Frecuentemente se establecen como discriminación hacia la mujer muchos hechos en las que ellas llegaron tarde o se sumaron mucho tiempo después del hombre a actividades del desarrollo, entre ellas el deporte.
No debemos afirmar que un hecho, en este caso el deporte, ha sido discriminador con la mujer sin siquiera revisar el entorno del momento o sus circunstancias.
Se asegura que el machismo es una de tantas posibles causas por las que a mujer no se desarrolló a la par que el varón.
Para tal aseveración debiéramos revisar el contexto social, cultural o político de la época que se quiera analizar para saber si en realidad se trató de discriminación o de posturas conservadoras de la sociedad en general.
Si revisamos la pre historia nos daríamos cuenta cómo el hombre primitivo recurría a su sentido común y no llevaba a la mujer a la caza del mamut. ¿Qué tal si este, en su lucha por sobrevivir se llevaba de encuentro a varios incautos?
Seguramente que esos seres ancestrales preferían perder uno, dos, tres o más compañeros de la tribu, que perder una mujer, por aquello del cuidado de los huercos o más importante aún: preservar la procreación.
Si el hombre cazaba, curtía pieles, construía chozas, la mujer también cumplía roles más allá de cuidar niños o preparar los alimentos. Para empezar, también caminaba largos trayectos, cruzaba embalses, cargaba cosas.
Así fue durante las diversas eras hasta llegar a las primeras civilizaciones, que seguían dando suma importancia a ese esencial sentido de protección a la mujer.
Y así como el hombre fue desarrollando actividades físicas y coordinativas, también la mujer lo hacía: contorsionistas en Egipto, malabaristas en Asia, jinetes y atletas en Grecia.
Todas las guerras de la antigüedad y las modernas, incluyendo la Segunda Guerra Mundial, excluyeron a las mujeres, al menos en los frentes de batalla.
Después de consolidar grandes avances de todo tipo, sobre todo en Europa, al hombre le quedo tiempo para enfocarse a actividades físicas más demandantes, como el deporte.
Con el deporte nacieron los equipos, las ligas, los torneos. Y sí, al principio ¿quiénes podían participar?, pues los hombres, aunque las mujeres de alta sociedad ya practicaban juegos a nivel de exhibición como el tiro con arco y el tenis.
Cuando Pierre de Coubertin, el principal promotor de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna, convocó a la primera edición de las competencias en 1896, vaya que batalló para reunir atletas en los pocos deportes enlistados, teniendo que recorrer universidades de Europa y tender invitaciones personales a estudiantes extranjeros.
Imaginemos: si fue difícil contar con varones, con mayor razón tener mujeres.
Para ese año de los primeros JJ.OO. se propuso la carrera de maratón en homenaje a Filípides, aquel soldado ateniense que era correo y que la historia dice que cayó muerto después de llevar el mensaje de la victoria de Atenas sobre Persia.
Los organizadores de los JJ.OO. tuvieron miedo de convocar a esa carrera, por aquello de que pudiera morir algún participante. O sea, se trataba de cuidar al ser humano, al hombre.
Para descubrir si era factible la carrera hicieron una prueba. Convocaron a militares que corrieron de Maratón a Atenas, unos 36 km, y para su sorpresa, ninguno murió. La prueba se hizo en los Olímpicos y ganó uno de casa, Espiridión Louis.
En los Olímpicos, la mujer correría maratón, ya de 42 km y 195 m, hasta Los Ángeles 1984. En los años intermedios las distancias más largas para las mujeres fueron de los 3 mil m a 5 mil y luego a 10 mil m. Tiempo después corrió los 3 mil con obstáculos, hizo la marcha, lanzó martillo y pasó del pentatlón al heptatlón.
Como vemos, ese paso paulatino de la mujer en el deporte fue más por apego a su cuidado y dando tiempo a que más mujeres de más lugares del mundo pudieran ir sumándose al deporte, para intentar así tener un equilibrio en cantidad y calidad. Y siendo así, ¿sería discriminación?
Un ejemplo más a modo de cómo se acusa de discriminación sin argumentos lo tenemos en estos tiempos, concretamente en nuestro futbol femenino.
Hay gente que dice que la empresa Tigres discrimina al equipo femenil al otorgarle sueldos bajos en relación al equipo masculino, olvidándose que el futbol es un negocio y que como tal, se rige por muchos principios económicos como el de la oferta y la demanda.
Solo hasta que el equipo femenino logre el nivel de mercadeo que tiene el masculino, sería cuando se pudieran igualar esos sueldos.
Llegar al nivel de atracción y de manejo económico que hoy tienen varios clubes masculinos del futbol mexicano, no fue fácil; pasaron muchas décadas y muchos experimentos y sinsabores.
Quizá este boom mercadológico que vive el futbol masculino tenga unos 25 años: buenos sueldos, muchísima publicidad, gran venta de abonos por temporada, demasiado marketing, muchos buenos jugadores extranjeros, más torneos, más cobertura mediática.
Y mucho de esto le “salpicó” al futbol femenino. Esta rama tuvo la fortuna de levantarse con el pie derecho al encontrarse con gran parte del camino allanado, por lo que no sufrieron las penurias que sí enfrentaron los equipos de varones; en menos de 8 años de su liga han ganado más que los varones en 70 años.
Los equipos femeninos de ahora tienen cuerpos técnicos completos y cuentan con atención médica, nutricional y otros apoyos; viajan en avión, se hospedan en buenos hoteles, se alimentan bien, visten ropa deportiva de marca, juegan en buenos campos.
Estas bondades no las tuvieron los equipos de Primera División de hace 25 o 30 años. Y se habla de discriminación.
Por fortuna, y porque la sociedad ha tenido grandes avances de todo tipo, la participación de la mujer en todos los campos del desarrollo es una realidad.
Por ello se entiende tanta participación femenina en los deportes, como fue el caso de los Juegos Olímpicos de París 2024, donde por primera vez la cuota de participación fue de 50 por ciento para cada rama. ¿Es discriminación?