La cuestión del manejo responsable del erario público se comentó mucho en los últimos días. En Monterrey, se habló de la eventual contratación de un “broker”, un intermediario contratado por el Estado para reestructurar su deuda. Sin embargo, pasó desapercibido que la agencia de notación Moody’s degradó la calificación de la deuda de Nuevo León, por culpa de sus profundos desequilibrios financieros.
Este tema no es “privilegio” mexicano, sino que también preocupa a los países europeos, donde la ilusión de una prosperidad compartida entre vecinos sucumbió después de varios años de crisis de la deuda. Tristemente, existen numerosas similitudes entre el desencanto de los europeos y el de los mexicanos, así como los acontecimientos que provocaron esta incredulidad. Por ejemplo, los ya muy famosos asuntos de las deudas del estado de Coahuila y de Grecia contribuyeron a desacreditar las élites políticas, al ser casos de malversaciones financieras manifiestas que arriesgaron su propio sistema financiero y el de sus socios. Desde luego, los bancos privados son quienes saborean ahora esta situación, con la perspectiva de altísimas tasas de intereses que cobraran durante muchos años. Todo esto, a costa de la ciudadanía, obviamente. Y en ambos casos, casi nadie sabe lo que pasó…
En Europa se puso bajo perfusión económica al país helénico, con varios rescates financieros de parte de la Unión para evitar la bancarrota. En México, el riesgo ahora es que se agudice el fenómeno en otros estados, como lo son Zacatecas, Nayarit, Chihuahua, Quintana Roo y por supuesto Nuevo León donde la deuda alcanza niveles record (más de 46 mil millones de pesos al final del 2012; ¡el equivalente a 430% de los ingresos anuales del estado!), obligando el gobierno federal – que sí manejó su deuda de forma más responsable – a respaldar a las entidades endeudadas por medio de los famosos “bonos cupón cero”.
Llegó el momento de encender la alarma para que el problema no se haga más profundo. En efecto, la deuda de los estados – todavía – no representa un peligro para el sistema financiero del país, pero lo podría constituir en un futuro, ya que la tendencia al endeudamiento compulsivo es muy marcada en las entidades federativas: en apenas 4 años, el nivel de deuda de los estados se multiplicó por 4.
Pero más allá de las responsabilidades individuales (en México como en Europa, todos los partidos han sido culpables del endeudamiento descomedido), el manejo de las deudas representa un grave ejemplo de la falta de transparencia de las entidades de gobierno, provocando que la gente ya no crea en las instituciones manipuladas por los que las administran, quienes se las arreglan para nunca rendir cuenta de sus – malas – decisiones. ¡No puede ser que no se sepa con qué tasa de interés pide nuestro gobierno su deuda, ni cuánto cobran por ello los bancos prestadores!
Urge acrecentar los mecanismos de transparencia de las decisiones tomadas por los dirigentes, aumentando por ejemplo los poderes de control de las asambleas locales y transparentando los términos de contratación de las deudas estatales. Urge también tomar medidas para restablecer la credibilidad de los gobiernos y la confianza de sus administrados. En Europa, la UE contempla la creación de un “superministro” de las finanzas públicas con poder de supervisión de las finanzas nacionales, y sería bueno que la SHCP de México se involucrara también más en los asuntos estatales. ¿De qué forma lo podría hacer? Una posibilidad sería obligar a los estados a condicionar las nuevas deudas a la generación de nuevos ingresos y al respeto de su obligación de invertir lo que se les presta en inversiones productivas (en lugar de gastar los préstamos en programas sociales que en muchos casos se asemejan más a redes de clientelismo político). Otra solución al problema consistiría en mejorar el cobro de los impuestos locales y asegurarse que cada quien pague lo que realmente debe, en lugar de crear nuevos impuestos o subir los existentes. Por último, es obvio que el estado debe tratar de reducir sus nóminas y sus costos de operación.
Las soluciones existen, y urge tomar medidas para que México no conozca una crisis sistémica como la que atraviesa Europa, donde un país que representa apenas el 2% de la riqueza del continente (Grecia) provocó su más grave crisis de la historia.
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