Hoy se habla y se escribe mucho sobre los salarios muy dispares entre las profesionales del futbol soccer, frente a los que se embolsan millones de dólares. Es decir, el sector femenil se queda chiquito ante la desigualdad marcada con el sector varonil. Y se podrá alegar que las mujeres en México no generan ganancias, ni mínimas siquiera, para competir con el llamado un día “el juego del hombre”. Sí, hay muchos estadios vacíos en México en los juegos femeniles y los patrocinios le siguen pensando, de acuerdo con los parámetros de la mercadotecnia.
Pero esta realidad no se refiere solamente al campo deportivo en general, sino al de la vida laboral en sí. Por eso Claudia Goldin ha ganado el Premio Nobel de Economía como un testimonio de la pertinencia y profundidad de su obra. Y al desenredar las cifras y tendencias, esta inteligente mujer ha entregado a la sociedad un prisma que permite examinar y comprender los desafíos que enfrentan las mujeres en el mundo del trabajo. En otras palabras, con su ejercicio académico ha dejado una clara muestra de la desigualdad de sueldos.
Goldin ha diseccionado minuciosamente la brecha salarial de género, desentrañando las complejidades que yacen detrás de las disparidades estructurales entre hombres y mujeres. Sin embargo, esa desigualdad en el futbol profesional es, igualmente, de escándalo en algunos casos, principalmente cuando nos damos cuenta de lo que está ganando Lionel Messi en el Inter de Miami, y no se diga los contratos que firmaron algunas figuras estelares de las ligas europeas, al grado de que decimos que a sus cheques se les salen los ceros. Dígalo, si no, el portugués Cristiano Ronaldo, el francés Benzemá y el brasileño Neymar, quien acaba de sufrir una grave lesión durante el partido de Brasil contra Uruguay.
Y si nos ponemos a comparar las cantidades mínimas que se lleva un buen novato de la liga MX con lo que cobran al mes prestigiados profesionistas en las empresas e industrias, la diferencia es de escándalo. Especialistas de la salud que se queman las pestañas y exprimen el cerebro al máximo para obtener su título, sufren de ansiedad al ejercer la medicina cuando se dan cuenta de sus honorarios frente a las descomunales cantidades que se llevan quienes pertenecen a un club de la máxima categoría del futbol azteca. Y también si se asoman a las percepciones económicas de mucha gente exitosa en el mundo de la farándula y de los (las) cantantes, que ni siquiera ha cursado estudios superiores en alguna institución “patito”. ¡Oh desigualdad, cuántos desfiguros se realizan en tu nombre!
Por tanto, la obra de Claudia Goldin cobra palpitante actualidad al revisar la distancia que media en los salarios de las mujeres frente a los hombres, inclusive al realizar la misma actividad laboral. Pero su análisis no se puede trasladar al terreno de los deportes profesionales y de la farándula, así como así, porque las masas son las que hacen posible tales ganancias.
De ahí que no olvido la vez que entrevisté en el Tecnológico de Monterrey al Ing. Federico de la Vega, en la década de 1990, cuando era el dueño y presidente de las “Cobras” de Ciudad Juárez, y me dijo que estaba en apuros cuando sus ingenieros que se partían el lomo en la producción y en el área de mantenimiento de su empresa, le reclamaban lo poco que ganaban al poner sobre la mesa lo que el club futbolero le pagaba a los jugadores que, por cierto, no la hacían en la cancha y torneo tras torneo terminaban en la cola.
¡Oh desigualdad, cuántos desfiguros se realizan en tu nombre!