Volví de La Habana el 7 de julio con la certeza de que todavía falta mucho tiempo para ver el primer McDonald’s sobre la calle 23 y el malecón, mejor conocida como La Rampa. Y cuando el 14 de diciembre próximo se cumplirán dos años cuando Raúl Castro Ruz anunció la reanudación de relaciones con Estados Unidos, todavía es incierto el día cuando los cubanos probarán su primera Big Mac.
La supuesta invasión de compañías estadounidenses a Cuba comenzó discreta, con una franquicia hotelera de la cadena Four Point muy cerca de la fortaleza de cemento que fue la embajada de la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), actualmente es la sede diplomática de Rusia.
Ese pequeño pero gran paso comercial, aun cuando Estados Unidos no levanta el bloqueo, ya forma parte del tour que por 25 dólares pueden pagar los turistas que llegan a la Isla dispuestos a abordar los multicolores y brillantes autos clásicos cincuentones.
Pasar frente a ese hotel es para Lázaro un paseo obligatorio. El joven de 28 años, quien nunca ha salido de Cuba porque los permisos para el extranjero dependen de la expedición de una visa de otro país, maneja un BelAir 1958 que tiene un valor de 30 mil dólares.
Antes tuvo un Moskovitz, un modelo soviético que fue introducido masivamente a Cuba en los mejores años de las relaciones con la URSS, pero que han desaparecido paulatinamente con la desaparición del bloque comunista que llevó a la población a sufrir el llamado “periodo especial” cuando todo escaseaba en la Isla, menos el ron, los mojitos, el tabaco y la salsa.
En la esperanza de 11 millones de habitantes de que sus condiciones de vida mejorarán, el cambio de nombre de un hotel (Four Point) hace ignorar al Museo Napoleónico -ubicado frente a la Universidad de La Habana- que exhibe una de las mejores colecciones en el mundo de objetos del emperador francés.
Cuando el turibus que cobra 10 dólares por un paseo que dura casi dos horas pasa junto a la Universidad, sorprende que el guía ignora por completo la invaluable colección que se encuentra dentro del museo, entre otras piezas, la cobija de la cama donde murió Napoleón Bonaparte en la Isla de Santa Elena en 1821.
Son tiempos donde importa más el qué pasará cuando las inversiones de Estados Unidos lleguen al país donde sus habitantes -aseguran- sobreviven, no viven. Quienes el 5 de mayo pasado vieron con asombro la entrada al Puerto de La Habana del primer crucero, después de casi cuatro décadas, proveniente de Florida con casi 800 pasajeros a bordo.
La famosa nevería del Parque Coppelia es la prueba de que los vientos del comunismo soplan todavía fuertes en Cuba. Los habaneros que no tienen familiares en Estados Unidos y los ayudan a tener una mejor vida, hacen filas de hasta tres horas para saborear un helado de fresa o chocolate, los favoritos.
En contra esquina está el hotel Habana Libre, nacionalizado por los revolucionarios en 1958 y que sólo un año se llamó Hotel Hilton. Sentadas y soportando una temperatura de 33 grados y la humedad que sofoca, dos señoras piden a los turistas unas monedas para comprar leche o jugos envasados para sus hijos.
Rumbo al malecón por la calle 23 hace semanas abrieron un negocio que lleva por nombre Agua y Jabón. Las filas son largas para comprar productos de limpieza que escasean en Cuba y que aún tienen la etiqueta de artículos de lujo occidental.
Los autos clásicos son una de las principales atracciones. En un tiempo eran chatarra, estaban oxidados y rodaban casi de milagro. Pero Fidel Castro permitió a sus dueños restaurarlos, cambiarles el viejo motor de gasolina por diésel, y ofrecerlos a los turistas.
Ochenta y ocho años después un presidente de Estados Unidos pisó Cuba, el 20 de marzo pasado Barack Obama devolvió las esperanzas a la población de que algo bueno sucederá en un futuro cercano.
Un hotel Four Point, un crucero y el incremento de vuelos hacia La Habana y Varadero es un buen comienzo, pero la preocupación de los cubanos tiene que ver con los principales cánceres del mundo occidental: la inseguridad y la violencia que genera el negocio de las drogas.