A raíz de la muerte de José Luis Cuevas, ocurrida el día de ayer he venido haciendo memoria de mi experiencia vivida con este personaje.
Yo era muy joven… tendría alrededor de 20 ó 25 años y tuve la gran oportunidad de convivir con él.
En aquel tiempo El Mañana era un gran promotor cultural en la ciudad y le organizó una exposición en La Cucaracha.
La ciudad era otra, no estaba envuelta en la cultura de la violencia, la gente visitaba la frontera y eran las actividades que aquí se realizaban.
Estuvo en Reynosa aproximadamente cinco o seis días, en los que además de la exposición, ofreció una conferencia y visitó universidades.
Me lo presentó Javier Ramírez De León, quien fue editor de la sección Cultural de El Norte por muchos años y después vino a trabajar a El Mañana, ellos tenían una buena amistad, eran buenos cuates y no fue difícil que aceptara la invitación, aunque creo que se llevaba más con Bertha Riestra, en ese entonces esposa de José Luis.
El pintor era un personaje como bajado de otra galaxia, inteligente, podría decir que brillante, era muy carismático y él sabía que donde se paraba lo proyectaba. Además era un gran conversador.
Durante su estancia en esta ciudad tuve la oportunidad de departir con él mucho tiempo y de muy buena calidad.
Espero no ofender a nadie con esta anécdota: recuerdo que estábamos en el Hotel Premier, que era de Camilo Martínez y lo administraba Eva Reyes; siempre ha sido una mujer muy bella y en ese tiempo además la acompañaba la juventud y José Luis estaba chifladísimo con ella.
Para todo el decía: “mira me voy a morir, ponme la mano aquí, me quiere dar un infarto”, señalando el pecho, era muy divertido verlo coquetear con cualquier escoba con falda que pasara; era un enamoradizo y un mujeriego compulsivo.
Recuerdo que en uno de los trayectos le mostré la colonia Aquiles Serdán, que estaba a nuestras espaldas y le dije: “mira ahí está la zona de tolerancia, la zona roja” y me pidió que lo llevara.
Yo le expliqué que era de día y que lo mejor era hacerlo por la noche, pero con mucho gusto lo llevé.
Todos sabemos como está la zona de tolerancia, me refiero a los varones, el quedó deslumbrado y dijo: “mira nada más que hermosura de zona amurallada”.
Nos bajamos del auto y caminamos por “el zumbido”. Fue una de esas experiencias que te regala la vida.
Usaba una pulsera de piel y explicando su uso dijo que, “siempre era importante tener un cuero a la mano”, ese tipo de detalles lo hacían diferente al resto de las personas.
Después nos invitó a mi tío Orlando Deándar y a su esposa Esthela, a Roberto Roux Maya y a mí a su casa en la Ciudad de México a una comida con el presidente electo Ernesto Zedillo Ponce De León.
Roberto Roux se hizo amigo de los Cuevas y me contaba que la señora Bertha pedía que él la llevara a McAllen.
“Le decía ‘agarra esto, esto y aquello’ y no lo pagaban”, me platicaba Roberto, era algo muy chistoso. Él era su acompañante favorito porque hacía todo lo que ella quería.
Lo que más reconozco es el valor que tuvo al enfrentarse a todo aquello con lo que no estaba de acuerdo, así como con pintores encumbrados, “las vacas sagradas” de la época.
José Luis se llevó una buena imagen de Reynosa, él sabía que había mucho trabajo por hacer, que la cultura no puede ser cosa de segunda categoría y que era lo que podía ayudar a los países a sobresalir y tener mayores niveles de bienestar social.
Era realmente admirable ver la pasión con la que defendía sus ideales, en lo que el creía, era como ver una pelea de David y Goliat, donde por azares del destino le tocaba ganar a David, porque en esas historias siempre gana el más poderoso.
No soy un especialista en arte, debo de reconocerlo, pero sí reconozco cuando un personaje no es terrícola, cuando viene de algo así como el más allá y ése es el caso de José Luis.
Pero si buscamos en la política, el deporte o la ciencia, siempre habrá nuevas expresiones y personas que tengan “los tamaños” y la habilidad para retar a lo establecido.
El defendía con gran fuerza lo que el creía y por eso se ganó un lugar en este país como parte del patrimonio nacional de México.
Como mexicano, sentí la muerte de José Luis, me duele porque es un ejemplo para las futuras generaciones de que tengan el valor de enfrentar lo que parece inamovible, no me queda más que rezar por él y que desde el cielo nos siga iluminando.
Descansa en paz, José Luis Cuevas.