
Por Brenda Rodríguez
Los pensamientos negativos son como la yerba, si los dejas crecer, en poco tiempo cubrirán todo tu jardín.
A mí me solía suceder a la altura del kilómetro 30-32, en que empezaban a atacarme los temores de tronarme, de no terminar y ver roto el sueño de completar un maratón más.
A lo largo del tiempo he empezado a combatirlos. Es muy complicado impedir que lleguen a tu cabeza, pero lo que sí puedes hacer es hacer es no retenerlos, dejarlos pasar y que sean ocupados por pensamientos positivos.
Recuerdo muy bien mi primer maratón, en donde los pensamientos negativos me atacaban haciéndome pensar que no iba poder terminar.
Eran un diálogo que no podía controlar, por más que intentaba les daba vueltas y vueltas, por lo que tuve que utilizar toda mi fuerza de voluntad para poder avanzar hasta la meta.
Al paso del tiempo he aprendido a no hacerles caso a esos pensamientos que pueden ser hasta catastróficos.
Leí hace tiempo que los pensamientos son como nubes que atraviesan el cielo, aquellos que no nos convienen hay que dejarlos pasar, como guiados por el viento, porque si les permitimos quedarse se volverán incontrolables.
Ahora, también aprendí a observar, a clasificar los pensamientos, según su tipo. Si son de resentimiento, si son de coraje, de frustración, a buscar el origen del pensamiento, qué necesidad no satisfecha está tratando de revelarme mi interior a través de esos pensamientos.
Y es que a lo largo de cuatro horas, más o menos, en que estamos a solas con nosotros mismos (en medio de la multitud del maratón) pueden cruzar pensamientos de todo tipo por nuestra mente.
Al final, somos lo que pensamos, y en el maratón, por su puesto, también el resultado puede ser producto de lo que pensamos.