
El gobernador, Rodrigo Medina de la Cruz, terminó por hacer lo que le impusieron las circunstancias y sus adversarios políticos durante la semana de la crisis mediática iniciada con los lamentables acontecimientos del ITESM, que culminó con la marcha, manifestación o concentración efectuada en el parque Fundidora; vox populi, vox dei.
La última semana de marzo fue para el gobierno que encabeza Medina la prueba de fuego para su equipo de “colaboradores” y hasta para sus propios “asesores”. Y lo pongo entre comillas porque pareciera que no están colaborando con su jefe los miembros de su gabinete para restarle problemas y si tiene asesores, en verdad habría que aplicarles el dicho aquél de “no me ayudes compadre”.
¿Por qué permitir que el gobernador, Medina o el procurador, Alejandro Garza y Garza, entraran en un debate público estéril con el rector del sistema ITESM, Rafael Rangel Sostman?
Debió mediar una llamada telefónica antes de confrontar declaraciones. Cuando quisieron ya les habían amarrado navajas porque el rector ya había “culpado” al gobierno estatal y a la procuraduría de informarle equivocadamente que los caídos frente al instituto eran sicarios y no estudiantes. ¿Dónde falló la comunicación?
Todos sabíamos que el jefe y comandante de las fuerzas armadas es el presidente, Felipe Calderón y todos sabíamos que el enfrentamiento entre sicarios y militares tiene su origen en las facultades que tiene el Ejecutivo federal.
El primer mensaje debió ser “lamentamos” y el segundo debió dejar muy en claro quién ordenó los operativos militares y de manera muy diplomática decir que “apoyamos al Ejército y al presidente Calderón en la lucha que libraron las fuerzas armadas en las inmediaciones del Tecnológico de Monterrey. Le pedimos al Gobierno de la República mayor compromiso, mayor coordinación entre las fuerzas armadas y los cuerpos policíacos locales, sabemos el riesgo que representa para la sociedad civil la lucha contra el crimen organizado, asumimos la parte que nos toca, ya hemos iniciado la depuración de nuestras policías, le pedimos mayor colaboración al Presidente, Calderón y a los señores alcaldes les pedimos tomar acciones contra los malos elementos que contribuyeron y participaron con miembros del crimen organizado”. El mensaje no llegó a la opinión pública.
La lectura mediática es que la gente terminó culpando y responsabiliza a Medina de todos los acontecimientos, porque sus colaboradores no supieron difundir el mensaje que le hiciera recordar a la opinión pública quién es quién en cada gobierno, recordarle a la gente que las policías preventivas, de los tres niveles, están infiltradas y que esa es la razón por la cual las fuerzas armadas han tomado el liderazgo para combatir al crimen organizado.
Pero eso no es todo, fallaron las acciones gubernamentales cuando como gobierno convocaron a una marcha que fue politizada por el PAN, por el PRI y hasta por algunos organismos intermedios como Vertebra.
La iniciativa no era mala, pero debieron “dejar” que las organizaciones civiles, ONG´s y personalidades encabezaran estos esfuerzos para llevar a cabo una manifestación por la paz. Lo que parecía bueno terminó siendo nada.
Todavía más el acto por la paz del parque Fundidora no tuvo pies ni cabeza, los conductores, que no tienen oficio, estuvieron a punto de hacer de aquello un festival, porque no hubo un orden del día, ¿qué haría cada quien? Nadie sabía, se improvizó y terminaron haciéndose bolas con Óscar Burgos a la cabeza.
Los líderes religiosos convocaron a la oración, pero nunca pidieron orar “porque Dios dé sabiduría a nuestros gobernantes” ahí presentes. El gobernador debió mantener su liderazgo, debió mantener su posición inicial y al menos subir con su familia e invitar a los alcaldes, para que juntos lanzaran un compromiso frente al reclamo social de combate frontal a la delincuencia.
Nos queda claro que el liderazgo democrático demanda de políticos que sepan comunicarse, cosa que no ocurrió en toda la semana de la crisis mediática y terminó mermando la credibilidad del gobierno de Medina.
Seguramente los colaboradores y asesores del gobernador desconocen las características de los mensajes políticos emitidos durante la semana de la crisis mediática, no supieron distinguir la intención de los mensajes de los actores participantes, el efecto que provocaron las declaraciones de estos personajes y más aún desconocieron los alcances de esos mensajes en los receptores, así como la predisposición ciudadadana al rechazo o aceptación a las propuestas gubernamentales y de sus adversarios.
La prueba de fuego dejó vapuleados a los colaboradores del gobernador porque demostraron la poca capacidad de respuesta mediática que tienen frente a las crisis provocadas por un acontecimiento que hizo erupción en los medios de comunicación, dejando ver el tamaño de lo que están hechos, aunque a la hora de los trancazos muchos son puro cuento.