La inseguridad es uno de los problemas que más nos ha preocupado a los neoloneses desde hace tiempo, pero sobre todo a partir del sexenio del panista Felipe Calderón.
Difícil resulta para los regiomontanos y los habitantes en general de Nuevo León olvidar aquellos días de la Guerra contra el Narco declarada por Calderón en todo el país, con los resultados ya conocidos.
Nadie quiere volver a aquellos días, que efectivamente no se han ido del todo, pero que eran diferentes a los actuales.
Desde luego, cada quien tendrá su óptica para describir aquella época y hacer las comparaciones con la de hoy. Los años aciagos 2010, 2011, 2012 y aún el 2013, nos remiten a escenas de tragedias, terror y luto; indeseables.
En efecto, este asunto de la inseguridad y violencia no debe por ningún motivo minimizarse, pero decir que el estado está entregado al crimen organizado y que la violencia está incontrolable “como nunca se ha visto en la historia en Nuevo León”, como lo declaró el coordinador de los diputados locales del PAN Carlos de la Fuente, más que una exageración es una politización del tema.
Obvio, el ingeniero industrial nicoalíta es político, vive de la política y además es el líder del opositor PAN, y de los legisladores albiazules en el Poder Legislativo local.
En lo que sí tiene razón el ex alcalde de San Nicolás de los Garza, es en la necesidad de que se establezca un diálogo efectivo entre el gobernador emecista Samuel García y todos los alcaldes en una mesa de seguridad bien coordinada en la que todos los ediles debieran estar en sintonía con las políticas públicas de la entidad para contener la delincuencia organizada.
Ese es un punto fundamental.
Porque, es cierto, la presencia de la delincuencia organizada en el estado es real, tangible, y las consecuencias que genera son latentes, tanto en la metrópoli como en gran parte de la zona rural, y de ello dan cuenta los noticiarios y las notas periodísticas todos los días.
De hecho, al ver las cifras de los homicidios dolosos en Nuevo León por cada 100 mil habitantes saltan a la vista datos duros que deben ocupar y preocupar a todos servidores públicos de las áreas de prevención y seguridad y a los representantes populares, desde el gobernador hasta el último de los regidores.
Desde luego que la sociedad en su conjunto y desde la cédula principal que es la familia hay mucho por hacer para contribuir en este tema, formando personas de bien, alejadas de la criminalidad.
Los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) establecen que mientras en el terrible año 2011 en Nuevo León fueron asesinadas 2,003 personas, en el 2012 la cifra llegó a 1,487.
Ahora bien, de acuerdo con el Semáforo Delictivo con cifras de la Fiscalía General de Justicia del Estado de 2,0015 a la fecha, el año pasado (2022) ha sido el más sangriento con los 1,430 homicidios dolosos; en el 2021 se registraron 1,069, en el 2020 un total de 914 mientras que en el 2019 fueron 956.
Más hacia atrás, en el año 2018 se registraron 825 homicidios dolosos, en el 2017 fueron 656, en el 2016 la cifra se ubicó en 644 asesinatos y en el 2015 fueron 451 homicidios dolosos.
En tanto, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública el número de homicidios dolosos en Nuevo León por cada 100 mil habitantes, tiene una alza sostenida a partir de 2017, salvo el periodo más fuerte de la pandemia, que tuvo una disminución.
En 2015 la tasa de homicidios dolosos en el estado fue de 8.64; en 2016 se fijó en 12.11; en 2017 fue de 11.40; en el 2018 se incrementa a 13.68; para 2019 sube a 16.07, mientras que en el 2020 baja a 15.10. Mientras tanto en 2021 sube una vez más a 17.64 y el año pasado 2022 se dispara a 23.05 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes.
Ciertamente los números suelen ser fríos, pero a las numeralias hay que añadirles la percepción ciudadana, lo que todos plasmamos.
Y aunque si bien en este año 2023 los indicadores revelan una disminución en la incidencia delictiva en las cifras de homicidios doloso mes por mes, comparado con el violento año pasado, es apremiante que las autoridades de todos los niveles y todos los que podamos cooperar hagamos algo para contener los demonios, porque se están soltando, y si esto se relaja, pueden superarnos, como en aquellos días.