De qué se asustan algunos panistas si el coordinador de su bancada en la Cámara de Diputados, Luis Alberto Villarreal, supuestamente pidió “moches” del 10 por ciento a algunos alcaldes a cambio de gestionar mayores presupuestos, además de recomendar constructoras para hacer obras públicas en municipios en manos de Acción Nacional, previo acuerdo de recibir un beneficio personal.
Dé qué se espantan los albiazules si como mal ejemplo tuvieron al difunto ex presidenciable, Juan Camilo Mouriño, quien siendo legislador federal y funcionario de la Secretaría de Energía, se sirvió con la cuchara grande al obtener millonarios contratos de ese barril sin fondo llamado Petróleos Mexicanos, usando a familiares como prestanombres.
Porque los vicios que imperaron en el Partido Acción Nacional en dos sexenios, comenzado con el ranchero con botas Vicente Fox Quesada y heredados a Felipe Calderón Hinojosa, fue igual -o hasta peor- que los 70 años anteriores al 2000 del PRI en el gobierno, según estimaciones de organismos mundiales que monitorean a países sobre temas de corrupción.
Ahora resulta que los militantes de ese organismo político están descubriendo la corrupción, cuando con Fox Quesada los hijos de su esposa Marta Sahagún se sirvieron a su antojo del presupuesto federal, tejiendo sus redes de corrupción en entidades como Nuevo León, Guanajuato y Tamaulipas, entre otras.
En 2008 Mouriño fue el centro del huracán por una denuncia documentada presentada por Andrés Manuel López Obrador sobre contratos por más de 26 millones de pesos, otorgados a empresas relacionadas con el transporte terrestre de productos derivados del petróleo y que tenían relación con él, siendo subsecretario de Energía en tiempos de Calderón Hinojosa.
Con esa etiqueta de funcionario cuestionado, Mouriño se perfilaba como el favorito del PAN para contender como candidato presidencial en las elecciones de 2012, pero sus planes se truncaron al morir en un accidente aéreo.
Pero no era el único albiazul que seguía los pasos de los priistas que en el año 2000 perdieron los comicios federales con el histórico triunfo de Fox Quesada.
En Nuevo León, embriagados por la victoria foxista, llegaron a los poderes municipales dos panistas que buscaron por anticipado ascender a la gubernatura: Adalberto Madero Quiroga, como alcalde de Monterrey, y Fernando Larrazábal Bretón, primero edil de San Nicolás de los Garza, y luego sucesor de Madero Quiroga en la capital del Estado.
Ambos, bajo el protectorado de dos presidentes de la República, les ganó la ambición, fueron centro de acusaciones sobre actos de corrupción y su carrera política terminó para Madero Quiroga, quien de vez en cuando asoma su cabeza queriendo figurar, mientras Larrazábal Bretón fue vinculado en recibir “moches” de los propietarios de casinos.
Cuando en 2011 estuvo a punto de ser designado candidato a senador, que sería su catapulta para lograr postularse a la gubernatura de Nuevo León en 2015, su “hermano incómodo” Jonás fue descubierto “in fraganti” recibiendo dinero dentro de una casa de apuestas.
Caído en desgracia, el entonces alcalde regiomontano fue reactivado para competir por un distrito federal para las elecciones de 2012, mismo que ganó con serias dificultades por una centena de votos cuando históricamente ese territorio era ganado con amplios márgenes por el PAN.
Por coincidencia, Luis Alberto Villarreal y Larrazábal son compañeros de legislatura. El primero con el escándalo encima sobre acusaciones de recibir los mismos “moches” de alcaldes a cambio de haber gestionado mayores apoyos, mientras que el segundo espera que se aproximen los tiempos electorales en Nuevo León para hacer de las suyas.
Si en Tamaulipas hay un legislador muy cercano a Luis Alberto Villarreal, ese lleva por nombre Carlos García González, que representa el distrito con cabecera en Matamoros por segunda ocasión. Ya ocupó el mismo escaño en 2006, a la par con el comienzo del sexenio de Calderón Hinojosa.
Cuantas veces se lo ha pedido, el también agente aduanal ha llevado a Tamaulipas a su jefe de grupo parlamentario, en estos días en medio de la tempestad, la última vez cuando los cinco diputados federales albiazules de Tamaulipas recorrieron la entidad oponiéndose al incremento de 11 a 16 por ciento del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Aun en tiempos de severos cuestionamientos a Luis Alberto Villarreal por acusaciones de los mismos panistas -dicen que entre ellos se convierten en sus peores enemigos-, García González no ha negado la amistad entre ambos.
El matamorense lo tiene de aliado cuando lleguen los relevos municipales en 2016, porque si alguien se perfila para suceder a la alcaldesa Leticia Salazar Vázquez, es quien fue su coordinador general de campaña.
Pero si un político tamaulipeco, bien conocido en Nuevo León por Larrazábal Bretón, sabe de recibir “moches” a cambio de favores, ese es el senador Francisco García Cabeza de Vaca.
Aliado en su momento del doblemente ex alcalde de San Nicolás y Monterrey, Cabeza de Vaca supo amasar una gran fortuna cuando fue presidente municipal de Reynosa entre 1995 y 1997.
De tener una vida modesta hasta antes del 2000 cuando por suerte apostó su escaso capital político a Fox Quesada y ganó, este panista quiere llegar a ser gobernador y busca el apoyo del panismo de Nuevo León, entre otros de la alcaldesa regia Margarita Arellanes Fernández.
El respaldo que tiene garantizado este sujeto es de Larrazábal Bretón, porque están cortados con la misma tijera. Buscan el poder por el poder, no para servir a los demás, y para obtenerlo son capaces de todo: hasta de traicionar a los de su misma membresía, y aliarse con el enemigo.
Si en Nuevo León y en Tamaulipas el PAN puede presumir de contar con expertos en el tema del “moche”, ambos actualmente son legisladores, como el personaje de la película “La ley de Herodes”, Juan Vargas, la cual influyó para que el PAN llegara al poder en el 2000.
Lo que el director del filme, Luis Estrada, no visualizó, fue que nacerían cientos o miles de corruptos Juan Vargas en años de Acción Nacional en Los Pinos.