Más allá de los “triunfos” y “derrotas” de las elecciones del domingo 4 de junio, los comicios en EdoMex, Nayarit, Coahuila y Veracruz, revelaron la existencia de dos grandes bloques políticos rumbo al proceso electoral del 2018: Las derechas y las izquierdas.
Sí es posible ver en México la existencia de dos grandes bloques que se disputan el poder, aunque no sabemos con certidumbre qué cantidad de variables y propuestas presenten cada grupo geopolítico a la población. Sin embargo, las posibilidades de que estos dos grandes grupos vayan juntos en el 2018 son muchas. El PRI corre el riesgo de perder la presidencia; el PAN corre el riesgo no ganar los comicios y Morena tiene amplias posibilidades de alzarse con el triunfo el próximo año.
Estamos ante un panorama político incierto en el que los mexicanos podemos ser testigos de un acontecimiento histórico único en los anales de la política nacional: ver juntos a estas dos grandes coaliciones de partidos políticos. Se cumpliría la profecía de los memes PRIAN y hasta PRIANRD contra Morena, PT y MC. La razón fundamental de esta hipótesis es lo que arrojan los números de las últimas elecciones: ninguna fuerza podrá alcanzar por sí misma más allá del 35 por ciento de los votos de los electores. Las grandes fuerzas opositoras avanzan como dos meteoritos que en 2018 van a colisionar inevitablemente.
Urgen acuerdos mínimos al país. Pero, ¿Quién será capaz de sentar a la mesa a los presidentes de los partidos políticos? ¿Quién tiene la calidad moral para sentar a los actores políticos enfrentados? No hay. Todos han tomado partido alguna vez, sean académicos, políticos, empresarios, líderes, intelectuales, ministros o religiosos. ¿Quién?
Hay total disenso entre los actores. No se ve luz que ilumine a ninguna de las fuerzas. El Presidente, Enrique Peña Nieto perdió la oportunidad de ser el árbitro de un gran acuerdo nacional que permita al país un aterrizaje sin confrontación. EPN está descalificado porque se metió a jugar en la cancha electoral sin ser jugador. México requiere de un gran interlocutor para evitar la colisión de dos grandes locomotoras cuyo choque que puede arrastrar al país a un enfrentamiento ineludible. No hay diálogo entre nadie con nadie, todo es dicotómico para los políticos.
Cualquiera que se levante con el triunfo en el 2018 le costará legitimarse frente a una población dividida. Frente a grupos crispados por la disputa de grandes intereses. La derecha no soltará fácilmente ni dócilmente el poder y las izquierdas no aceptarán su derrota, esa es la lectura anticipada si así fuera el escenario. Los grupos dominantes difícilmente podrán “sustentar” un fraude, como ya lo hicieron en las elecciones del 88 y del 2006. No tendrán las condiciones a “modo” como en otros momentos. Hoy más que nunca los ojos del mundo “democrático” estarán puestos en México.
Como Nación seguimos careciendo de una fuerza política o de personajes que ofrezcan un proyecto incluyente en el que quepamos todos los mexicanos. El acuerdo más simple al que debemos convocar a todas las fuerzas nacionales, políticas y productivas es que “urge acabar con la miseria en México, con la corrupción, la impunidad y la inseguridad”. No es mucho pedir. Son 4 puntos. Las políticas mantenidas en las últimas décadas por los gobiernos han dejado en la pobreza al 70 por ciento de la población mexicana. La clase media mexicana vive sin esperanza y pensando que algún día la pobreza le estará alcanzando, mientras que la incertidumbre comienza a merodear a la clase empresarial.
En tanto que los representantes de las derechas y de las izquierdas no han sido capaces de lograr los más mínimos acuerdos de civilidad electoral en los procesos electorales. Ni el IFE, en su momento, ni el INE (Instituto Nacional Electoral), son garantía, no gozan de credibilidad ni tienen la confianza de los electores ni de los propios partidos políticos. Todos lo impugnan, sobre todo cuando pierden.
No podemos estar destinados al reclamo y sospecha de “oooooootro fraude electoral”, aunque es previsible que la derecha gobernante defenderá, como ha ocurrido en todos los casos del planeta desde hace siglos, con todas sus argucias el poder que hoy e históricamente han ostentado.
El panorama político luce despejado de ideologías. Podemos distinguir con facilidad a los partidos de derecha e izquierda. Sólo son dos ideologías, distintas a sus postulados y principios en algunos casos. Los principales cuestionados son dirigentes del priismo y del panismo porque atrás han dejado estatutos e ideología. Son iguales para fines prácticos, sólo los colores los hacen diferentes, pero sus prácticas son las mismas, los acercan tanto que ambos se cuestionan de lo mismo: corrupción e impunidad, principal bandera de la oposición de izquierda.
Las corrientes de derecha podrán tener un discurso distinto ante la opinión pública, pero en los hechos representan los mismos intereses nacionales y trasnacionales. El PRI, olvidando su origen de nacionalismo revolucionario y social, se cargó totalmente a la derecha, ocupando incluso el sitio que antes ostentaba el PAN como partido conservador. Ya los priistas liberales no ven diferencia con el panismo y los panistas de cepa se quejan de su gran parecido con lo peor del priismo. En la práctica son iguales. Huelan a lo mismo, usan el mismo traje con un olor putrefacto.
Es evidente que la izquierda tiene una nebulosa presencia. Estos partidos no terminan por definirse porque cuando han tenido la oportunidad se han congraciado con los representantes de los poderes fácticos. Esos que mismos que representan a sus adversarios de derecha olvidando que hay principios liberales que todos deben incluir en sus actos partidistas. Las izquierdas en la práctica se parecen más al PRI apapachador de mitad del siglo XX, que a un partido moderno con propuestas que permitan alcanzar el bienestar y el progreso nacional.
Los resultados de las elecciones del domingo 4 de junio nos ofrecen dos visiones de Estado, aunque decir visión de Estado sería muy pretencioso, porque difícilmente alguno de los partidos y sus contendientes alcanzaría la estatura de estadistas, pero vamos a decir que al menos tienen proyecto.
Son pues tiempos de consensuar entre iguales con la finalidad de sumar para bien de los mexicanos. Son optimista y espero que conservadores, liberales, progresistas, intelectuales, académicos, artistas, políticos, empresarios, profesionistas, trabajadores, amas de casa y estudiantes alcancemos el acuerdo de 4 para vencer la adversidad que nos hunde como nación: acabar con la miseria, la corrupción, la impunidad y la inseguridad”. No es mucho pedir.