Lo he mencionado en muchas ocasiones pero vale la pena decirlo una vez más. Conforme pasan los días las redes sociales me tienen cada vez más harto.
Es verdad, nadie me tiene ahí a fuerza pero, en mi caso, estar conectado al menos a Instagram, Twitter y Facebook representa mucho más que un escape de la rutina diaria, algo qué hacer mientras estoy en el baño.
Para alguien con la profesión como la mía las redes representan una herramienta muy importante para estar conectado con el mundo y saber lo que está sucediendo y es noticia en el país y el mundo.
Por ello me es imposible “quemar mis barcos”, cerrar mis cuentas y aislarme del ruido de las redes sociales.
Insisto, ganas no me faltan considerando que a lo largo de los años me convertí en un experto en bloquear y eliminar personas quienes no aportaban nada a mi vida debido a sus posiciones tan radicales en temas como la política.
Porque no lo niego, me faltarían dedos de las manos para contar los grupos y las personas que eliminé por el entusiasmo que muestran al momento de pelear por un tema tan de flojera como lo electoral.
Sin embargo, lo reconozco, la decisión me ha colocado en una posición bastante difícil, pues al día de hoy, que mi interacción en las redes sociales se ha reducido al mínimo, existe una publicación en Facebook que me persigue pues, pasado el tiempo, me doy cuenta que fue un error haberla compartido.
Fue algo que escribí durante la pasada campaña presidencial que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República.
En ese entonces, recordemos, el entonces candidato era bombardeado con toda clase de ataques, rumores, noticias falsas y mentiras por parte de grupos y personajes verdaderamente impresentables.
En el calor de la campaña creí firmemente que los mexicanos debíamos de evitar a cualquier costo mantenernos ajenos a la elección presidencial, que había llegado el momento de tomar una posición pues lo que estaba en juego (el futuro del país, obvio) era muy importante.
Fue por ello que consideré que los mexicanos debíamos de tomar partido pues, esa campaña presidencial era una batalla entre “nosotros y ellos”.
Hoy comprendo que mi error fue no haber aclarado que una vez que terminó la campaña y la mayoría eligió a un presidente, nuestra obligación era unirnos… pero no alrededor de su figura en una especie de idolatría ciega, como está sucediendo entre muchas personas.
Lo que debimos haber hecho es juntarnos para trabajar por el bien del país, reclamando cuando algo no se hace bien, pero haciendo nuestra parte para sacar adelante las cosas, así como lo presumimos que sucedió durante tragedias como los terremotos que han azotado algunas regiones de México.
Desgraciadamente yo no fui el único que omitió lanzar este llamado.
Andrés Manuel López Obrador, se ha encargado de ensanchar la brecha entre quienes lo apoyan y los que no.
Sus discursos son una apología a la división, alentando a aquellos que están de acuerdo con sus acciones a combatir a los opositores, descalificándolos, insultándolos, acosándolos en las redes sociales.
La frase que mejor define a este presidente es: “o estás conmigo o estás en mi contra”, algo totalmente inaceptable para la cabeza de un Estado tan diverso y tan complicado como el mexicano.
Hoy, “las benditas redes sociales” son el campo de batalla entre “los fifís” y “los chairos”, donde existen soldados del teclado que no hacen otra cosa que patrullar Twitter y Facebook listos para combatir al enemigo.
Cualquier tema es bueno para pelear. Desgraciadamente el Covid-19 y el proceso de vacunación contra la enfermedad se han convertido en las municiones que estos bandos están usando para darse en la chapa.
Y no es como si cada uno de estos grupos no tenga elementos para criticar. La política del gobierno federal en el tema es una vergüenza y a diario personajes tan inútiles como Hugo López-Gatell son exhibidos por las tonterías que dicen y hacen.
Sin embargo, del otro lado están los depredadores de siempre, los que están listos para el “bisnes” a costa de la salud y la desesperación de los mexicanos.
Ambos grupos me son vomitables y ahora apenas están cosechando las tempestades que sembraron.
Esta división y sus funestas reacciones son más evidentes hoy que el presidente confirmó que está enfermo de Covid-19.
¿En serio se puede ser tan ruin para alegrarse de este hecho? ¿Se puede tener tan poca madre para desearle la muerte a López Obrador?
Pues sí amiguitos… hay gente así de ruin y de poca madre.
Pero, otra vez, estas reacciones con las tempestades cosechadas de sembrar tormentas.
El tema es que el momento que vive el país no es para estar peleando, divididos, pensando en nuestro beneficio personal.
Deberíamos estar juntos, haciendo lo que nos compete para intentar salir vivos de esta crisis, que está en el peor momento desde que inició hace casi un año.
Pero me queda claro que estamos en México. El país donde nunca es nuestra culpa, donde el gobierno es ratero, donde es más fácil reclamar desde un teclado que asumir nuestra responsabilidad.
Nadie aprende en cabeza ajena, es cierto. Pero si lo fuera ya hubiéramos encendido las luces de alarma al ver lo que sucedió al norte, con un ahora ex presidente que encendió las más bajas pasiones de un sector de su sociedad con fines electorales y provocó un intento de golpe de Estado que asustó hasta a los más extremistas.
Jugar con estos sentimientos es jugar con fuego, es pasearse con un encendedor prendido en un cuarto lleno de dinamita.
Habrá quien diga que en México esto nunca va a pasar, que nuestra sociedad es buena para quejarse pero, a la hora de los cocolazos, se echa para atrás.
Aún así ¿vale la pena jugarse el albur?
No queremos entender que este discurso no ayuda a nadie pues por eso estamos muriendo. Porque nunca comprendimos que unidos nos mantenemos de pie pero separados… caemos.