Así se podría definir a Antonio De Nigris. Un hombre, un atleta, un futbolista de gran corazón, guerrero incansable y que no admitía un no como respuesta. Lamentablemente ese gran corazón le jugó una mala pasada y le costó la vida.
El Tano, como se le conocía por su ascendencia italiana, se fue de una forma abrupta de este mundo, nadie podía creer la noticia el domingo pasado ya entrada la noche y que cerca de las 22:00 horas se confirmó con gente del club Monterrey.
De Nigris fue un atleta en toda la extensión de la palabra. Desde niño se apasionó por los deportes, primero jugando al tenis en donde llegó a ser campeón nacional a los 12 años; posteriormente también destacó en el futbol americano infantil de Monterrey, hasta que le entró el gusto por el balompié.
Al principio el futuro no era halagador, no encontraba el modo de estar en la Primera División y estuvo a punto de claudicar en su intento. Sin embargo, en su vida apareció el español Benito Floro, quien a principios de este siglo llegó para dirigir a los Rayados y fue quien le detectó el talento necesario para ser en un corto tiempo un goleador implacable y hasta llegó a la Selección Nacional.
Floro lo adoptó como su hijo futbolístico, lo fue formando poco a poco, puliendo sus defectos y alentando sus virtudes. Incluso fue quien le abrió las puertas del futbol europeo, una aventura que no tuvo descanso y donde finalmente encontró la muerte la madrugada del lunes 16 en Grecia.
Hablar de las causas de su muerte, si estaba o no consciente de que tenía problemas cardiacos, si como dicen los doctores del club turco donde jugó hasta hace tres meses, el Ankaragucu, “fue a la muerte sabiéndolo”, todo esto es lo de menos.
Lo más importante es darse cuenta de todo lo que este mexicano logró en tan poco tiempo. Porque si bien es cierto que se habla mucho de Omar Bravo, Guillermo Franco, Carlos Vela o el mismo Giovani Dos Santos, la realidad es que Toño era el único delantero mexicano con actividad regular en Europa y en los últimos años no fue tomado en cuenta para la Selección Nacional.
Su largo peregrinar por el mundo futbolístico es digno de un libro. Pasó por el Villarreal de la Primera División española, el Polideportivo Ejido de la segunda; además del Once Caldas de Colombia, el Santos de Brasil, el Poneng Shindong de China; el Gaziantespor, Ankaraspor y Ankaragucu de Turquía, para terminar en el Larissa de Grecia.
A pesar de pasar en los últimos tiempos por culturas tan diferentes como la turca y la griega, con el problema del idioma incluido, De Nigris nunca se dio por vencido.
Con él estuvo en esa aventura su esposa Sonia, la misma a la que su madre Leticia no quería en un principio, pero que con el tiempo supo ser mucho más que su compañera, fue su cómplice, su amiga y confidente.
Sonia le dio a Toño el regalo que más quería en el mundo, su hija Miranda. Era su princesa, se le llenaba la boca e iluminaban los ojos al hablar de ella. Lamentablemente ya no podrá verla crecer.
Ojalá y los homenajes y deseos que han vertido todos los directivos del futbol mexicano sean sinceros, porque es bien sabido que por el famoso “pacto de caballeros” Antonio no pudo volver a jugar en México como lo deseaba, pues ya estaba cansado de estar lejos de casa.
Los Rayados han dicho que honrarán su memoria en la Liguilla, que le dedicarán su participación en la lucha por el título, ¡que bueno! Pero mejor hubiera sido que no le pusieran tantas trabas para encontrar equipo en nuestro país como lo hicieron en todo momento. ¿Verdad Luis Miguel Salvador?
Descanse en paz Antonio De Nigris, “Corazón Valiente”.
Hasta la próxima…