la literatura latinoamericana (García Márquez) que me pareció absolutamente apropiada: “No llores porque ya se terminó… sonríe porque sucedió”.
[email protected]

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