Las imágenes parecían sacadas de una ficción: un hombre joven, sin camisa, trataba de detener la hemorragia de una herida en el pecho. La sangre le salía a borbotones pero él, tal vez impactado por la sangría, no entendía que se estaba muriendo y que necesitaba atención inmediata.
El hecho, que no fue ninguna fantasía. Ocurrió en realidad en el interior del estadio Levi’s, de Santa Clara, California, durante un partido de futbol.
El caso policiaco ha insuflado la hoguera de los sacrificios, para que los directivos del futbol mexicano sean sancionados, quemados, despedidos, por la opinión pública. Se argumenta que no pueden controlar a sus aficionados, como si se le debiera poner un policía a cada uno, para impedir que actúe fuera de la ley.
El juego era México contra Qatar, dentro de la insignificante Copa Oro, celebrado el domingo 2 de julio. La víctima, Emmanuel Díaz ya se recupera, luego de estar en situación crítica. El atacante identificado como Alejandro García, fue detenido.
En las escenas que han dado la vuelta al mundo, captadas con teléfonos inteligentes, se ve que hay una gresca entre aficionados que portan, todos, camisas del Tri. Por ello, las miradas de enfado caen sobre el futbol mexicano.
Con anterioridad, México había sido objeto de reproches y de sanciones por el grito homofóbico. Los aficionados tricolores sacan sus frustraciones cuando el equipo pierde y gritan ¡Puto!, orquestados, en el momento en el que el portero rival despeja. Es una expresión de frustración que, en cierta manera, transforma en verbal una forma de violencia que, afortunadamente, no es física. La gente injuria, en lugar de arrojar botellas a la cancha, maldice, en vez de invadir.
¿De quién es la culpa del mal comportamiento de algunos aficionados? Me refiero a los que expresan con gritos su enojo, y también a los que apuñalan. Que alguien me diga quién es el responsable de la conducta de los aficionados en un estadio de futbol, en cualquier estadio del mundo. Yo aseguro que no es la Federación del país correspondiente. Acá no es la Federación Mexicana de Futbol.
Las campañas para el buen comportamiento en los estadios son exhaustivas por todo el orbe. Luego de años de insistencia, los aficionados del mundo saben que es indebida, y objeto de sanción, cualquier expresión de odio. En España hay vetos de por vida a hinchas racistas. En Europa, algunas expresiones nazis han sido castigadas también con exilio a algunos fans imbéciles que trasladan al juego sus traumas nacionales y sus complejos sociales.
Acá entre nosotros, en el juego azteca, la falta mayor es por el grito que insinúa homosexualidad como preferencia repudiable, y la utiliza para herir o motejar. En todas las tribunas de México ya se sabe que no se debe gritar de esa forma despectiva. En este asunto nadie peca por desconocimiento. No queda mucho por hacer, entonces, para los directivos de la FMF.
¿Qué va a hacer la FIFA? ¿Desafiliar a México por mal portado? ¿Retirarle la membresía porque no puede contener la ira de unos cuantos antisociales? No veo salida a un problema que pasa por la educación en casa. Porque, a fin de cuentas, el comportamiento delictivo, las faltas al bando y policía y buen gobierno, no se aprenden en el estadio. El delincuente, el agresor, el criminal no van adquiriendo malos hábitos conforme van más y más a una tribuna a ver un juego de futbol. Eso ya se trae desde el barrio.
Por qué ha de ser el otro aficionado, el bien portado, el que gira su matraca y paga por su cerveza, el que sea castigado por la frustración de otro que siente que en el futbol se le va lo más importante, que no tiene nada más en su vida que seguir un balón.
Los señalamientos de los federativos han sido claros y muy directos sobre la prohibición de las voces insultantes en los estadios. Pero el efecto ha sido prácticamente nulo. Tendrán que buscar una mejor estrategia para contener las conductas indeseables en las butacas.
Y espero que el intento de homicidio sea un incidente aislado, que es lo que se ha visto hasta ahora. Quiero pensar que solamente hubo una brecha de seguridad en los siempre rígidos sistemas de revisión en los estadios de Estados Unidos, y que esto no es una escalada que ha comenzado, para lavar con sangre las decepciones del equipo de todos.