El robo de recién nacidos en hospitales públicos de México es una práctica cada vez más frecuente. Hace unos meses sucedió en Nuevo León un caso en el Hospital Metropolitano “Dr. Bernardo Sepúlveda” que evidenció las porosas medidas de seguridad de esa institución, en la que cualquier persona ajena puede entrar y vaciar los cuneros.
Tampoco es un secreto que en nuestro país existe el tráfico de órganos de infantes, que se piden como zapatos de catálogo, según lo ha denunciado el sacerdote católico Alejandro Solalinde, defensor de los derechos humanos que ha sido obligado a refugiarse en el extranjero por denunciar esa atrocidad.
Cuántas veces hemos escuchado o leído en los medios de comunicación sobre personas detenidas por las autoridades fronterizas de Estados Unidos por intentar sacar del país a menores robados, como pasó recientemente con una menor mexicana, en este caso localizada en El Salvador.
En años pasados, Hora Cero contó el sufrimiento de unos padres de Matamoros, Tamaulipas, que por descuido dejaron a su hija en custodia de una desconocida afuera del Hospital del IMSS y ésta desapareció con la niña en cuestión de minutos.
El caso más reciente sucedido en el Hospital Metropolitano, que depende de la Secretaría de Salud de Nuevo León, tuvo un final feliz cuando la recién nacida fue recuperada al activarse el Código Amber implementado por las autoridades. La roba-chicos, por coincidencia, también es de Matamoros.
Patricia Elizabeth Jiménez ha vivido un calvario en dos etapas: el primero en 1994 cuando nació y supuestamente murió su hija en el mismo nosocomio localizado en San Nicolás de los Garza, y el segundo cuando, por su deseo de adoptar, descubrió una telaraña de irregularidades oficiales.
Este escalofriante caso que presenta a detalle Hora Cero me interesó desde que lo escuché de la voz de Alicia Álvarez, amiga de Patricia y coadyuvante legal, interesadas en que por primera vez saliera a la luz pública en Nuevo León luego de cuatro años de litigio en una averiguación penal.
No era la historia del lamentable robo de un niño en Nuevo León, en Tamaulipas o en cualquier otro Estado del país, como sucede frecuentemente y más en las clínicas públicas, sino que retrataba el drama de una mujer que durante 16 años fue a dejar flores y llorar sobre una tumba donde supuestamente estaba su hija.
Así transcurrieron largos y penosos años, desde 1994 hasta 2010, con el luto de haber perdido a una niña que dio a luz en el cuestionado Hospital Metropolitano, que no alcanzó a ver con vida por razones desconocidas y fue declarada muerta por los médicos que la atendieron.
Las dos mujeres decidieron un día dar a conocer los hechos, aderezados con un largo proceso penal lleno de dudas, inconsistencias y sospechas.
Desde que supe de la historia, hace no más de dos meses, se me vino a la mente el contenido del documental “Presunto culpable”, donde el aparato de justicia de México quedó al desnudo por su ineficacia, con el resultado de la liberación de un “asesino” que resultó inocente.
Patricia y Alicia me contaron de las amenazas, golpes físicos y sugerencias para dejar el caso en estos casi tres años, desde que empezaron a dudar de que esa niña que nació en el Hospital Metropolitano realmente estuviera muerta.
Cuando presentaron la denuncia ante el Ministerio Público en mayo de 2010 por errores en los documentos de nacido vivo y de defunción, nunca imaginaron que la investigación tendría más capítulos y la lista de protagonistas sería aún mayor con familiares, empleados, médicos y autoridades de salud.
Que un juez dicte una sentencia, avalando que el ADN de los restos en el cadáver sí corresponden a los de la madre, es tan cuestionable como el juez que mandó a la cárcel al inocente de “Presunto culpable”.
Patricia nunca creyó en la veracidad de las primeros dictámenes genéticos que se realizaron en Nuevo León para amparar los ADN, hasta que solicitó que una perito privada de la Ciudad de México interviniera y fallara a su favor: el cuerpo sepultado no corresponde a una niña. Es un niño.
Historias llegan, se dan a conocer y pasan en los medios de comunicación. Así es nuestro trabajo, pero como el drama de Patricia se conocen pocos.
A Patricia y Alicia, gracias por confiar en Hora Cero para introducirnos en su vida privada con el único afán de llegar a la verdad, porque puede ser muy cínico el funcionario que se colude con otros de su especie para tapar un delito, pero con el dolor de una madre no se juega.