Los enemigos de la democracia han comenzado a circular en redes el rumor de un posible golpe de Estado como consecuencia del creciente descontento social, manifestado a raíz del aumento a los precios de las gasolinas en diversos estados de la república, ante la incapacidad del Ejecutivo federal para contener el malestar de la gente.
¿No será que esos rumores se deben a una pretensión de ciertos grupos de poder e influencia que buscan fortalecer la idea de que es mejor un régimen militar?. Ante el ofuscamiento y ambición de mantener sus canonjías, aspiran a impedir el ascenso al poder de la izquierda en las elecciones presidenciales del 2018.
Cierto o no, esos enemigos del empoderamiento social presuntamente prefieren un régimen militar a un Gobierno emanado del voto popular por temor a perder los privilegios que les han permitido amasar inmensas fortunas. Saben que los partidos, a los que tradicionalmente han apoyado con fuertes cantidades de dinero en las campañas a lo largo de ocho décadas, están en la peor crisis de credibilidad. Esos empresarios seguramente pensaron que con la alternancia de derecha en el año 2000 el sistema entraría en un círculo democrático virtuoso, pero no fue así. El PAN sustituyó al PRI en la Presidencia, pero en vez de combatir todos los vicios, esos que durante muchos años denunció, incurrió en las mismas o peores mañas de corrupción e impunidad, elevando el nivel de todo tipo de abusos en el uso de los dineros públicos.
En los últimos cinco gobiernos federales, tres del PRI y dos del PAN, el número de millones de pobres se ha incrementado a niveles tan alarmantes que las cifras ya rebasan los 65 millones de mexicanos en la pobreza.
El “gasolinazo”, como se le conoce al aumento a los precios de las gasolinas, ha sido la chispa que ha provocado decenas de protestas, saqueos a 79 tiendas de supermercado, y bloqueos de calles y carreteras. Quienes propusieron y aprobaron estos aumentos no midieron el impacto ni económico ni social de sus acciones. Ahora los más perjudicados son los propios empresarios, quienes tarde se han dado cuenta de que sus apoyos han engendrado sus propios males: pobreza, desigualdad, inseguridad, corrupción e impunidad. Sus tiendas son el blanco de los saqueos.
Claro que esos diputados, senadores, y hasta los asesores del Presidente, tienen que enmendar sus actos, antes de que se les señale de irresponsables, o de darse actos de represión como pretexto para detener la ola de manifestaciones de protesta.
Turbulento resultó el inicio del Año Nuevo 2017. Inesperado para muchos de esos incrédulos de ciertos sectores que viven en una burbuja pensando que la población seguirá paciente y pasiva ante los atracos al pueblo vía los impuestos.
No señores, estos aumentos fueron el grito de guerra. Basta ver vídeos y memes donde se hace una parodia del Himno Nacional -como nunca había ocurrido-, cambiando la letra, pero siguiendo la música, señalando que “la riqueza y petróleo del pueblo son vendidas por un gran traidor”. Hay que entender que del desencanto, la población está pasando a los bloqueos y saqueos.
Los mexicanos no son una sociedad violeta, son un pueblo que ha sido violentado. Ningún saqueo es justificable. ¿Cómo va a detener Peña Nieto a estos saqueadores de tiendas y gasolineras? ¿Con qué cara un diputado se atrevería a recriminar estas acciones de vandalismo? Toda acción provoca una reacción. Los saqueos son consecuencia de una acción premeditada, con toda alevosía y ventaja por quienes propusieron “ajustes” en los precios de las gasolinas, la luz, el gas y todos los trámites de servicios gubernamentales.
Es el pueblo el que ahora cuestiona el régimen de privilegios, ese que ha provocado la multiplicación de la desigualdad, el mismo que ha provocado más pobreza. Son los serviles a los grandes intereses, los que lícita o ilícitamente, utilizan el poder del Gobierno para favorecerse a expensas de las grandes mayorías ciudadanas. Señores de la partidocracia, ustedes mismos están socavando su propio poder. Las imágenes que se repiten en las redes y se difunden por televisión son para dar miedo, sobre todo para ese puñado de privilegiados.
Son ustedes los que han propuesto, aprobado y permitido que los grupos poderosos ahora tengan una mayor e indebida influencia en las decisiones del Gobierno. No será fácil quitarse de encima a esos entes poderosos.
Para saber hay que leer. El Juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos entre la década de 1880 y 1890, Louis Brandeis, popularizó una expresión que rezaba: “Podemos tener democracia o podemos tener la riqueza concentrada en unas pocas personas, pero no podemos tener ambas cosas a la vez”.
El dinero es poder, eso no es malo. Lo malo, lo verdaderamente cuestionable, es que los neopolíticos hayan disminuido su poder al grado de que hoy son dominados por el poder del dinero volviéndose un monstruo insaciable.
Dios nos agarre confesados ante la presencia del rumor de una dictadura. Sería un retroceso. Debemos fortalecer la democracia porque esto “ya no es un gobierno del pueblo, para el pueblo y constituido por el pueblo. Es un gobierno constituido por las corporaciones, de las corporaciones y para las corporaciones”, diría el presidente estadounidense Abraham Lincoln en tiempos de la guerra civil.
Las protestas, manifestaciones, saqueos, bloqueos y la represión son la antesala de la guerra. A nadie nos conviene.v