
La muerte de un perrito al colocarle pirotecnia en su plato de comida recorrió las redes sociales y portales de noticias los primeros días de este 2020.
La imagen era devastadora: un perro amarrado, acostado sobre un charco de sangre acompañaba la denuncia de lo qué pasó en San Luis Potosí.
Siempre he pensado que la forma en cómo las personas tratan a los animales es responsabilidad de los padres y eso se trabaja durante la infancia.
Cuando son niños debemos inculcarles el respeto a toda forma de vida y no solo eso, enseñarles que las mascotas, si las tienen, son un miembro más de la familia.
Expertos en diversas ramas coinciden en que el tener una mascota aporta diferentes beneficios: mayor desarrollo de defensas, disminución del estrés, fomento de la responsabilidad y evitar la depresión son sólo algunas.
Quien ama y respeta a los animales es una persona sensible, empática y noble, pues demuestra que en su corazón hay bondad y amor.
Sin embargo no todo lo que brilla… es amor animal
Muchas causas empiezan con buenas intenciones, pero en el camino se desvían.
Mi perro tenía un día internado y su panorama cambió drásticamente, su esperanza de vida dependía de una transfusión sanguínea.
No crean que serían varios litros, solo unos cuantos mililitros para generarle anticuerpos de la enfermedad, según lo dicho por el veterinario, en el cual confío ampliamente.
A lo largo de los años me ha demostrado que es un profesional de buen corazón, sensible, justo y objetivo, su prioridad es el bienestar animal, no su bolsillo, a pesar de que de eso vive no se ha perdido entre costos estratosféricos y tarifas elevadas.
Utilice mi Facebook para realizar mi búsqueda y mis contactos compartieron mi publicación, mientras que una amiga me recomendó acudir a los refugios de animales.
Tuve mis reservas, pero estaba en una situación desesperada, las horas avanzaban y le quedaba menos tiempo a mi cachorro.
De forma personal y profesional conozco sobre algunos en la ciudad y no todas han sido buenas experiencias.
Algunas son vivencias personales, otras de amigos y algunas historias las he leído en internet.
Ahí estaba yo, en uno de estos lugares pidiendo hablar con la cabeza del sitio, me saludó y escuchó y, ¿se acuerdan de Ludovico Peluche y del meme que dice “¡ya nos exhibiste!”?, pues así me sentía yo.
Estábamos en una sala de espera llena, repleta de gente, yo hablaba en voz baja con la persona, pues era un caso que solo a ella debía interesarle, pero no le importó, cómo si se burlara de mi desesperación en tono altanero dijo: “pues si no son enchiladas, no es enchílame otra”, mientras hacía ademanes a los demás.
Habló de cómo los animales que recibían con esa enfermedad lograban vencerla gracias a su tratamiento, de cómo les buscaron un hogar y me invitó a internarlo ahí para atención médica.
Agregó que sus tratamientos eran efectivos, casi casi milagrosos y echó por tierra las indicaciones de mi veterinario.
No me sorprendía, la tonta era yo, por acudir a un sitio del que ya conocía sus inicios y además, tenía malas referencias.
La contraparte fue la encargada de otro sitio de cuidado animal, quien me dijo que lamentablemente no contaba con un donante pero que con gusto lo publicaba en su página para encontrar alguno.
Al final lo conseguí pero mi cachorro murió antes de un paro cardíaco.
Años atrás cuando estaba más involucrada con el rescate y adopción de mascotas de forma independiente, le solicité a una fundación que me ayudara a difundir en Facebook dos gatos que eran casos especiales y por tanto, difíciles de encontrar hogar y su respuesta fue que no, que primero debían salir los que ellos tenían albergados.
Yo no les voy a pedir que no ayuden, ni quiero cambiar su opinión, por eso no les doy nombres, para que en base a investigación, criterio y experiencias, se formen una idea propia.
Pero no es cierto, no siempre está detrás el amor a los animales.